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Neopopulismo
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David Leonhardt, columnista de opinión sobre política y economía del The New York Times ha planteado una nueva denominación para el centro político de Estados Unidos: neopopulismo.

El periodista le ha venido a dar nombre a una tendencia que —observa— trasciende la polarización que en general se da por sentada en su país. “Washington, uno escucha frecuentemente, es un lugar tan polarizado que nuestros líderes apenas logran hacer cosas. Pero esa noción no es exactamente consistente con los últimos años”.

El autor nota que si bien es cierto una radicalización de los discursos partidarios —sólo con pensar en el 6 de enero de 2020 debiera excusarlo de mayor elaboración al respecto—establece que algunos datos objetivos, permiten, sin embargo interpretar coherentemente la siguiente afirmación: Estados Unidos es un país radicalizado en el cual, sin embargo, se han afirmado soluciones que pasan por el acuerdo entre los dos partidos (bipartidismo)

Para fundarlo, Leonhardt propone los siguientes ejemplos:

1 El presidente Joe Biden, que ha mantenido varias de las políticas comerciales de Donald Trump, anunció el fin de semana pasado que estaba extendiendo tarifa en productos hechos en China;

2 Este mes de mayo los representantes demócratas en la Cámara Baja, rescataron al Presidente de la Cámara, un republicano a quien la extrema derecha del partido quiso desbancar luego de que él ayudó a aprobar ayuda exterior fomentada por los dos partidos;

3 La senadora Elizabeth Warren, una líder progresista, ha trabajado en una ley con varios senadores republicanos conservadores, como Josh Hawley y J. D. Vance;

4 El senador Vance, a su turno, felicitó a Lina Khan, la jefa de la Comisión de Comercio Federal, y una de las más progresistas de la Administración Biden, por “estar haciendo un muy buen trabajo”;

5 Biden ha firmado más leyes bipartidistas —en infraestructura, semiconductores, regulación de armas para evitar la violencia, procesos electorales y más— que cualquier otro presidente en décadas.

Y es cierto, todos los puntos anotados por el periodista son ciertos y necesitaron del concurso de legisladores demócratas y republicanos para convertirse en leyes, regulaciones que ponen el marco a políticas públicas que no encuentran mayor resistencia en el electorado estadounidense. O por lo menos no lo hace al momento de seguir adhiriendo a uno u otro de los polos partidarios, cada vez más a la “derecha” o a la “izquierda”.

Pero lo interesante del análisis, que podría presentar material para la reflexión de los uruguayos —en mi ha provocado la irresistible tentación de comparar actitudes y realidades más allá de las insalvables diferencias—, son los fundamentos sociales de un cambio que se sobrepone a sentir binario partidista.

De acuerdo con Leonhardt, la mayoría de los estadounidenses concuerdan en lo siguiente: las bondades del capitalismo pero, al mismo tiempo, la necesidad de intervención del gobierno para remediar los defectos del mercado; les preocupa el poder que tienen las grandes compañías y son escépticos tanto respecto al libre comercio como a los altos índices de inmigración. Por su puesto, ven, no sin cierto temor, el crecimiento chino.

“Yo describo este nuevo consenso como neopopulismo. Durante un cuarto de siglo antes del fin de la Guerra fría, quienes desarrollaban las políticas publicas operaban bajo un consenso diferente, conocido ya como neoliberalismo o el ‘Consenso de Washington’» nos dice el autor, quien agrega que ese viejo paradigma propugnaba que “el mercado capitalista, librado a su acción, traería prosperidad a Estados Unidos y libertad al resto del mundo”

Para el autor —y esto es interesante de notar— el “Consenso de Washington” nunca fue enteramente aceptado por la mayoría de la sociedad estadounidense y con razón: “el Neoliberalismo falló en cumplir con sus promesas. Los ingresos para la mayor parte de la población norteamericana ha crecido lentamente y China y Rusia se han apartado lejos de la democracia liberal”.

Pienso en las similitudes del sentimiento popular estadounidense y el de los uruguayos. Nosotros tenemos incorporado a nuestro imaginario grandes ventajas del neoliberalismo, aunque algunos gobiernos se inspiraron en esas ideas para alivianar la pesada carga de un Estado enorme y amorfo. Como sea, para el autor los norteamericanos estaban más preocupados con un mundo “en el que las fronteras nacionales significaban menos y los bienes y el capital y la gente se podían mover más libremente”. ¿Quien ha dicho globalización?

Salvando la distancias, podemos decir que a nosotros, en el sur, también nos trajo algún resquemor que otro los resultados de la globalización.

Para Leonhardt el nepopulismo, se estableció como una reacción de los políticos al sentir mayoritario de la población. Esto le permite afirmar que, “hasta cierto grado, tanto los demócratas como los republicanos —ambos Biden y Donald Trump— lo han adoptado”.

Aportando las opiniones del director de un Think tank conservador, Oren Cass, que ha dicho que “hay nuevos problemas en el mundo y está emergiendo un consenso  sobre cuáles son” y de Jake Sullivaan —famoso por estos días por su posición como asesor de seguridad de Biden — que sostiene que “el centro de gravedad se está moviendo para bien”, el periodista ve puntos de aproximación en el pensamiento y acción de uno y otro partido norteamericano. Además, entiende que el reciente libro de historiador Gary Gerstle captura la nueva realidad desde el mismísimo título,The Rise and Fall of the Neoliberal Order.”  (El ascenso y acid del Orden Neoliberal).

En suma, Leonhardt propone que aún cuando la noción de “centro” puede ser aborrecida tanto por progresistas como por conservadores, porque implica la idea misma de la moderación, en el neopopulismo el centro es distinto y no siempre moderado (¿será por la radicalización a que se ha llegado, me pregunto?) 

Los ejemplos que nos brinda hablan por si solos. “Forzar la salida de una aplicación app [Tik Tok] no es precisamente tímido, como tampoco lo es confrontar a China y a Rusia”.Y agrega: “Las leyes para reconstruir la Infraestructura estadounidense y fortalecer la industria de los semiconductores son políticas económicas ambiciosas.”

En fin, leyendo el artículo con la mente abierta que requieren los tiempos de un mundo cada vez más pequeño, tremendamente interactuado, quizá podamos los uruguayos reflejarnosen algunos de los hechos que el columnista del Times manifiesta en su artículo. 

A todo esto, la construcción de un nuevo centro compartido, de un nuevo paradigma —se me ocurre— también puede tener su origen en el cansancio de la gente de los juegos de la política. Leonhardt nos recuerda que el momento culminante de la época partidista plena la podemos encontrar luego de la elección de Barack Obama, quien en su paso por el senado previo a ser ungido presidente se mostró como un hábil negociador.

Ya desde el poder Ejecutivo Obama aspiró a leyes bipartidistas en dos campos esenciales, la salud y la energía limpia. Su mayor obstáculo fue el líder republicano en el Senado, Mitch McConell quien “creía que permitirle a Obama promulgar tales leyes lo fortalecería” razón por la cual convenció a muchos de sus correligionarios a oponerse a cuanta política fundamental propusiese el presidente.

Por lo pronto una mirada profunda de las cosas además de informarnos nos podría iluminar. Acordémonos de la furibunda oposición de la izquierda a la reforma de Rama.

En fin, interpela el autor, hacia adonde se podrían dirigir otras políticas nacidas del neopopulismo en Norteamérica. Y se contesta: “Tal vez a una legislación que trate el ascenso chino y políticas dirigidas a proteger la industria norteamericana. Una ley que asegure a los los Estados Unidos el acceso a minerales esenciales, como el litio y el cobre, calificaría como parte de esas políticas”.

En Uruguay, insisto, salvando las distancias, políticas basadas en tenor de consenso podrían, más allá de la conocida vocinglería, mantener lo esencial de los fines equiparadores  que persigue la educación y la justicia que supone la seguridad social. 

¿Porqué no? Los gobiernos uruguayos de la nueva era democrática, todos —incluidos los del Frente Amplio— aplicaron políticas monetarias que a esta altura, no son muy debatidas que digamos sin por ello dejar de lado, ya que estamos dando ejemplos de políticas que van permeando a las distintas administraciones, que el Estado ya no es exclusivamente “juez y gendarme”. 

Ahí tenemos los batllistas y su estatismo, la coalición frenteamplista que reivindica la justicia social como razón de ser y hasta un presidente de orígenes herreristas que piensa que el Estado “debe hacer piecito” a ciertos sectores de la sociedad. 

Si por esto se dijese que en Uruguay hay una especie de “neopopulismo” creo que nadie se ofendería demasiado.

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