La participación del presidente Luis Lacalle Pou en el evento convocado por su homólogo brasileño Luiz Lula Da Silva ayer en Brasilia dejó en claro los principios que Uruguay debe defender en los foros internacionales.
Quedó de manifiesto que así como en muchos puntos estratégicos debe existir una política de Estado nacional, en el ámbito internacional es deseable un visión con enfoque sustentable sin influencias ideológicas de corto plazo.
Si ha de admitirse alguna idea que influencie a las grandes decisiones que moldean la construcción de los espacios jurídicos supranacionales sólo pueden ser aquellas que se inspiren en el derecho natural.
Basta traer a colación la poca vida, eficacia y eficiencia que han tenido, y seguramente tendrán, las organizaciones internacionales fundadas en ideologías que parten al mundo dos para concluir que sólo vale la pena fortalecer aquellas que son garantía de permanencia en la acción en el marco de los valores universales.
Es cierto, las relaciones bilaterales o regionales no se agotan en la defensa de la Paz o la Justicia. Pero convengamos que el relacionamiento comercial, arancelario o energético, sea bilateral o producto de la integración regional, es más fácil si se enmarca en valores supremos.
Subrayamos la intervención del mandatario uruguayo dirigida a encarar acciones concretas de integración; ese pareció ser el origen del “retiro presidencial” promovido por Lula. Porque, bien que se mire, los gobernantes serán juzgados por sus logros y sus gobiernos indefectiblemente tendrán un fin.
Pero más destacamos su condena al régimen venezolano en el contexto de un evento que, aunque promovido para lograr la integración regional, incluyó otros objetivos como el respeto a los Derechos Humanos, la defensa de la Democracia y la protección a las Instituciones.
Si se se pretendía seriamente entrar en ese campo, sentados los jefes de gobierno en la misma mesa que se sienta Nicolás Maduro, no había lugar para eufemismos y dobleces. Un mínimo de honestidad intelectual imponía no “tapar el sol con un dedo”, y promover la ayuda a Venezuela a partir del reconocimiento de una verdad que rompe los ojos.
La resistencia de Lacalle a organizaciones de corte ideológico como UNASUR y PROSUR se basa en el rechazo mutuo que ellas provocan en la región, un obstáculo real a integración . Si se quiere es una posición pragmática para lograr mejores resultados en su gestión. Está bien.
Pero la condena a regímenes como el venezolano es destacable por otro causa: no está basada en la conveniencia del momento, ni persigue logros en su mandato. Le viene de la historia, es parte de su investidura más allá de cualquier consideración. Le es exigible.
Porque nuestra República es todo lo que Maduro no representa.