Nota de análisis de Antonio Labandera
El ingreso de Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Arabes al BRICS —el grupo económico integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— no sólo supone una transformación del bloque y su influencia en el mundo: también trajo consigo distintas reacciones en varios países. Cada quien cuenta la misa como le fue en ella.
La expansión fortalece a Pekín que busca consolidarse como el líder del grupo, algo que no parece ilógico si se tiene en cuenta que su economía suma sola más que la de los cuatro miembros restantes combinada. Y tal vez por eso mismo, tanto India como Brasil resistieran los nuevos ingresos, temerosos de perder su posición e influencia en la asociación (más allá del apoyo y la cortés bienvenida del presidente Inacio Lula Da Silva a su colega argentino Alberto Fernandez internamente criticado por la medida).
Y a pesar que Irán pueda representar un dolor de cabeza político por su cercanía y apoyo a Rusia en la invasión a Ucrania, China fortalece su influencia en Oriente Medio dando un paso más en la disputa del poder con Occidente. El BRICS que tiene su propia entidad crediticia, cobra potencialidad propia frente a nuevos aliados y equilibra las cosas, porque si bien el grupo hasta ahora aglutina el 42% de la población mundial, su poder de voto en las entidades del Bretton Woods representa menos del 15% —y no es que el Fondo Monetario y el Banco Mundial sean poca cosa.
“Nos hemos incorporado a la alianza de los Brics y de esta manera damos un nuevo paso en la consolidación de la Argentina fraterna y abierta al mundo que siempre soñamos, como parte del sur lleno de esperanza y futuro. Nos hemos incorporado a la alianza de los países más importantes de las economías emergentes. Se abre un nuevo escenario para la Argentina” saludó el presidente argentino Alberto Fernandez, el ingreso programado para 2024.
Como era de esperarse a a poco más de 50 días de las elecciones generales argentinas, la reacción negativa de los opositores —el expresidente Mauricio Macri, la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich y el triunfador de las internas del 13 de junio, Javier Milei— no se hizo esperar. “Nuestro alineamiento de geopolítica es (con) Estados Unidos e Israel” dijo Milei y agregó “nosotros no nos vamos a alinear con comunistas” y remató que “los políticos deberían promover el libre comercio” y “no ser tan fatalmente arrogantes” de elegir con quien establecer relaciones comerciales.
No obstante, y a pesar de que Patricia Bullrich también rechazó la inclusión del país a un bloque donde ahora también tiene lugar un aliado de Rusia en la guerra con Ucrania, el mercado chino es importante para el empresariado argentino y eso, en un país de fuerte tradición corporativista, es un dato a tener en cuenta.
Lo que es evidente es que Estados Unidos y Europa van a poner atención en este movimiento, si las dos principales economías de America del Sur finalmente (a pesar de los candidatos de la oposición argentina) se alinean con el grupo. Los norteamericanos, que no ha hecho un gran esfuerzo por la región en los últimos años, y los europeos, cuya extensísima negociación de un tratado de libre comercio con el Mercosur —Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay— provoca desazón, tal vez tengan que dar una nueva mirada. La fortaleza de la economía china a la vuelta de la esquina de Washington, no debería pasar desapercibida en el establecimiento de los equilibrios. . . y mucho menos si viene de la mano con Rusia.
¿Será que desgastado y solitario, el Alberto Fernandez tenga razón cuando le contesta a Bullrich “ojalá que no sea presidenta porque no entiende lo que está diciendo. El problema es cuando la política exterior empieza a ideologizarse”?
Uruguay, con poco peso específico en la región, –y persiguiendo un tratado comercial con China– naturalmente tendrá que analizar detenidamente esta nueva realidad en un mundo en que mantenerse equidistante del poder económico resulta cada vez más difícil. Y valorar la real conveniencia de que lo político esté por encima de lo jurídico, en una visión muy escéptica de su destino.