Desde la antigüedad, ya Aristóteles sostenía que el hombre es un “animal político” porque le es natural vivir en sociedad y estar en los asuntos comunes de la polis; y para ello, la mejor manera es participar de forma activa en la toma de decisiones.
Así, me pregunto: ¿Es racional que el partido que ha sido más vapuleado en las últimas elecciones sea el que presente mayor cantidad de candidatos, con la disputa potencialmente ríspida que ello implica? ¿Será como afirma el refrán: “a mar revuelto, ganancia de pescador”?
Plantearme las preguntas y tratar de contestarlas me lleva a a advertir que —como sostienen varias encuestadoras— sólo hay sólo dos candidatos con chances reales de ganar la elección interna. Robert Silva y Andrés Ojeda, las credenciales versus personalismo.
La dicotomía simplifica la elección.
Por un lado Ojeda, una candidatura basada en el marketing autorreferencial, que propone la renovación del Partido Colorado a veinte años, con escasas o inexistentes propuestas concretas para atacar los problemas actuales de los uruguayos.
Por el otro, Robert Silva, cuya gestión al mando de la Anep y su basta experiencia en el ámbito público, no solo es muestra de carácter ante las adversidades sino sobre todo el éxito en el trabajo colaborativo, planificado y con resultados concretos. No es difícil vaticinar que con los años recordaremos esta transformación educativa, como «la transformación que llevó adelante Robert”.
Además, Silva es el único de los precandidatos que ya tiene conformado su equipo de trabajo en las diferentes áreas de la Administración y contando desde ya con una gran cantidad de técnicos que perfeccionan y planifican las diferentes estrategias.
Los uruguayos estamos quizá mal acostumbrados al pensar aún que los políticos deben resolver los problemas del diario vivir: así como te doy “mi voto”, tú me das la solución. Para peor, bajo esa lógica son muchos los que realizan promesas de difícil cumplimiento con el sólo fin de obtener la adhesión a su candidatura..
¿No es preferible un candidato que crea en que es posible cambiar la realidad con el esfuerzo de todos y con la exigencia y compromiso de quienes están en el poder y asumen tal responsabilidad?
Robert Silva ha demostrado ser un líder que reúne todas las condiciones no sólo para conducir un partido sino para conciliar las diferencias, dialogar y dar batalla hasta con los sectores más radicales en su ideología.
Por otra parte, ¿le sirve al Partido Colorado la candidatura de Andrés Ojeda o la misma le es funcional al Partido Nacional? No hay que olvidar que nuestra colectividad no sólo ha perdido votos, sino que además ha reducido su capacidad de anteponerse y encarar situaciones intempestivas que, aunque en toda coalición de gobierno pueden ser normales, es necesario enfrentar y limitar. A mi juicio, por lo que viene anticipando, la conducción de Ojeda sólo fomentaría la condescendencia y obsecuencia.
“El que no recoje, desparrama”, versa un antiguo versículo judeo – cristiano, y hace referencia a la capacidad de reunir, de armar y de juntar a todos aquellos que tienen un mismo sentir. Robert Silva no ha desparramado discursos altivos ni promulgado enfrentamientos, por el contrario, viene reuniendo a diferentes dispositivos argumentales y actores políticos para conformar el mejor equipo y liderar a todos los colorados.
Por último, si observamos bien —y este es un detalle no menor— Robert Silva posee una de las virtudes necesarias para alcanzar el éxito: la magnanimidad. Porque quien se sabe poseedor de un gran espíritu de lucha y trabajo, puede exigir a quienes lo rodean de la misma manera.
Por eso, votando a Silva en las próximas internas, los colorados que creen en el republicanismo, en la libertad y el esfuerzo, podrán votar con la convicción de saber no solo qué votan sino a quien votan.