Este domingo 28 Venezuela va a las urnas. Que sea una elección, o una votación a «lo Maduro», es todavía una incógnita.
Los observadores, así como los países democráticos y, dentro de éstos, los partidos que supeditan la democracia a elecciones libres, y no a las ideologías, no tienen expectativas ni de justicia, ni de garantías electorales.
El régimen dictatorial se ha ganado la desconfianza. Las continuas limitaciones a la voluntad popular, la más notoria la inhabilitación de la lider opositora María Corina Machado, no permitieron comicios normales, y no auguran la pureza del acto cívico.
«Maduro tiene que aprender, cuando tu ganas, te quedas, cuando pierdes, te vas», dijo el presidente brasileño Luis Inácio «Lula» Da Silva, quien se declaró «asustado con la declaración de Maduro diciendo que si él pierde las elecciones va a haber un baño de sangre». Es decir, hasta un aliado como Lula, que en un momento llegó a calificar de «relatos» fabricadas por detractores las acusaciones de abusos a los derechos humanos en Venezuela, puso las cosas en su lugar.
Y si Lula está asustado, ¿cómo estará el pueblo venezolano, que ya ha sufrido los embates de la represión y la muerte a manos de las fuerzas del mandón.
Cómo será la cosa que hasta Yamandú Orsi estuvo a punto de suscribir la declaración de los candidatos presidenciales uruguayos sobre las elecciones venezolanas y dijo no haberlo hecho por un problema de redacción y no por el espíritu de la nota. No le gustó al presidenciable frentista que se incluyera el nombre de María Corina Machado como el ejemplo más claro de la ilegitimidad que ha rodeado al proceso electivo del vecino país.
Razones tendrá Orsi para no querer incluir el mentís más rotundo a la proclamada libertad venezolana. Nosotros –sin saber a que obedecen o cómo justificarlas– no las compartimos, ni a priori, ni a posteriori. Y lo mismo haríamos si en un acto descabellado, el Presidente de la República y la Corte Electoral lo excluyeran de la próxima contienda. Desde estas páginas nos comprometemos a incluir su nombre como ejemplo de la más flagrante conculcación de las libertades públicas.
La declaración de todos los líderes partidarios –con la ausencia de Orsi– no pudo ser más ajustada y oportuna. Como la de Lula «si pierdes te vas» es importante –muy importante– pero no suficiente. Primero hay que bregar por «si pierdes, pierdes». Solo cuando se respeta a la voluntad del soberano se puede exigir al perdidoso que vaya.
Es claro y conocido por cualquiera que se haya interiorizado en la realidad de Venezuela, que la suerte de las elecciones depende mucho de una amnistía a las barbaridades y corrupción del régimen dictatorial. Es el precio que hay que pagar para salir de un infierno conocido y tal vez el candidato opositor, Edmundo Gonzalez Urrutia, un negociador de consensos, tenga que asumir un sacrificio horrible pero menor comparado a la continuidad del deterioro que ya ha padecido su país.
De acuerdo a una medición del Centro de Eludíos Políticos y de Gobierno de la Universidad católica Andrés Bello y la encuestadora Delphos, Gonzalez Urrutia va adelante con 59.1 por ciento de las preferencias, contra un 24.6 de Maduro.
Con tamaña diferencia, en un régimen democrático, con un presidente en serio, a nadie se le hubiese ocurrido hablar de un posible «baño de sangre» si ganase el opositor. Todo lo contrario, se podría vaticinar una gran fiesta.
Pero todos estamos preocupados. Y esa preocupación se fue construyendo a partir de las restricciones de los acuerdos de Barbados, que suponían elecciones de verdad. Y de la eliminación de Machado de la nómina de candidatos. Por ello su nombre es un símbolo de libertad mancillada, por la cual todos debemos reclamar. Aunque al candidato del Frente Amplio no le conforme.