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Editor responsable: Rafael Franzini Batlle
viernes, diciembre 19, 2025

Mano dura: edición inflable

Las nuevas propuestas de seguridad del Partido Nacional llegan con la solemnidad de quien cree estar presentando un cambio de época. Pero basta con abrir el paquete para descubrir que no estamos ante una estrategia, ni un análisis profundo, ni un plan meditado: estamos ante una colección de medidas improvisadas que buscan parecer contundentes antes que ser útiles. Y esto ocurre en el primer año de gobierno, no en campaña. Es decir: no están buscando votos, sino impacto.

El problema es que, en política pública, el impacto sin contenido suele generar la misma sensación que un truco de magia mal ejecutado: el público ve los hilos, se ríe y después no vuelve a confiar.

Lo que pretende el PN es claro: transmitir la idea de que ahora sí, ahora sí, va a empezar la época de firmeza. Pero el resultado es la suma de eslóganes disfrazados de política, como si la seguridad pública fuera un concurso de frases vigorosas y no un rompecabezas social, policial y penitenciario que exige precisión, inversión y neuronas alineadas.

El mensaje que intentan transmitir es claro: “Ahora sí viene la firmeza.”
Lástima que lo que realmente llega sea un desfile de conceptos mal ensamblados, un catálogo de ideas que, al ser examinadas, se deshacen como merengue al sol. Es la suma de eslóganes disfrazados de política, como si la seguridad pública fuera un concurso de frases vigorosas y no un rompecabezas social, policial y penitenciario que exige precisión, inversión y neuronas alineadas.

Hay ideas malas.
Hay ideas pésimas.
Y después está la “cadena perpetua revisable”: esa criatura conceptual del Partido Nacional que tiene la elegancia jurídica de un rinoceronte en patines y la coherencia lógica de un paraguas sin tela.

La propuesta estrella del paquete no es un proyecto de ley, no tiene trámite parlamentario, no cuenta con respaldo técnico y —detalle menor— no puede aplicarse sin reformar la Constitución. Es una frase lanzada como si fuera política pública, confiando en que nadie notaría que carece de cimientos. Es como ver a un cirujano entrar al quirófano con una espátula de cocina: uno sabe que algo va a salir mal.

Aunque lo gracioso es que la lógica detrás del asunto ya la conocemos. La solución mágica siempre es la misma: si no funciona, aumentemos la pena. Y si ya aumentamos la pena y no funcionó, aumentémosla más, pero con un nombre más intimidante.

Es la versión penal del “subí el volumen, capaz que así se arregla”.

Y así aparece esta criatura híbrida, mitad eterna, mitad reciclable, un Pokémon jurídico que nadie pidió y que evoluciona únicamente hacia su propia contradicción. Perpetua pero revisable. Revisable pero perpetua. Un invento creado con dos palabras que se cancelan mutuamente.

Mientras tanto, el sistema penitenciario sigue en terapia intensiva.

Hacinamiento crónico, violencia constante, reincidencia del 60%, infraestructura que se desmorona y programas de rehabilitación que funcionan a los empujones. Pero la propuesta del PN decide ignorar todo eso y se lanza a inventar penas que solo empeoran un sistema que ya no da más.

Es como querer arreglar un barco que hace agua agregando pasajeros.

Por momentos, la propuesta parece requerir una advertencia obligatoria:
PELIGRO: Puede provocar una pérdida temporal del sentido común.
Manténgase alejado del análisis lógico.
No ingerir.

Porque el problema no es solo conceptual. Es estratégico.
Mientras discutimos “perpetuas revisables”, la primera infancia sigue sin blindaje real, que es donde los países serios ponen su energía si quieren disminuir el delito a largo plazo. Pero claro, eso implica trabajo, inversión y coordinación. No entra en un titular de ocho palabras ni luce bien en una entrevista radial.

La paradoja final es que, en su intento de proyectar autoridad, el PN exhibe fragilidad conceptual. Quieren parecer un muro, pero presentan una cortina. Quieren parecer ingenieros, pero actúan como si el sistema penal fuera un mueble de armado rápido, donde basta con apretar tornillos para que todo funcione.

Uruguay no necesita penas imposibles, ni eslóganes con forma de ley, ni propuestas diseñadas para hacer ruido en redes sociales. Necesita análisis, coherencia, inversión real en prevención, fortalecimiento institucional y un sistema penitenciario que no siga siendo una incubadora de reincidencia.

Las propuestas del PN no avanzan en ninguna de esas direcciones.
Son fuegos artificiales: brillan un segundo, generan ruido…
y después dejan humo.

Cuando se disipa ese humo, lo que queda es lo de siempre:
el problema intacto, esperando soluciones reales.

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