La tendencia de un balotaje entre el oficialista Sergio Masa y el incendiario candidato Javier Milei, es irreversible. Patricia Bullrich confirmó que fue una pésima candidata de una peor que pésima estrategia de Juntos por el Cambio.
A una hora de revelados los resultados parciales, pero que no dan lugar a otra opción que entre Massa y Milei, ya empiezan las especulaciones: si el candidato en el cuarto lugar, Juan Schiaretti, le dará sus votos a Massa; si Horacio Rodriguez Larreta (o su sector) integrará el gobierno de unidad nacional que viene ofreciendo el peronista; si el radicalismo apoyará, también, al ganador de la hora; si Bullrich le dará su apoyo a Milei . . .
Y en el medio, casi ocho millones de personas que no salieron de su casa para ir a las urnas, un porcentaje cercano al 22% del padrón electoral.
Visto el resultado se confirma que la política argentina es incomprensible para los uruguayos, sean del partido que sean. Para algunos es incomprensible que Milei tenga el tercio de los votos emitidos. Para otros es incomprensible que el ministro de Economía del gobierno, que tiene casi el 50% de pobres, una inflación galopante y un dólar que duplicó su valor en apenas dos meses, haya ganado la elección. Y para bastantes es incomprensible, directamente, que Bullrich no haya tenido la capacidad de liderar la oposición.
Pero, si nos atenemos a la campaña pura y dura, las cosas no son tan incomprensibles. Massa logró despegarse del gobierno del cual es parte, con la imagen de un político estructurado que es capaz de trasmitir bien. Milei quedó a medio camino del rocanrolero de campera de cuero y el economista de corbata, derrapando en la curva de la venta de órganos y los insultos al Papa. Y Bullrich no pudo hilvanar un discurso que fuera más allá de cómo atrapar y poner presos a los delincuentes.
Y, como el diablo está en los detalles, cualquiera que haga esa lectura, que por lo menos da cierta racionalidad a lo que pasa y pasó, no debería de extrañarnos para nada que en los 27 días que quedan hasta la segunda vuelta, Massa surja como claro triunfador lógico en una situación ilógica.
Ahora, el problema, si nos atenemos a la triste historia de falta de gobernanza y honestidad pública que ha afectado a nuestra nación hermana, es saber cómo se va a controlar al peronismo de aquí en más: si ello podría pasar dentro de un gobierno de unidad nacional probable, si se lograría desde la fuerzas provinciales de Juntos por el Cambio, o si será posible por la neutralización resultante de las disputas internas entre el peronismo.
El tema es cuándo los argentinos van a preferir, como Serrat, «al sabio, por conocer, que a los locos conocidos»