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Editor responsable: Rafael Franzini Batlle
sábado, diciembre 20, 2025

Promesas y papelones: crónica de una interna anunciada

Si algo ha quedado claro en estos meses, es que el nuevo gobierno frenteamplista sufre de una preocupante esquizofrenia política. Por un lado, nos habla de transformaciones profundas; por el otro, parece tropezar en cada ejecución concreta. Uno podría preguntarse, con cierta ironía seria, si la verdadera ambición del Frente Amplio no es gobernar, sino competir entre sí hacia 2029. Porque, viendo el escenario, más que un Consejo de Ministros esto parece una carrera pre-electoral temprana: cada figura lanzando su propia agendita sectorial y midiendo fuerzas, mientras la gestión queda en segundo plano.

Resulta casi tragicómico que tras cinco años en la oposición –tiempo de sobra para preparar un programa coherente– el Frente Amplio vuelva al poder sin un libreto claro. ¿Dónde quedó aquella capacidad de planificación de la que hacían gala? Sabemos que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. Pero en este caso, los problemas de este gobierno quizás se resolverían con más seriedad y menos improvisación. Un gobierno debería distinguirse por su rigor y racionalidad: estudiar los asuntos a profundidad, pactar con opositores lealmente y poner al Uruguay por encima de los egos partidarios. Lamentablemente, de eso, nada.

El episodio del pasaporte será recordado como un manual de lo que no se debe hacer: una reforma administrativa sin consulta técnica, que derivó en papelón internacional. Mientras tanto, el innovador “diálogo social” nació estrellado por no invitar de verdad a quienes piensan distinto. Y qué decir de la promesa de reducir la jornada laboral mágicamente: sonar, suena lindo; pero prometer sin plan es vender humo. El Uruguay productivo no se levanta con discursos de tribuna, sino con acuerdos responsables entre trabajadores, empresarios y Estado. Eso implica estudio serio, piloto de implementación, compensaciones. Pero de eso, nada

En materia de agua, se aplaude la intención de asegurar el suministro, pero ¡vaya forma de hacerlo! Cancelan un proyecto listo para licitar (Neptuno) para volver a uno que había quedado en el tintero (Casupá), todo en nombre de viejas banderas. ¿El resultado? Seguiremos bebiendo del mismo río único y rogando a San Pedro que llueva, porque diversificar fuentes no era prioridad. Decisiones así huelen más a revanchismo político que a amor por el Uruguay profundo. Un enfoque pragmático –ese que caracterizó a los mejores gobiernos batllistas– habría sido continuar lo bueno heredado y corregir lo malo, no borrar con el codo lo hecho por pique ideológico. De eso, nada.

Lo más preocupante, sin embargo, es la parálisis que genera la interna frentista. Con ministros y jerarcas más enfocados en cuidar su quintita y posicionarse ellos y sus sectores, el país entero queda a la deriva. El Frente Amplio prometió “un gobierno de esperanza”, pero está entregando un espectáculo de divisiones y balbuceos. No podemos esperar a que ellos ordenen su casa. Hace falta liderazgo y claridad ahora. Mientras los de arriba pelean por quién llegará mejor al 2029, acá abajo la gente de a pie espera respuestas en 2025: seguridad, empleo, costo de vida, agua potable. Cosas concretas, pero de eso, nada.

Creemos en la moderación, el acuerdo y la eficiencia. Criticamos con tristeza la falta de coherencia de este gobierno porque deseamos que a Uruguay le vaya bien. Ojalá el presidente Orsi recuerde que él fue electo para conducir un equipo, no para arbitrar un torneo de vanidades. Si no logra alinear a su tropa y fijar un rumbo único, los grandes perdedores serán todos los uruguayos. El legado de Batlle nos enseña que gobernar es priorizar el interés común sobre las ambiciones personales. Aún están a tiempo de corregir el camino: se necesitan menos anuncios rimbombantes y más trabajo serio, menos competición interna y más visión de Estado. Por ahora, de eso, nada.

Uruguay merece un gobierno que gobierne, sin excusas ni desvíos. Lo que hemos visto hasta ahora son titubeos y contradicciones impropias de una fuerza que cuenta con mayoría en el Senado y un mandato claro. Si el Frente Amplio no corrige el rumbo —con humildad para reconocer sus errores y liderazgo para alinear a su equipo—, será muy difícil que cumpla las transformaciones que prometió. La ciudadanía no votó para asistir a una interna en cámara lenta, sino para ver resultados concretos. Y si el gobierno insiste en confundir protagonismo sectorial con responsabilidad colectiva, será juzgado con la severidad que merecen los que desperdician el poder que les confía el pueblo. Aún hay tiempo, pero no sobra. Gobernar no es figurar: es decidir, unir y cumplir. Y ese reloj ya empezó a correr.

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