El pasado fin de semana, comenzaron protestas en Francia desencadenadas por la muerte del joven Nahel, de 17 años y origen argelino, a quien un policía disparó en un operativo rutinario de tránsito en las inmediaciones de Paris.
Francia ha tenido problemas con la violencia policial en los controles de tráfico, con trece personas muertas durante paradas policiales durante el año pasado. Si bien el adolescente había sido protagonista de cinco paradas de tráfico diferentes desde 2021, no tenía antecedentes penales.
Las protestas se han vuelto violentas luego de años de violencia policial, en medio de una economía estancada. Hasta el domingo por la mañana, el Ministerio del Interior de Francia informó que 719 personas habían sido arrestadas durante las manifestaciones.
Nahel fue enterrado el sábado y el policía que le disparó fue imputado preliminarmente por homicidio voluntario, lo cual no es común en estos casos.
Muchas personas que viven en los suburbios de París provienen de antiguas colonias francesas como Argelia y enfrentan pobreza, un sesgo policial y falta de oportunidades laborales a pesar de haberse mudado a Francia en busca de mejor vida.
Las protestas rápidamente se convirtieron en disturbios, con daños a casas y automóviles, mientras la policía disparaba gas lacrimógeno y granadas aturdidoras. La residencia del alcalde de centro-derecha de l’Hay-les-Roses, un suburbio de París, fue destrozada por un auto en llamas el sábado por la noche, resultando herida su esposa. «Anoche fue un hito nuevo en horror y desgracia», tuiteó el alcalde.
Mientras tanto el alcalde en el suburbio de La Riche, cerca de la ciudad de Tours, reportó que los manifestantes intentaron incendiar su automóvil. El primer ministro de Francia calificó los incidentes como «ataques intolerables».
El gobierno francés ha enviado más de 45,000 agentes de policía y ha autorizado el uso de vehículos blindados y helicópteros contra los manifestantes, lo que llevó a una mañana de domingo más tranquila.