Un interesante artículo de Mauricio Cárdenas y Eduardo Levy Yeyati, aparecido en Americas Quarterly este 10 de septiembre, nos resulta un llamado que reclama atención. Mucha.
“Aunque hoy en día puede considerarse poco popular en toda la región y, de hecho, en Occidente, el centrismo sigue sobreviviendo y produciendo resultados en algunos lugares como Uruguay, donde la diversidad de intereses se refleja sin la «identificación negativa» que caracteriza la afinidad política en países polarizados”.
Veamos que es la identificación negativa, para espeluznarnos y, en lo posible, reflexionar.
Los autores hacen referencia a un experimento de 2017 en el que se preguntó a votantes de Cristina Fernandez de Kirchner y de Mauricio Macri qué tanto apoyarían una política de renta básica universal. El 66 por ciento de los votantes de Macri lo haría, y entre los partidarios de Fernández el 50 por ciento.
Luego se les preguntó a ambos grupos cuál seria su apoyo si esa política fuera impulsada por Macri. Los adeptos a Cristina solo le dieron el 14 por ciento de conformidad, mientras que los de Macri, llegaron a un rotundo 84 por ciento. Continuando con el ejercicio, se cambió la pregunta; qué tal si la política fuese impulsada por la viuda de Kirchner. En este caso el 92 por ciento de sus votantes apoyaría la propuesta. Entre los partidarios de Macri, apenas el 7 por ciento.
Pero lo peor está por venir. Preguntados ambos grupos cuál sería el grado de aceptación si la política de renta básica universal naciera del impulso conjunto de ambos líderes, los porcentajes quedaron en los guarismos originales, o menos. O sea, el 66 por ciento de macristas apoyaría, mientras que entre los seguidores de Cristina el porcentaje llegaría al 50 por ciento. El resultado le hace decir a los autores que “Las lealtades partidarias no se suman; se cancelan o se restan entre sí. La cooperación en el mundo actual es kryptonita política”.
El camino del centro, pues, parecería ser un caso excepcional que, para nuestra felicidad, se confirma en Uruguay. La regla, según Cárdenas y Levy, pasa por otro lado. No obstante si en nuestro país examinamos las afirmaciones de campaña, o nos atenemos a los dichos de la militancia dura y pura, o si nos sumergimos en el micromundo de las redes sociales, la verdad parece ser otra.
Leer X —donde el partidismo se muestra en todo su esplendor y violencia— es sumergirse en dos países distintos, o en un país percibido a partir de dos visiones que construyen dos realidades diferentes y excluyentes, lo cual resulta más o menos lo mismo. Es decir, de a poco, la radicalización madre del ustedes y nosotros, los puros y los corruptos, los buenos y los malos, aflora.
Y también de a poco encontramos que a pesar de que en la recta final del período preelectoral todos quieren “enganchar” el voto del centro, resulta más fácil partir las aguas, ignorar los caminos de encuentro, e impedir que se encienda la chispa que hace nacer las políticas de estado. Movidas simples para decisores básicos. Al grito de la descalificación, tensar la piola y descansar en el voto emocional. Es decir, el principio del fin.
Los autores, en un intento de “revivir” el centro, proponen “promover una nueva generación de políticos dispuestos a romper con las prácticas de corrupción, nepotismo y clientelismo que han caracterizado la política latinoamericana durante tanto tiempo”. Para ellos,
“el nuevo centro no puede ser un reciclaje de personas dentro del sistema disfrazadas de transformación. El objetivo no debe ser resucitar el centro, sino reinventarlo”.
Compartimos el criterio, pero consideramos que la diferencia entre Uruguay y otros no reside exclusivamente en los elegibles. Es de los electores la responsabilidad de no pasar de la culpa ajena a la propia.