La Organización de las Naciones Unidas (ONU) se fundó en 1945 con la noble visión de mantener la paz y la seguridad internacionales, fomentar la cooperación y promover los derechos humanos. A lo largo de las décadas, ha desempeñado un papel importante en la resolución de conflictos, la ayuda humanitaria y el desarrollo global.
Sin embargo, ante las complejidades geopolíticas modernas, los obstáculos a las resoluciones fundamentales, la falta de mecanismos de participación en los principales instrumentos aprobados, las deficiencias institucionales y el papel y la eficiencia de la ONU parecen ser bastante inciertos.
Uno de los aspectos más criticados de la ONU es su ineficiencia burocrática. La organización está compuesta por múltiples agencias, comités y subcomités, lo que a menudo resulta en una toma de decisiones lenta y procesos redundantes.
La estructura de la ONU, en particular el Consejo de Seguridad, con sus cinco miembros permanentes con poder de veto, refleja el orden global posterior a la Segunda Guerra Mundial más que las realidades geopolíticas contemporáneas.
Esto a menudo paraliza la toma de decisiones, como se vio en casos como la guerra civil siria o el conflicto ruso-ucraniano, donde las principales potencias utilizan su veto para bloquear acciones decisivas.
La idea de que cinco superpotencias —Estados Unidos, Rusia, China, Francia e Inglaterra— controlan el orden mundial, dado que su poder de veto puede bloquear irrevocablemente cualquier decisión destinada a mejorar situaciones complejas y peligrosas, se está convirtiendo en una carga para las potencias emergentes, que ya no aceptan seguir llevándola.
Hasta la fecha, las misiones de mantenimiento de la paz de la ONU han sido fundamentales para prevenir conflictos y mantener la estabilidad en diversas regiones. Sin embargo, su eficacia suele estar en juego debido a limitaciones operativas, falta de financiación y autoridad limitada para imponer la paz. En algunos casos, se ha acusado a las fuerzas de paz de no proteger a los civiles, como se vio en Ruanda, donde no operaron para evitar el genocidio (1994). Es evidente la necesidad de mandatos de mantenimiento de la paz más sólidos, capacidades de despliegue más rápidas y una mayor cooperación política entre los Estados miembros para ser más eficientes en la prevención y resolución de conflictos.
No obstante, agencias de la ONU, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), han contribuido significativamente a la salud y el desarrollo mundiales. Esto sin considerar el desarrollo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que plantearon algunas contradicciones: por un lado, los planes a 15 años proporcionan una hoja de ruta a seguir, de hecho apoyaron estrategias y ayudaron a reducir la pobreza y a mejorar el desarrollo mundial. Por otro lado, ambos planes fueron criticados por considerarse una imposición al Sur Global (SG), una continuación del legado colonial que considera al SG como necesitado de los países occidentales. Además, los países económicamente dominantes asumen que el desarrollo solo se logra mediante sus métodos, forzando sistemas capitalistas que eventualmente contribuirán al aumento de la pobreza.
Para mejorar su eficacia, la ONU debe someterse a reformas sustanciales. El Consejo de Seguridad debe reestructurarse para reflejar mejor las dinámicas de poder contemporáneas, posiblemente ampliando el número de miembros permanentes o revisando los mecanismos de veto. En su estado actual, no responde a los intereses y necesidades globales, sino a los intereses económicos y políticos de los Estados miembros. Además, fortalecer las alianzas con organizaciones regionales, organizaciones no gubernamentales y el sector privado podría mejorar su impacto a nivel local y regional, al asegurarse de seguir los intereses de las comunidades locales y atender sus necesidades.
Si bien la ONU sigue siendo una plataforma indispensable para la diplomacia multilateral, su estructura y mecanismos operativos actuales requieren reformas urgentes para afrontar eficazmente los desafíos del siglo XXI. Si no se adapta, su relevancia podría seguir disminuyendo en un mundo cada vez más multipolar. La comunidad internacional debe impulsar una ONU más eficiente, responsable y que refleje las realidades globales contemporáneas. Sin embargo, la relevancia de la Asamblea General se mantiene intacta, permitiendo que las minorías o las personas históricamente marginadas alcen su voz y se den a conocer, considerando que esto permite que los rivales o enemigos regionales se sienten a dialogar.
Por The European Institute for International Relations (Instituto Europeo para las Relaciones Internacionales) – 14 de marzo, 2025


