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Presidente demediado, oposición tuerta
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Sabemos que, como el vizconde demediado de Italo Calvino, el Presidente Boric está dividido en dos mitades que van por el mundo haciendo su propia vida. Y si faltasen pruebas, él mismo lo admitió en la entrevista que concedió al programa HardTalk de la BBCStephen Sackur le preguntó directamente “¿Hay una parte de usted que quiere derrocar el capitalismo en Chile?”, a lo que Boric contestó “parte de mí”.

La confesión no puede ser más honesta, casi candorosa: quizás a todos nos queda algo, resabios, nostalgia, bellos (o malos) recuerdos de cuando éramos jóvenes y creíamos que ser realista era pedir lo imposible. La cuestión que importa, en lo que toca al Presidente de la República de Chile, es qué siente y qué quiere la otra parte de él, y cuál de las dos partes de este Presidente demediado es la que conduce sus acciones.

La respuesta a la primera interrogante estaba en la misma entrevista, sólo que los adversarios políticos del Presidente prefirieron ignorarla para sacar mejor provecho de su candor juvenil. Lo que agregó el Presidente fue: «… una de las cosas que he aprendido en el cargo, y no sólo en el cargo, y puede ser bastante obvia, pero ahora está muy clara, es que no puedes refundar un país. Todos los cambios que perduran en el tiempo deben ser progresivos y deben contar con mayorías sólidas, y tienes que construir esas mayorías sólidas que no son fáciles de construir». Una declaración que suscribiría cualquier social demócrata.

La segunda interrogante tiene una respuesta más difícil o, en realidad, ninguna. Porque, como debemos sufrir constantemente las chilenas y chilenos, el Presidente oscila de manera inquietante en sus decisiones, aparentemente buscando dar satisfacción, simultáneamente, a las dos alas de su gobierno que parece tan demediado como el mismo Presidente.

He aquí entonces que, como el vizconde calviniano, nuestro Presidente no sólo tiene dos mitades que se mueven con independencia, sino que una es buena y la otra mala, sin que ninguna logre imponerse sobre la otra. Esto podría verse como un defecto importante del Mandatario, pero sus adversarios pueden verlo también como una oportunidad y actuar en consecuencia. Una oposición constructiva, que tuviese al país como preocupación y no los intereses propios, debería buscar en la mitad “buena” de Boric aquellas posibilidades que permitan al país avanzar. Desafortunadamente eso, hasta ahora, no ha ocurrido y, así como ignoró las dos partes de la respuesta a la BBC, una oposición tuerta sólo mira con el ojo que ve la parte mala del Presidente. En esas condiciones, naturalmente, no existe posibilidad alguna de acuerdos que permitan al país avanzar, aunque sea sólo un poquito, en la solución de sus problemas.

Desde luego la oposición puede argüir que el gobierno no le deja espacio para una negociación y menos para acuerdos negociados, aquellos que resultan cuando las dos partes ceden en algo sus pretensiones. Si es necesario un ejemplo, el más adecuado parece ser el de la posible reforma al sistema de pensiones, pues los parlamentarios de la UDI se retiraron recientemente de una mesa de diálogo sobre el tema. Preguntémonos, pues, ¿existen áreas en relación con una eventual reforma previsional, en que gobierno y oposición puedan llegar a acuerdos?

Sí las hay. Por ejemplo, ya parece haber consenso técnico y aceptación política acerca de la necesidad de reducir el número de opciones de fondos de alto riesgo que hoy significan peligros inminentes de reducción drásticas de sus fondos para cuentahabientes de bajos ingresos (que son la mayoría de las personas que actualmente cotizan en el sistema). El acuerdo sobre la necesidad de eliminar algunos fondos de alto riesgo está asociado a la idea de limitar la adopción de los fondos más riesgosos a personas jóvenes y excluir de ellos a personas que están próximas a la jubilación y para las cuales una reducción de sus fondos de retiro podría ser irrecuperable.

En aquellos puntos en que existen mayores diferencias, también es posible llegar a acuerdos. Todo depende de la voluntad de buscar soluciones que signifiquen perfeccionamiento del sistema. Uno de esos puntos versa sobre el destino del incremento de la tasa de cotización actual en un 6%,materia en la que sí hay acuerdo. El gobierno ha propuesto que esos recursos vayan a un fondo solidario destinado a mejorar las pensiones de quienes se van a pensionar en el futuro inmediato. La oposición acusa a ese procedimiento de ser una “estatización” disfrazada de los fondos y exige que todo el 6% vaya a cuentas individuales. El gobierno replica que, si se procediese de esa manera, esos fondos van a resultar en una mejora significativa de sus pensiones para quienes dejen de ser activos en muchos años más, mientras que quienes se jubilen en los próximos años van a seguir recibiendo pensiones equivalentes a las que se reciben hoy.

Ambos argumentos son razonables y no tienen por qué ser incompatibles. Una manera de compatibilizarlos es destinar inicialmente una parte o todos los recursos que genere ese 6% adicional a un fondo solidario que permita financiar la mejora de las pensiones durante los años próximos inmediatos y que esa parte vaya disminuyendo progresivamente en el tiempo hasta desaparecer completamente, de modo de terminar por completo en cuentas individuales en el futuro mediato. Ambas preocupaciones quedarían así satisfechas: La mejora inmediata de pensiones para los que están por jubilarse y el incremento de los fondos de quienes se jubilarán en un futuro más lejano.

Otro tema de diferencias se origina en las altas comisiones que cobran las AFP por los servicios conexos a la administración de los fondos propiamente tales (principalmente información a cuentahabientes). El gobierno ha propuesto como una forma de eliminar ese gasto para los cuentahabientes, transferir esas actividades conexas al sector público para su administración. La oposición no acepta esa posibilidad, en parte quizás por presión de las AFP que de ese modo perderían una parte importante de sus ingresos y en parte, también, por una actitud reluctante a la participación del Estado en el sistema. El senador Francisco Chahuán, presidente de Renovación Nacional, ha abierto una posibilidad intermedia: que esos servicios sean prestados por una empresa privada, ganadora de una licitación y sujeta por consiguiente a la regulación de sus comisiones o cobros de acuerdo a una Ley. De ese modo el Estado satisfaría su intención de reducir las comisiones (aunque no a cero, como ocurriría si la actividad la realizase directamente el Estado) y la oposición su pretensión de excluir del sistema al Estado.

Son sólo ejemplos, pero ilustran acerca de las posibilidades reales de llegar a acuerdos. Por ahora sólo queda cruzar los dedos y desear que la mitad buena de Boric se imponga sobre la mala pero, si eso no ocurre, que la oposición no desperdicie la oportunidad que ahora tiene de avanzar aunque sólo sea parcialmente en la solución de los problemas del país y, a falta de un Boric completo, acepte buscar acuerdos con la mitad buena de nuestro presidente demediado.

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