En quince días los uruguayos comenzarán a decidir su próximo gobierno. Como seguramente ningún candidato partidario logrará la mayoría necesaria para asumir la primera magistratura del país una vez más la ciudadanía tendrá que dar su veredicto presidencial mediante el horrible balotaje, un sistema siniestro, potenciador del personalismo.
No obstante lo anterior, el Poder Legislativo, contrapeso natural de la administración en un Estado de Derecho, quedará casi que enteramente definido, a la espera del Presidente del Senado y la Asamblea General.
EL DIA siente que es parte de su prédica definir su posición ante ésta y cualquier otra elección. Habiendo quedado atrás la época del periodismo partidario, subsiste empero la idea que sustenta a esta tribuna. No hemos ocultado desde que iniciamos esta nueva etapa de EL DIA, en versión digital, la inspiración batllista que nos anima.
Naturalmente, cuesta cada día más no encontrar la impronta batllista en la vida nacional y, dentro de ella, aún en la mayoría de los partidos que cubren las opciones políticas del país. De ahí que se discuta —a veces honestamente, otras cuantas no tanto— si las ideas de Batlle y Ordóñez no permearon a lo largo de la historia en todas las colectividades uruguayas.
Este medio no cree ni concibe el batllismo sin el Partido Colorado. Aún cuando en la interna del partido de la Defensa la corriente batllista no haya sido siempre la mayoritaria, la misma ha influido suficientemente para que la colectividad de Rivera no perdiera totalmente la identidad que le imprimió Batlle y Ordoñez.
Por eso aún reconociendo la influencia de Don Pepe en todos y cualquier partido, si nos remontamos a la génesis y evolución de cada colectividad se nos hace imposible sostener mas elementos del batllismo que los que puedan darse dentro del Partido Colorado.
Somos perfectamente conscientes desde un tiempo a esta parte, y notoriamente en las campañas electorales, que los partidos políticos parecen vacíos de la inspiración histórica que llevó a su formación. Tanto en las colectividades tradicionales, como en las de origen foráneo. Las nuevas formas de comunicación, los nuevos políticos y los nuevos electores han pasado por un proceso en el que la transmisión de las ideas no va más allá de ciertas imágenes o eslóganes.
Sin embargo, puestos en sus cargos electivos los representantes de la ciudadanía que poco o nada mencionaron en campaña las bases ideológicas en que se nutren, obran, con mayor o menor suerte, de acuerdo a las corrientes de opinión correspondientes a sus orígenes.
Por todas estas razones, aunque no nos conforme enteramente el funcionamiento del Partido Colorado —por lo que continuaremos abogando para que su Convención y sus otros órganos sean más activos— apoyaremos a la fórmula que lo representa, que fue el producto de un justa democrática ejemplar.
Y para la conformación del Parlamento, desde donde queremos ver proyectos de ley que se correspondan con nuestra visión humanista de la dignidad humana, la salud, la educación, la seguridad, la gobernanza y su transparencia y la distribución de la riqueza, sentimos que las iniciativas tras el movimiento Crece son las que más nos representan.
