Roberto Bacman es sociólogo, analista político y consultor en campañas. Desde 1984 es Director de la consultora CEOP. Ha trabajado para el Grupo Clarín, el diario Página 12, y ha sido consultor de campañas a nivel nacional, provincial y municipal.
Falta muy poco para las próximas elecciones presidenciales de la República Argentina. Sin embargo, aunque los melones se van acomodando lentamente mientras avanza el carro, aún quedan muchos interrogantes, para que las actuales fotografías, difusas y aisladas, se conviertan en un verdadero fotograma.
Es cierto que el escenario hasta ahora no permite vislumbrar un claro ganador que supere la barrera del balotaje. Hay que tener en cuenta que en Argentina, aquel que logre imponerse imponerse en una elección presidencial, deberá obtener por encima del 45% de los votos, o lograr un valor mayor al 40% con una diferencia de más de diez puntos porcentuales con respecto al segundo. Todo parece indicar, al menos hasta el momento, que ningún frente o partido lo podrán superar.
Ocurre que el escenario está dividido en cuatro partes, bastante similares entre sí: Alrededor del 25% obtiene el oficialista Frente de Todos (peronismo) y un valor similar la principal coalición opositora Juntos por el Cambio (compuesta por el PRO, la Unión Cívica Radical (UCR) y la Coalición Cívica). Un poco por debajo que los anteriores (alrededor del 23%) se ubica el candidato libertario económico Javier Milei. Un economista devenido en político disruptivo, que ha logrado seducir a un segmento de gente enojada o desilusionada, con mucha penetración en el segmento de los jóvenes.
Pero queda un último segmento, que se posiciona como poseedor de la llave maestra de esta elección: representan entre un 18 y un 20 por ciento del electorado y son los que pueden denominarse como votantes en transición, que no son otra cosa que los indecisos, los que votan en blanco y los que responden que no están seguros de ir a votar en los próximos comicios.
Barriendo adentro del Frente
Frente a este complejo panorama, cada frente debe superar sus propios problemas.
Para entender la actual coyuntura electoral que atraviesa el Frente de Todos ante las presidenciales que se avecinan, es importante tener en cuenta que el peronismo en la actualidad se ha convertido en una coalición, que fue muy exitosa electoralmente en 2019, aunque no puede decirse lo mismo respecto a lo ocurrido cuando se transformó en coalición de gobierno.
Fueron demasiadas las complicaciones.
La interna a cielo abierto, con diferencias entre Cristina Kirchner y Alberto Fernandez, que se alargaron en el tiempo, con muchas idas y vueltas. La imprevista y extemporánea renuncia a la cartera de Economía de Martín Guzmán, que abrió un proceso de incertidumbre que se cerró con el arribo de Sergio Massa al ministerio de Economía (que dicho sea de paso, contó con el apoyo de Cristina y aquietó las aguas turbulentas dentro de la coalición) Aunque finalmente duró poco
Pero las discrepancias y diferencias muy pronto volvieron a quedar al descubierto.
Con la economía en el centro de la escena, la gestión de Alberto Fernández debió enfrentarse a importantes desafíos: la considerable deuda externa que contrajo la gestión de Mauricio Macri; una economía que debía encenderse; una pandemia que atravesó el mundo entero, la guerra entre Rusia y Ucrania y para colmo de males los efectos de una sequía que impactó fuertemente a nivel fiscal.
Aunque tras la salida de la pandemia se produjo un proceso de recuperación económica, con crecimiento del Producto Bruto Interno, aumento de la actividad industrial y comercial y descenso de la desocupación, dos cuestiones económicas se convirtieron en la principal amenaza: la inflación (que arañó el 100% en 2022) y la puja distributiva, que en la opinión publica se refleja como una percepción importante de salarios e ingresos insuficientes.
El gran desafío de la coalición es lograr que la inflación descienda. Resolver esta preocupación, que en los últimos años se ha convertido en la más significativa de los argentinos, es un requisito dominante y sustancial. Y hasta el momento no lo está logrando.
A este difícil panorama se adiciona la incertidumbre que en la actualidad se ha convertido en la principal sensación psicográfica de los argentinos, mucho más que el odio y la esperanza.
Desde el punto de vista estrictamente electoral, además de mejorar la economía, el oficialismo tiene el desafío de sostener la unidad. Este principio está fuertemente aceptado por los principales referentes del Frente de Todos. No queda duda alguna que la unidad, en definitiva, se constituye en el principio estratégico para optimizar su posicionamiento y lograr una mejor performance.
Sin embargo, las tácticas para que se cumpla este principio pueden recorrer dos caminos: Interna o consenso en las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) , dilema que aún no esta resuelto.
Por un lado están los que creen que son tiempos de institucionalización en el peronismo y que dirimir candidaturas en una interna es el mejor camino para lograrlo. En la vereda de enfrente se encuentran los que están convencidos que en la actual coyuntura se debe ser práctico y encontrar una fórmula de consenso que garantice la unidad para enfrentar un desafío electoral que se presenta difícil.
Y existe otra cuestión para nada menor: los candidatos. Ha sido y es muy difícil ponerse de acuerdo, más cuando dos dirigentes —por distintos motivos— se bajaron de la contienda.
Primero fue la actual vicepresidenta tras conocerse el fallo del Juicio de Vialidad, donde fue condenada en primera instancia a 8 años de prisión e inhabilitación permanente a ejercer cargos públicos. Cristina se definió como víctima del law fare y se consideró proscripta políticamente. Y no hubo forma de hacerla cambiar de opinión, incluyendo el “operativo clamor” realizado por dirigentes y militantes de su sector a lo largo los primeros meses del año. La respuesta de CFK fue contundente: no va a ser candidata mientras esta situación no se modifique.
Alberto Fernández resignó su reelección en un momento muy complejo y en medio de una corrida cambiaria. Según sus propias palabras, lo hizo para ayudar a descomprimir y posibilitar que el Frente de Todos pueda ganar las elecciones.
Sin Cristina Fernández de Kirchner como candidata, la posibilidad de consenso se presenta como una salida poco probable: debe darse un acuerdo que garantice un programa único y todo parece indicar que es muy difícil lograrlo en las actuales circunstancias y con tan corto tiempo por delante.
Más allá de resolver el dilema de la existencia o no de internas, se presenta una realidad que no debe soslayarse ni pasarse por alto: en la elección presidencial que se avecina se enfrentarán dos modelos de país para afrontar el futuro.
Antes de resignar su candidatura, CFK se había constituido en la dirigente más votada entre los que optaban por el Frente de Todos. En el escenario que la incluía llegó a acumular, el año pasado y antes de la sentencia del Juicio de Vialidad, alrededor del 75% de los que elegían esa opción. Y si bien es cierto que luego de su primer renunciamiento su caudal electoral se fue reduciendo, hasta la carta hecha pública al final del Congreso Nacional del justicialismo, en donde expresó con absoluta claridad que no se presentaría, siguió apareciendo como la opción mayoritaria.
Los otros candidatos potenciales obtenían valores mucho más bajos.
Al día de hoy, dos precandidatos se despegan del resto: Daniel Scioli y Sergio Massa y la potencialidad de crecimiento de cada uno de ellos está relacionada a factores diferentes:.
Daniel Scioli es un político moderado que en la actualidad parece dispuesto a buscar el voto más clásico del peronismo y tratar de seducir a los independientes que están lejanos tanto del fracaso de Juntos por el Cambio en su gestión de gobierno, como de las propuestas del libertario Javier Milei.
Sergio Massa sigue dependiendo hasta hoy de los resultados de la “papa caliente” que tomó tras la salida de Martín Guzmán y la breve gestión de Silvina Batakis al frente de la cartera económica. Por lógica, sus posibilidades electorales están atadas a la economía: que baje la inflación y que se produzcan mejoras en la puja distributiva. Y para ello, queda muy poco tiempo. Hasta finales del año pasado, después de Cristina, era el candidato más elegido. Con el crecimiento de la inflación a partir del mes de enero, tanto su imagen como su intención de voto, se estancaron.
En tal contexto, hacia mediados del mes de mayo, Daniel Scioli lograba sacarle una pequeña ventaja. Dentro de los restantes candidatos y un escalón más abajo, están Eduardo “Wado” de Pedro y Agustín Rossi.
Wado, hijo de desaparecidos durante la última dictadura militar y el que supuestamente está más cerca de las preferencias de CFK, también empezó a caminar, y se ha estado moviendo mucho por estos últimos tiempos. Su potencialidad de crecimiento depende de los votos que provengan de la actual Vicepresidenta, y hasta el momento todos los indicios conducen a que si hay interna en las PASO, puede llegar a ser su elegido. Aunque hasta el momento no hay certidumbres, sino especulaciones.
También se ha lanzado Juan Grabois, un dirigente que representa la inclusión de los movimientos sociales en la política argentina. Un candidato disruptivo que busca captar a muchos desencantados con la política y los políticos. Un segmento de la sociedad que no comulga con los pensamientos de derecha y que Milei tampoco llega a entusiasmar.
Separados por el cambio
La coalición opositora de Juntos por el Cambio también vivió momentos de extrema tensión.
Es muy probable que Mauricio Macri haya tomado la decisión de bajarse de la candidatura presidencial debido a la existencia de un contexto muy difícil en su coalición, con demasiada efervescencia en su propio partido -el PRO- donde su liderazgo se ponía en tela de juicio en una interna presidencial que día a día se volvía más intensa.
Parte del electorado que compone el núcleo duro del PRO le dio la espalda: para muchos de sus antiguos votantes el ciclo Macri estaba terminado: su campaña de 2015 los llenó de ilusiones y esperanza de un cambio; por el contrario, su gestión siguió con promesas y no cumplió con las expectativas. Dejó más asignaturas pendientes que otra cosa.
Entonces tomó una decisión: resignar su candidatura desde una perspectiva táctica para no arriesgarse sustancialmente a perder la interna presidencial y subirse a la idea de mantener el liderazgo de su propio partido en base a una concepción estratégica, la de convertirse en el líder, guía y conductor del PRO.
En la ciudad autónoma de Buenos Aires (CABA), su primer paso fue un indicador elocuente de la aplicación de su estrategia, imponer la candidatura de su primo Jorge Macri como único representante del PRO, conviviendo en las boletas de los candidatos con mayores posibilidades de imponerse en la interna presidencial: Horacio Rodríguez Larreta (actual alcalde de la ciudad de Buenos Aires) y Patricia Bullrich (exministra de Seguridad y actual presidenta del PRO).
Rodríguez Larreta tardó unos días en reaccionar, aunque pronto realizó una jugada para reafirmar su liderazgo como Jefe de Gobierno y candidato presidencial a la vez: pateó el tablero propuesto por Macri, desdobló con elecciones concurrentes los comicios de CABA y anunció su acuerdo con Martín Lousteau, que incluía a una parte de la UCR porteña. En síntesis: no aceptó el dedo del expresidente.
La guerra estaba declarada y la interna estalló. La mayor parte de los dirigentes del PRO se fue alineando con el fundador del espacio. Las diferencias comenzaron a ventilarse a cielo abierto y eso, ya es muy conocido, es demasiado peligroso.
Sin embargo, la sangre no llegó al río: la cuerda se tensa pero, al menos hasta el momento, parece que no se rompe. Fumaron la pipa de la paz: se contrataron tres encuestas independientes con el propósito de definir cuál de los candidatos medía mejor en CABA. Y como todo lo hacía suponer, ganó el primo de Macri.
La interna porteña se definirá entre el candidato único del PRO (Jorge Macri) y el de la UCR (Martín Lousteau). Las encuestas dejan al descubierto, además, que el ganador de esta interna va a ser el próximo Jefe de Gobierno.
En este distrito se van a realizar elecciones no vistas nunca en Argentina. La movida de Rodríguez Larreta de desdoblar en forma concurrente las elecciones porteñas, implica un importante esfuerzo para poner en funcionamiento un nuevo formato con Boleta Única Electrónica e implica una situación inédita que ni las encuestas podrán revelar de manera efectiva, ya que van a convivir dos elecciones al mismo tiempo, una con la clásica boleta de papel (la nacional) y otra con voto electrónico (la capital)
Es muy difícil estimar el alcance de la nueva forma de votación, aunque muy seguramente sus resultados pueden llegar a ser diferentes a una elección con lista sábana, incluyendo lo nacional con lo local. Es posible estimar que los porteños podrán votar con mayor independencia y reflexionar bastante con respecto a su voto.
En definitiva, son dos elecciones paralelas y diferentes.
Pero la verdadera batalla pasa por la candidatura nacional. Allí el PRO debe llevar a cabo la elección con dos postulantes y aunque tras la renuncia de Macri, las posibilidades de Patricia Bullrich han crecido, nada está resuelto aún y habrá que esperar. Uno de los dos será en candidato que representará a la coalición de Juntos por el Cambio en los comicios generales de Octubre.
El candidato radical, el neurólogo Facundo Manes está bastante desdibujado a apenas redondea un 4% de intención de voto.
A río revuelto, ganancia de agitadores
No es posible cerrar esta nota sin hablar de Javier Milei, un verdadero fenómeno electoral sin partido político de referencia ni de sostén. Muchos se preguntan cuál es el principal factor que le ha permitido crecer de este modo. Es innegable que es una consecuencia directa de la crisis económica, de promesas incumplidas y en la importante ruptura del vínculo existente entre la gente, la política y los políticos.
Son tiempos difíciles para Argentina. La situación económica se agrava día a día, la inflación no cede, los sueldos e ingresos no alcanzan. En tal contexto, ningún político logra redondear una imagen con saldo neto positivo, y todos (incluido el propio Milei) tienen mayor imagen negativa que positiva.
Milei se presenta, y logra posicionarse, como un outsider de la política, un claro producto de la crisis, con propuestas disruptivas y con cierto tufillo de representar al pensamiento político incorrecto. Tal posicionamiento, al menos hasta el momento, le está dando resultados.
Un segmento no menor del electorado lo interpreta como una posibilidad de solucionar los problemas que aquejan al país. Una suerte de manosanta económico que posee una cura milagrosa para erradicar todos los males.
Hoy por hoy, al menos con los resultados de mediados del mes de mayo, posee una intención de voto que roza el 23 por ciento. Ese es el segmento que lo está observando y lo visualiza como el mejor candidato. Apoyado por quienes están convencidos con el posicionamiento que instaló su campaña: no pertenece a la “casta política” y llegó para hacer lo que otros no se animan. De este modo, les permite transformar su incertidumbre y sus miedos en esperanza.
En estos tiempos , así nacen, crecen y se instalan ´en el mundo entero los referentes de la extrema derecha. Sus propuestas van al límite y en algunas circunstancias pueden llegar a asustar más que atraer. Esa es su principal debilidad.
El año pasado evolucionaba en franco crecimiento hasta que empezó a puntualizar definiciones políticas fuertes: entre otras cosas, justificó el tráfico de órganos humanos como si fuera una lógica transacción comercial, bregó por la libre portación de armas para defenderse de la inseguridad y propuso terminar con la educación pública y obligatoria. También afirmó, muy suelto de cuerpo, que dolarizaría la economía, y si era necesario “incendiaría el Banco Central”.Un discurso tan extremista, por lógica puede asustar. Y eso pasó: su intención de voto comenzó a descender.
Entonces ya no habló tanto de política. Siguió con su impronta de “outsider” y gurú de la economía, insistiendo con su discurso de la dolarización como solución final a los problemas económicos que aquejan a la Argentina. Este último posicionamiento le dio resultados y volvió a crecer. Por lógica, la posible dolarización penetra en un electorado, especialmente residente en las ciudades demográficamente más pobladas.
Preocupaciones económicas en este momento sobran y siete de cada diez argentinos refieren dificultades ciertas de llegar a fin de mes. Un 30 por ciento dado que “directamente no llega” y otro 40 por ciento que afirma “llegar con lo justo”. Ese es el caldo de cultivo donde Milei prepara su receta disruptiva.
Hasta el momento no se puede detectar que Milei esté perforando el clásico voto peronista. La mayor parte de sus actuales electores provienen del PRO pero existe un segmento dentro del peronismo que potencialmente puede ser permeables a su prédica: quienes en las elecciones legislativas de medio término del año 2021 no fueron a las urnas. En ese momento estaban enojados o desilusionados y desestimaron los efectos nocivos que generó en la economía la pandemia. Retener a ese electorado es un desafío fundamental para el peronismo, especialmente en la provincia de Buenos Aires, distrito que por su peso electoral, se constituye en la madre de todas las batallas.