En la edición del Semanario ¡Viva Batlle! que se distribuye con EL DIA, Leopoldo Trivel analiza los “caminos inesperados” de la política a partir de las campañas políticas, en particular la del candidato del Partido Colorado, Andrés Ojeda, al que pone como ejemplo de todos los nuevos males de la política.
El integrante del Instituto Paso Morlán, institución constituida para repensar el Batllismo según entiendo, hace sus observaciones con un título agresivo, tal vez para captar la atención del lector: “Mr Músculo, el fregón de la política”. Se refiere, obviamente, a Ojeda.
Fregón, según la Real Academia Española, en América Central, Ecuador y México, define algo o alguien, “que produce molestias”. En otra acepción, en México, es “destacado o competente en lo suyo”. La Academia también define a la palabra, en femenino y despectivamente como “criada que sirve en la cocina y friega” y “mujer tosca e ínculta”.
No queda muy claro el propósito y el sentido que el autor quiso darle a la palabra, pero me inclino que la misma es utilizada despectivamente. Porque le reprocha al candidato que su eslogan “el nuevo presidente” es “un lema vacío” cuyo objetivo es constituirse en el líder del marketing, no necesariamente del país.
Un eslogan, si uno pierde unos minutos en Google para intentar saber de qué se está hablando, no es otra cosa que una “fórmula breve y original utilizada para publicidad y/o propaganda”. Recordemos algunos: «Adelante con Fe»; «El cambio en Paz», «Yes we can»; «Síganme». . . Para alguien que se postula a la presidencia, anunciarse como «el nuevo presidente» no parece muy desatinado, no? Sobre todo si el eslogan es algo “descriptivo” (describe características), “informativo” (explica algo), “de distinción” (expone particularidades para diferenciarse).
Entonces, si se pretende que el eslogan sea una “verdadera propuesta” además de cometer un exceso, se está negando la esencia de la palabra. Un eslogan no es un programa de principios, aunque encuentre sus fundamentos en una idea más profunda: «Yanquis go home»
No tengo idea si Trivel es especialista en publicidad. Pero en estos días tuve la oportunidad de escuchar una conferencia sobre marketing político en la que intervinieron Patricia Lussich, Alvaro Auchaín y Gonzalo Moreira, en la cual es posible encontrarle explicaciones a la campaña de Ojeda y quitarle el dramatismo que se le pretende dar a la misma.
La campañas publicitarias, según los que saben, tienen distintos públicos, diversos objetivos y relativo peso en el triunfo de un candidato. Y si no entendí mal juzgar a los políticos por la publicidad que utilizan no es necesariamente correcto. A mi juicio es lo que pasa en este caso: veo como un especie de ensañamiento porque el publicista de Ojeda parece haber dado en el clavo y no en la herradura.
Más bien que el que el que pegó equivocado y quedo en off side con esto de la campaña de Ojeda fue el Senador Mario Bergara que –encendiendo la mecha de las críticas– dijo que colorado “banaliza” la política con su campaña. Banalizar, según la Real Academia, es dar a algo carácter banal, y algo banal es algo insustancial, insignificante, irrelevante. Una cosa en una publicidad banal, otra cosa es hacer política banal. La primera podría ser el caso de la campaña de colorado, y está dentro de las reglas del juego. La segunda es lo que hizo el frustrado precandidato frentista, no debería estar en las reglas del juego.
Primero, no debe de existir algo mas trivial que el programa La Máscara en el cual Bergara participó, y se adaptó al libreto. Y vamos a las cosas: el exministro no fue al programa en tanto entretainer, como se dice ahora. Fue porque es un político (a eso debe su fama) y seguramente quiso aprovechar la popularidad de un programa frívolo y liviano para ver si llega a una audiencia particular. Son apuestas. . . como la de Ojeda. Pero, claro, para algunos la frivolidad tiene ideología y no deja ver la viga en el ojo propio. Para los demás, consejos, para mi, conejos.
Ahora, a fuer de sincero, los que quieran votar y seguir las propuestas de Bergara como acciones y opciones políticas van a descubrir algo más que su cara bajo el capibara de cartón. Seguramente si analizan sus críticas al plebiscito para derogar la nueva ley de Reforma de la Seguridad Social, se van a encontrar a un economista estructurado, y no los dientes de roedor mas grande del mundo. Lo mismo sucede con Ojeda cuando se refiere a la seguridad, materia de su especialidad; posiblemente sus seguidores vean su preocupación en el tema más que sus bíceps flexionados.
Y vamos a entendernos, a mi la aparición de Bergara en La Máscara no me gusta: que los legisladores se presten en ofertas de entretenimiento superfluas no me convence. Y tampoco me pareció estéticamente atractivo el spot publicitario de Ojeda en el gimnasio. . . en realidad no me agrega nada. Pero, insisto, ni el programa en que apareció Bergara (que nunca vi) ni la publicidad de Ojeda (de la que me enteré por las redes sociales) están dirigidas al público objetivo del cual formo parte. Y de ahí en adelante no me corto las venas, ni ando con moralinas.
Y lo confieso, me extraña ese ensañamiento con Ojeda (tal vez no debiera hacerlo tanto) . El autor de la nota que comento opina que “las redes sociales han convertido a los políticos en figuras que, más que líderes, parecen influencers” y me pregunto: ¿Por qué, si eso pasa con todos, o muchos, de los políticos nacionales, sólo tomársela y destacar a uno solo? Si vamos a buscar ejemplos de mujeres y hombres públicos que no siempre trasmiten o discuten ideas, y hasta tienen actitudes medio payasescas durante las campañas, vamos a encontrar varios casos. Hay algunos que aún tengo grabados corriendo por calles y parques con una bandera desplegada, otros bicecleteando y otros haciendo la bandera. Cosas veredes. . .
Pero claro, Trivel, que obviamente no vota a Ojeda, aprovecha la bolada, y ya que está, enumera todos los problemas del país y casi casi que insinúa que los mismos no están en la agenda del Partido Colorado, ni su candidato. Aún cuando en las redes sociales dicho candidato a «nuevo presidente» haya salido a publicitar su programa y sus propuestas. Le gustarán o no al autor, pero de ahí querer presentarlo indiferente ante temas que requieren atención, no me parece que ayude a mejorar la discusión política.
Sobre todo porque ha sido el propio Ojeda el que ha reclamado contraponer públicamente sus ideas con todos los candidatos a la primera magistratura y fue el del Frente Amplio que, aduciendo razones que se podrán compartir o no, se ha negado a hacerlo.
En fin, coincido con Trivel que los ciudadanos debemos aspirar a mejores formas de hacer política que aquellas que vienen degradándose por varios motivos y algún actor. Reconocer que entre estos últimos hay de todos los colores, es una forma contribuir a mejores maneras de hacer periodismo.
Eso es lo que pretendo editando El Día sin ningún otro tipo de aspiración o fin. Y, fiel a esa idea es que apoyé la iniciativa del Instituto Paso Morlán. Para la construcción de República a partir de visiones críticas. Pero no flechadas.