El 16 de junio de 1886 José Batlle y Ordóñez fundaba EL DIA. En aquel momento la patria se desangraba en falta de libertades y, fracasada la Revolución del Quebracho, el cometido del nuevo medio de prensa iba a la base base misma de la República. Sin libertad, la República es imposible.
No obstante, y aún siendo el propósito de la nueva prédica enorme, condición insoslayable para cualquier intento de construcción de un país bien avenido, fueron tantas las ideas, propuestas, y edificaciones promovidas desde EL DIA, que parecería desvanecerse en el tiempo que las grandes empresas colectivas descansan sobre principios irrenunciables sin cuya vigencia cualquier intento sería imposible.
EL DIA nació para defenderlos. Y cuando desde estas páginas se han cuestionado partidos, gobiernos. personas y actitudes, es bueno detenerse y recordar, antes de cualquier otra consideración, que tales partidos, gobiernos, personas y actitudes han conspirado contra dichos principios.
Aclarado el punto, y tomando como dato bueno que el país está viviendo uno de sus períodos democráticos más extensos, sin levantamientos revolucionarios ni interrupciones institucionales, es pertinente la pregunta. ¿Qué hacemos aquí?
El mundo nunca fue una plaza sencilla. Los enfrentamientos armados, los choques culturales que se resuelven violencia mediante, la degradación embrutecida de la confrontación de ideas y la comprobada vulnerabilidad de la democracia son parte de la respuesta a nuestra pregunta . En esta etapa en que le toca vivir, EL DIA quiere ser una tribuna de reflexión para, justamente, no tener que volver a ocuparse de las libertades conculcadas.
Tal vez sin el énfasis partidista del tiempo de su fundación, pero sin negar las ideas que inspiraron a Batlle, este medio reconoce los cambios brutales en la forma de comunicar y de difundir ideas, y busca adecuarse a los tiempos sin dejar de lado los fundamentos imperecederos que sirven de base a la República.
Que uno de los medios más prestigiosos de Estados Unidos, propiedad de uno de los hombres más ricos del mundo haya perdido decenas de millones de dólares en lo que va del año, y haya tenido que promover cambios en toda su dirección, delata la profundidad de la revuelta cultural y delas vicisitudes de los diarios que nacieron como prensa escrita y hoy constituyen híbridos multimedios.
Por otra parte, las redes sociales sacudieron no solo las vías de transmisión de noticias e ideas; promovieron como actores a millones de personas que son el centro de un universo de comunicación propio. Y esto, si bien puede ser considerado un avance en lo que hace al ejercicio de las libertades individuales, también ha mostrado su lado negativo: el universo de comunicación propio es vulnerable a las noticias falsas, los discursos inflamatorios y la contraposición de visiones radicales, en blanco y negro, sin el espíritu crítico que reivindica los grises para enfrentar problemas.
El debate que se ha instalado en esta nueva realidad es quién y cómo se han de regular las plataformas on line, que, por otra parte, están manos de actores económicamente poderosísimos. Baste recordar como botón de muestra –y más allá del motivo puntual– que un expresidente de Estados Unidos fue impedido de continuar usando Twitter (ahora X) sin intervención judicial. Claramente asistimos a una realidad donde viejos paradigmas no logran encajar.
Mientras tanto, en Uruguay, donde se debate una ley regulatoria de medios audiovisuales, cuyo debate debería ser tanto más sencillo, se ha «colado» una norma que abre una rendija a una especie de censura previa, cuya sola enunciación espeluzna.
Entonces, en medio de los cambios vertiginosos de las comunicaciones –entre los cuales no suena extraño que desde un país se dirijan campañas para influir subrepticiamente el voto de ciudadanos de otra nación, y ante la eventualidad de tener que ocuparse de viejos debates sobre las libertades fundamentales como la de prensa (sin la cual tantas otras no serían ejercidas) EL DIA encuentra su razón de ser.
Hoy como hace 138 años