En la mañana del miércoles la suerte del hasta entonces senador nacionalista Gustavo Penadés ya estaba echada: desde el Partido Nacional se plantearía a los partidos que el Senado expulsara de su seno al legislador de acuerdo al artículo 115 de la Constitución; lo mismo reclamaba la bancada del Frente Amplio, que incluyó la renuncia del ministro del Interior Luis Alberto Heber en el paquete. Pasado el mediodía terminaría la carrera legislativa de Penadés.
La imputación de 22 delitos sexuales al dirigente blanco, más la denuncia de que para su defensa había montado una investigación paralela con personal del Ministerio del Interior –hay hasta un funcionario detenido–sería un hueso difícil de roer para el Partido Nacional y, por ende, para el gobierno.
Además, era de esperar que la oposición no perdería una oportunidad servida casi en bandeja: la defensa a Penadés que en primera instancia realizaron el presidente Luis Lacalle Pou y Heber, más la duda sobre la utilización de recursos del Estado para que el exsenador elaborase su defensa, marcaría –y marcará– la actitud de Frente Amplio.
El oráculo no siempre es claro en política, y si bien nadie reprochó a Lacalle ni a Heber haber confiado en un amigo –al cabo, Penadés era un legislador respetado por todos los partidos– sí se les enrostra el error político por expresar una confianza desmedida en el legislador una vez que se habían echado a andar los engranajes de la justicia. En la vida pública, y más en estos casos, es muy difícil deslindar las actuaciones institucionales y las personales.
Con la sensibilidad de la opinión pública a flor de piel, el Partido Nacional decidió pedir la remoción de Penadés del Senado, una forma extrema de separase del exlegislador a quien ya no podía expulsar de sus filas dada la renuncia del propio Penadés a su colectividad. Y la urgencia fue manifiesta: no se esperó a la condena de Penadés y se dejó la presunción de inocencia de lado.
El Frente Amplio, que viene pidiendo la renuncia del ministro político del gobierno no dejó pasar la oportunidad. Este es un momento de debilidad para el jerarca y la duda sobre su actuación «por acción u omisión» en una investigación no oficial, seguramente se sumará a los cuestionamientos por la entrega de un pasaporte al narcotraficante Sebastian Marset. Hasta su dimisión –anunciada sin plazo, para hacer campaña electoral de lleno– Heber será un blanco fácil para la oposición.
No obstante, el presidente respaldó a Heber una vez más, aún cuando sus socios en la coalición de gobierno comienzan a dar señales de disconformidad con el Ministro del Interior. Algo que no deja de llamar la atención, conocida la flexibilidad de Lacalle Pou en la rectificación en sus decisiones políticas, y más teniendo en cuenta que el manejo de la seguridad en la administración anterior influyó en la derrota electoral del Frente Amplio.
Del mismo modo la actuación del Senado, y posteriormente la de la Cámara de Representantes, que también expulsó a Penadés por haber sido electo diputado titular en esta legislatura, podría verse como apresurada ante el apremio político del caso. O al menos no recomendable, si se pretende que en el futuro un legislador investigado no sea «condenado» cuando aún no se ha expedido la justicia.
El cambio hacia el sistema acusatorio en proceso penal uruguayo ha tenido un impacto importante en la percepción de justicia por parte de la opinión pública. Las partes en los procesos penales –los fiscales y los abogados defensores– despiertan ahora un interés mayor en la la gente y la información parcial — muchas veces obtenida en violación a la ley– también es interpretada por la ciudadanía a través del cristal ideológico, algo de lo cual el sistema político no puede evadirse y debe empezar a pensar.
Es notorio, además, que el caso de Penadés involucra una situación vulnerabilidad que no es parte de la discusión cotidiana, salvo cuando toma estado en un caso judicial: la explotación y prostitución de la minoridad tanto en relaciones hetero como homsexuales. Pero una vez que el tema ingresa en el círculo noticioso, genera fuerte sensibilidad en la población. Y la política –y el voto– es producto no solo da la razón, la pasión juega. Y mucho.