La quema de Coranes en Suecia motivaron manifestaciones de repulsa en Iraq y, a la vez, sanciones para la nación europea. Este jueves las fuerzas de seguridad iraquíes tuvieron que dispersar multitudes de manifestantes que asaltaron la embajada sueca en Bagdad en protesta por la destrucción del libro del Corán en Suecia.
La manifestación sueca donde se incineró el libro sagrado la realizaron dos hombres que patearon un Corán, y limpiaron sus zapatos con la bandera iraquí ante cerca de 150 manifestantes. Esta fue la última demostración con quema pública de Coranes y trajo consigo la discusión sobre la libertad de expresión y demostraciones de odio.
En el país escandinavo protestar es un derecho constitucional que requiere, sin embargo, el permiso para reunirse públicamente, lo que implica que las protestas sí se hacen con permiso, el que sólo es negado por contados motivos, entre ellos, la seguridad pública.
El gobierno iraquí retiró a su encargado de negocios en Estocolmo y solicitó que el embajador sueco abandone el país, además, canceló la licencia de operación de la compañía de telecomunicaciones sueca Ericsson en Iraq.
La oficina del primer ministro iraquí, al tiempo que condenó y prometió aplicar las medidas legales correspondientes a los asaltantes de la embajada sueca, afirmó –en reproche al gobierno escandinavo –que «Conceder permiso bajo el pretexto de la libertad de expresión se considera provocativo y contrario a los convenios y normas internacionales, que enfatizan el respeto por las religiones y creencias», declaró la oficina del primer ministro iraquí.