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Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa
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Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa

Los políticos uruguayos no son torpes. Saben lo que es el juego para la tribuna, sabe negociar para mover el país para adelante, saben lo que es el “para afuera” de las redes sociales y el “para adentro” del trabajo diario, que implica puntos de acuerdo, y, al mismo tiempo, marcar perfiles en el porvenir electoral.

Si no supiésemos eso, no sabríamos nada. Uruguay, por suerte, ya lleva casi cuarenta años de democracia y, a juzgar por como nos ven —sea Economist Intelligence, sea Latinobarómetro– no nos va tan mal. Nos ven así desde afuera y nos vemos así desde dentro. Por algo nuestra valoración de la democracia es la más alta del continente.

Por eso deben ser fuertemente repudiadas las manifestaciones referidas a España que la senadora Graciela Bianchi hizo públicas usando las redes sociales. No es sólo una cuestión de tono. Es, además, lo que se puede decir, lo que se puede afirmar, lo que se puede probar, y, sobretodo, desde donde se dicen las cosas. Es una desgracia que Bianchi estuviese transitoriamente ocupando el lugar de la vicepresidenta Beatriz Arrimón.

Importa poco, si al decir de la legisladora, sus dichos comprometen o no las relaciones de Uruguay con España. Que haya tenido que salir a salvar la cara el canciller Francisco Bustillo y la propia vicepresidente Argimon, deberían ser un buen indicio de cuando es mejor llamarse a silencio y no repetirse con tozuda insistencia. Errar es humano, insistir es diabólico.

En esta cuestiones de opinar desde afuera, de no estar demasiado al tanto del devenir de otras naciones y de no compartir ni comprender por qué la ciudadanía vota lo que vota a miles de quilómetros, la prudencia debería ser una buena consejera. El grito desaforado en juicios de valor podrá traer unos minutos de fama, pero, al cabo, poco aporta a la construcción de la democracia. Ni en España, donde seguramente Bianchi no es un dato, ni en Uruguay, donde el maniqueísmo en las redes debería ser una preocupación, no un hecho a inflamar.

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