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Editor responsable: Rafael Franzini Batlle
sábado, diciembre 20, 2025

A elección mala, opción buena

La semana pasada cuestionábamos si las elecciones en Venezuela serían tales. “Que sea una elección o una votación a ‘lo Maduro’ es todavía una incógnita” decíamos.

Infelizmente los temores que albergaban los países democráticos y los observadores verdaderamente independientes, encontraron su confirmación en los hechos y vino a ser justificado aquello de que “los partidos que supeditan la democracia a elecciones libres, y no a las ideologías, no tienen expectativas ni de justicia, ni de garantías electorales”.

La farsa llevada adelante por el régimen dictatorial de Nicolás Maduro dio al traste con lo que habría revivido la esperanza de millones de venezolanos dentro y fuera de su país. Las protestas, con  el sentimiento de injusticia a flor de piel, se han constituido en la excusa de la dictadura militar y su mascarón de proa para entrar en una escalada de violencia y represión. Nada nuevo bajo el sol, nada que no hubiese ocurrido ya.

Así que a nuestra pregunta de hace siete días, “¿Son elecciones?” le cupo una respuesta tan indeseada como esperable. No; no fueron elecciones.

Lo que sorprende, sin embargo, es la elección que han hecho algunos políticos uruguayos como reacción a la fantochada electoral. Pasando de la cautela y el silencio pretendidamente estratégico al más descarriado desconocimiento de la realidad,  terminaron apoyando y aplaudiendo a un regimen que perdió cualquier consideración seria de legitimidad:  peor elección que la que se adjudicaron los mandones caribeños amparados en las armas.

Pensábamos que en el Uruguay de los exilados a Venezuela y de la gesta del No del 80 ya se había aprendido la lección del costo de apoyar a militares que disfrazan el robo de la soberanía popular con poses izquierdistas. Pero no, siempre  hay lugar para la sorpresa. Hasta para apreciar cómo hay quienes no aprendieron la ley del offisde.

Lo que parece una buena opción, en el caso, es apostar a que el presidente más poderoso de Latinoamérica — Luiz Inácio “Lula” Da Silva– pueda aflojar la soga que ahorca a los venezolanos. Hasta ahora la cautela del mandatario brasileño sí tiene visos de verdadera estrategia. No ha condenado a su colega, a quien previamente le recordó que “cuando pierdes te vas”, pero tampoco le ha contemplado las mañas autoritarias. Tiene a su exministro de Relaciones Exteriores y actual asesor en la materia, Celso Amorim, instalado en Caracas y al igual que tantos otros ha solicitado que la victoria proclamada se verifique con las actas de los circuitos electorales. Y para “vestir la novia” seguramente sumará a sus esfuerzos a Manuel Lopez Obrador (de salida) y a Gustavo Petro; de última,  cuando un político tiene su agenda clara sabe como moverse.

Como se vienen desarrollando los acontecimientos, una mediación de Lula para allanar la salida a la democracia sería una bendición. Dejando las ideologías de lado, y teniendo claro que quienes ejercen el poder en Venezuela han delinquido de distintas formas, el país todo clama por una salida y, previamente, la descompresión de la situación. En ocasiones en que los gobernantes “están hasta las manos” las amnistías pueden ser moneda de cambio. Aunque duelan

 

 

 

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