Yo estaba en mi casa en Pocitos con mi dos hijas muy chiquitas y mi marido se había ido temprano para el Palacio y mamá también. Cuando me enteré —no se si me llamaron o lo vi en la televisión, no me acuerdo como— no sabía que hacer. Estaban las dos niñas ya acostadas y entonces se me ocurrió llamar al “Pelado” Lafitte, que era como parte de mi familia, y él me empezó a insistir: “flaca vení para acá, ¿querés venir para acá?” y yo le contestaba “no puedo, estoy con las niñas.” Y Lafitte me siguió insistiendo, “bueno, pero quédate tranquila, porque si querés, venís para acá” y ahí me di cuenta que ellos estaban ahí.
Después llegó mi marido a casa y me contó que papá sin volver a casa ya había ido. Lo que siguió es la historia que todos saben: que fueron a Maldonado, que estuvieron un par de días en la Laguna del Sauce —o un día— hasta que se fueron en avión a la Argentina.
Unos días después mamá llamó desde las cabinas de teléfonos que hay en la calle Corrientes en Buenos Aires para decir que estaban en el hotel Carson, y como una amiga iba para allí y se había ofrecido a llevarles lo que precisaran, fui con la señora del hermano de papá a la casa de mis padres. Vi que mama no había preparado ni siquiera un bolsito con cosas básicas, o sea, creo que a ella la pilló por sorpresa y con mi tía preparamos una valija con ropa de invierno para ellos dos. Yo no volví a verlos hasta que pude ir a Buenos Aires.
En definitiva, el ambiente estaba revuelto, se corrían rumores, pero a mí personalmente me tomó totalmente por sorpresa. Y me sorprendió que mamá—tan ordenada como era— no hubiese preparado un bolsito con lo básico, una medicación, cepillo de dientes, ropa de dormir. Como que mama salió ese día pensando que volvía a su casa. . .