Primera Parte
Uruguay está considerado como uno de los países de América Latina donde la modernización, definida como la adopción de medidas económicas, sociales, políticas y culturales de los países, tuvo su desarrollo en forma muy temprana. En casi todos los países de nuestro continente, por lo años 1890 la población mayoritariamente todavía provenía de las etnias indígena, negra y española.
El colonialismo había durado tres o cuatro siglos: y el capitalismo estaba al lado de otros modelos de producción. La Iglesia Católica realizó la conversión de los pueblos originarios con un motivo político al igual que los viejos conquistadores. El clero, tuvo por su parte intereses tanto económicos como espirituales: por un lado, procuraba la salvación de las almas de los naturales de América mediante el bautismo en masas de estos; por otro, ensayaba la organización de sus propios dominios y que contaran con bases sólidas a nivel económico.
Esto llevó a la creación de misiones, reducciones y pueblos de indígenas: la conversión de estos se volvió una tarea incesante y fundamental. Según el padre Lozano, célebre cronista jesuita de las misiones, el tercer gobernador de Buenos Aires, Don Francisco Cèspedes, mandó por el año 1624 a que se convirtiese a la fe cristiana a la nueva provincia del Uruguay.
Con la expedición del adelantado Pedro de Mendoza, llegaron los primeros franciscanos al Río de la Plata, donde cumplirán un rol preponderante. La revolución artiguista contó con el apoyo del clero. Ante la convocatoria de la Asamblea Constituyente del Río de la Plata, realizada en Buenos Aires en 1813, cuatro de los diputados orientales eran sacerdotes y llevaban entre sus instrucciones promover la libertad religiosa y civil en toda la extensión de los territorios.
En julio de 1856 el nuevo vicario, José Benito Lamas se dirige a los fieles recordando la prohibición de la Masonería por parte de la Iglesia Católica. Este proceso de crisis con la Masonería prosigue en una serie de sucesos, como la segunda expulsión de los jesuitas en 1860 y la prohibición de dar sepultura al masón Dr. Jacobsen en cementerios administrados por la Iglesia Católica lo que deriva en el decreto de municipalización de los cementerios en el año 1861. Asimismo, es decisiva la destitución del padre Juan Bird, cura interino de la Iglesia Matriz y senador de la República.
La fe en la religión católica fue decayendo durante los años siguientes. Las corrientes liberales traídas por los inmigrantes, las nuevas opciones religiosas (anglicanos, protestantes etc.) y el peso del pensamiento garibaldino dentro del Partido Colorado colaboraron en el cambio de mentalidad de los uruguayos de le época.



