Nicolás Maduro lleva ya 10 años al frente del gobierno de Venezuela, en ese tiempo ha sido protagonista del más grande colapso económico del país caribeño que hoy se encuentra sumido en la pobreza, atravesado por el éxodo de sus habitantes, gran represión a quienes piensan diferente y un dominio total de los medios de comunicación, lo que implica tras bambalinas un innumerable sinfín de amenazas y censura a los llamados «periodistas disidentes». El próximo año, los venezolanos celebrarán las elecciones presidenciales y esto sin dudas puede marcar una diferencia de cara al futuro. Maduro podría perder la elección si los opositores a su régimen se unen y la comunidad internacional permanece atenta al proceso electoral, que anteriormente ha sido sindicado como «fraudulento» según observadores internacionales.
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Hay tendencia a creer que la población estaría dispuesta a concurrir masivamente a las unas y de esa manera ponerle fin a la «era» Maduro, esto se vio reflejado en las pasadas elecciones primarias de la oposición, donde la gente fue en gran número a sufragar y otorgaron a María Corina Machado, una exdiputada venezolana, la posibilidad de competir por la presidencia del país. Hay otro detalle a destacar, que alienta a quienes ya predicen el fin de Maduro, y se trata de que el Gobierno no impidió judicialmente ni aplicando sus métodos de violencia que se celebraran esas elecciones internas que resultarían con el liderazgo opositor de Machado.
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El régimen de Maduro es plenamente consciente del riesgo que corre su continuidad en las elecciones presidenciales del 2024. Su objetivo es convencer a la gente de que el cambio es imposible con la oposición, y de que a los venezolanos les irá mejor si se quedan en casa en lugar de ir a votar, desalentando la concurrencia a las urnas. La oposición de Venezuela debe contrarrestar esas tácticas con un firme llamado a la participación e instando a la comunidad internacional a observar el proceso permanentemente.