Chile, a la vuelta de la esquina
La variación del humor político chileno no le da tregua a los analistas. Apenas tres años y medio atrás la pradera se prendía fuego y ateniéndonos a las causas, a lo que ocurrió la noche del 18 de Octubre del 2019 y a lo que se venía venir, la vuelta de las opciones de izquierda era previsiblemente segura. Habría voto castigo.
Sin embargo, menos de 1000 días después —y luego del inicio de un proceso de reforma constitucional que solucionó una situación casi incontrolable, y de la elección del presidente más joven de Latinoamérica, el izquierdista Gabriel Boric— Republicanos, un partido de derechas, situado a la derecha de la derecha tradicional (y valgan las redundancias) obtuvo el control de la nueva Constituyente con 23 bancas sobre 51.
Rechazado el proyecto sometido a consideración popular en setiembre del año pasado, quedaron atrás las esperanzas puestas en la Convención cuya integración fue causa de asombro, y las expectativas cifradas en sus 155 constituyentes electos en mayo del 21.
Hoy, como en Octubre del 19, con otros actores y otros sentimientos, todo está por hacer.
¿A dónde fue el café de la mesa?
La Asamblea encargada de sustituir la Constitución identificada con la dictadura de Pinochet se abocó a rescatar el tiempo perdido: integrar a la lex magna derechos sociales; el rol del Estado en la economía; los espacios de participación ciudadana; los derechos de los nativos; es decir, intentar que el nuevo texto incluyera en buena parte el arsenal de reclamos de Octubre del 19 . Y su propia conformación—paritiaria, con inclusión de indigenas, y con menor peso relativo de los partidos políticos— obedeció al clamor popular.
La llegada de Boric al poder a fines del 21 podría entenderse como parte del proceso o, si se quiere, incluido en la corriente de las emociones que afloraron en 2019 y ganaron las calles de Santiago. El nuevo presidente, candidato por el Frente Amplio —un partido que accedía por primera vez a la primera magistratura— ex líder estudiantil y ex diputado, era una incógnita para el mundo en general y los americanos en particular, con la obvia excepción de los chilenos (o tal vez no). Para el progresismo, la esperanza que ampliaba el “club” en la región; para la derecha, la encarnación de maduro. Para los que quedan en el medio, la oportunidad de probar que la centro izquierda o es seria o muere en la demanda.
Brian Winter el editor en jefe de Americas Quarterly se preguntó, cuando Boric fue electo, si él tendría éxito. “Para ser honesto, no estoy seguro de que alguien sea capaz de tenerlo. El próximo presidente de Chile deberá atender las demandas de la sociedad para un estado de estilo escandinavo, sin atemorizar a los grandes capitales e inversores que necesitan financiarlo. Tendrá que preservar algunos aspectos del modelo económico que le permitieron a la economía chilena no solo crecer pero también mostrar los mejores registros de reducción de la pobreza e indicadores sociales de los últimos 30 años, al mismo tiempo que crear un nuevo sistema de pensiones y ofrecer mejor educación y salud pública. Deberá aplacar a los socios mas extremistas de su coalición (incluyendo a los actuales Comunistas) y a un movimiento de protesta muchas veces violento, y al mismo tiempo trabajar con una asamblea constitucional que es bastante más izquierdista que la sociedad en su conjunto. Siento que el margen de triunfo de Boric este domingo (de las elecciones) puede llegar a ser negativo al reducir tanto en él como en otros la necesidad de buscar bases comunes”
El analista, remató: “Pero, yo, como otros millones de personas escuchamos su esperanzador discurso de triunfo el Domingo a la noche y su promesa de acoger la inclusión, la responsabilidad fiscal e ‘ir adelante con pequeños pero firmes pasos, aprendiendo de nuestra historia. Sepan que, conmigo, ustedes encontraran a un presidente abierto a escuchar e incorporar diferentes visiones, que también será receptivo a la critica constructiva que nos ayude a mejorar’ declaró ante una multitud encantada. ‘Recibo este mandato con humildad´. Eso sonó al Gabriel Boric que conozco y admiro. Le deseo buena suerte”
Un contexto negativo
Ahora, ¿la arremetida de Republicanos se debe exclusivamente a los obstáculos apuntados por Winter? Obviamente no. El rechazo al texto constitucional propuesto fue precedido de propuestas incendiarias, actitudes fuera de la seriedad de las discusiones y debates que defraudaron o cansaron a la ciudadanía. Isabel Aninat decana de Derecho de la Universidad Adolfo Ibañez opinó que el contexto de la propuesta influyó en el voto negativo, así como que “la conducta frívola” de varios constituyentes fue reprobada.
Por su parte, Robert Funk, del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, indicó que hubo problemas “desde el principio” del trabajo de la asamblea constituyente, y hasta anteriores, como que uno de sus miembros debiera renunciar por mentir sobre su enfermedad de cáncer cuando estaba haciendo campaña sobre un punto de salud pública. Ese ambiente negativo se hizo sentir, según Funk, cuando en la sesión inaugural de la convención, algunos de sus miembros abuchearon el himno nacional, “estos eventos pusieron el tono”. Según el docente, el énfasis en la identidad, los derechos Indígenas, y un cuestionamiento a las tradiciones republicanas más básicas podría reflejar la visión de una parte de la juventud de clase media universitaria, pero no necesariamente del electorado general.
Otras explicaciones al rechazo del proyecto de Constitución, a la caída de popularidad del presidente Boric, y a la reciente victoria de Republicanos y su líder José Antonio Kast en la conformación de la nueva asamblea constituyente pueden ser aducidas a factores económicos producto de los desafíos que la pandemia trajo consigo y dejó tras de si, como la inflación y el impacto negativo de la misma. Hubo voto castigo
Seguridad, se busca
La inseguridad ciudadana también se reflejó en el resultado electoral, coadyuvando a la “montaña rusa” de la decisión del domingo.
En Chile la inseguridad pública desplazó a otros problemas de la atención popular. En un Continente donde el crimen organizado provoca estragos y los indices de asesinatos son altísimos, los guarismos del país transandino son menos escalofriantes que los de sus vecinos. De acuerdo con Americas Quarterly se registran 5 homicidios cada 100 mil habitantes lo cual es bastante mejor que los 26 de Colombia, los 19 de Brasil y los 11 de Uruguay. Sin embargo, el problema ha explotado en la última década y los chilenos no se comparan con otras naciones, lo hacen consigo mismos. Ell deterioro de la situación es notorio y relevante.
De acuerdo a Pulso Ciudadano en 2023 el 50 por ciento de los chilenos percibe a la seguridad como principal motivo de preocupación, seguido por la inflación y la inmigración, ambas con un 29 por ciento. Apenas cuatro años antes, en 2019, la angustia pasaba por otro lado: la seguridad social preocupaba al 54 por ciento, la Salud al 43 por ciento y, relegado, el Crimen al 13 por ciento.
El gobierno ha respondido al asunto. A pesar de haber sido años atrás sujeto de la crítica del aún más joven Boric, nombró como titular del poderoso Ministerio del Interior a Carolina Tohá, del Partido por la Democracia; incrementó el gasto policial un 4.4 por ciento y envió al ejercito a la frontera del norte para detener la inmigración. Pero ello no ha sido suficiente para bajar la percepción de inseguridad (tal vez, también, por una continua atención y sobreexposición del fenómeno en los medios), lo cual podría explicar que el 52.7 % de la ciudadanía, según Pulso Ciudadano, esté de acuerdo o muy de acuerdo en decretar el estado de excepción constitucional en la Región Metropolitana.
Republicanos hizo una fuerte campaña responsabilizando al gobierno por el temor que justificadamente siente la sociedad chilena. A juzgar por los resultados obtenidos el domingo pasado, con éxito.
Ese algo más, a modo de explicación
Cualquier votación en medio de un período gubernamental se convierte en un examen para el Jefe de Gobierno. Sucede allí donde existe la democracia y y el pueblo decide, sin importar si las mismas son para elegir cargos de la administración local, del Poder Legislativo o para dirimir un referéndum. Estas dos ocurridas en Chile —el plebiscito del proyecto de Constitución y la posterior elección de una nueva constituyente— no son la excepción y Boric, con escasos catorces meses en el poder posiblemente no sea el responsable exclusivo de una salto tan radical desde a la izquierda a la derecha.
Entre las causas de esta oscilación pendular, podríamos sumar una fuerte insatisfacción manifestada hacia los extremos: la primera elección de la constituyente ocurrió en un gobierno de derecha que no colmó las expectativas y las voces más fuertes del descontento sonaron desde la izquierda más radical que, sin embargo, no es dueña de mayorías, aunque pudo arrastrarlas al momento de votar a los constituyentes. A la inversa, esta segunda elección aconteció en un gobierno de izquierda que sigue sin colmar las expectativas, con críticos cuyas voces más bulliciosas vienen de una derecha también radical y populista, pero que tampoco es dueña de mayorías aunque pudo guiarlas en la oportunidad de elegir asambleístas. Un poco de la misma historia.
¿Y qué historia es esa? En Chile (y mucho en el resto de América), la que parece informar a una mayoría que ha dejado de tener fidelidad partidaria y siente que aún no se han resuelto las cosas para como que los sistemas funcionen y contenten al ciudadano, de ahí su deambular sin rumbo cierto en busca de lo que las redes sociales —brutalmente bipolares— le prometen sin tal vez pensarlo demasiado (que no todos tienen la suerte de disponer de tiempo y educación para entender y aquilatar la Constitución para una república). Una mayoría que desea la justicia social, representada en buena educación y salud pública, pero sin corrupción justificable por el “roba pero hace” (“rouba mas faz”) o peor aún “roba pero deja robar”. Una mayoría que percibe que el capitalismo tuvo mejores resultados que el comunismo pero espera que el Estado resuelva las iniquidades del mercado. Una mayoría que entiende que las reglas claras para el inversionista y para el usuario promueven mejores sociedades y consiente mercados libres, pero reclama que realmente existan para que la colocación del producto nacional sea verdadera fuente de crecimiento. Una mayoría que quiere acceder a más derechos y libertad para ejercerlos.
Chile vuelve a tener una oportunidad y los constituyentes también. Saber si interpretaron la historia es casi que poder pronosticar si el voto sera castigo o no.