Edila, ex ministra, senadora (Frente Amplio)
Estamos todos recordando los 50 años del golpe de estado de 1973, un hecho desgraciado que nos marcó por mucho tiempo y nos sigue marcando, porque seguimos teniendo mucha heridas abiertas.
El 27 de junio de 1973 fue uno de los episodios más tristes de la historia política del Uruguay; yo tenía 20 años y mi compañero también, y nos habíamos casado el 6 de junio de ese año. Habíamos salido de luna de miel a la Argentina —a la Argentina de la vuelta de Perón— y al Chile de Allende.
Volvimos al Uruguay el 21 de junio y nosotros, que éramos militantes de la Union de las Juventudes Comunistas y del Frente Amplio, por supuesto teníamos advertencias y muchas preocupaciones por como Uruguay venía transitando ese período histórico. El Uruguay vivía un deterioro notorio de la calidad democrática: todos los días el presidente Bordaberry —que terminó siendo el principal golpista—se reunía con los militares y el decaecimiento de la democracia era evidente.
No podemos decir que nos sorprendió, pero sí nos impactó. Porque la entrada de los militares al parlamento, la suspensión de la actividad de las cámaras, la ocupación de muchos organismos del Estado por parte de los militares, fueron realmente muy dolorosos.
¿Qué hicimos nosotros? A nosotros nos informaron de la situación de golpe, en la madrugada del 27, y la decisión de los frenteamplistas fue ocupar los lugares de estudio y de trabajo. Mi marido era universitario, por lo tanto fue a ocupar la Facultad de Agronomía —primero la Universidad y después la Facultad de Agronomía— y yo, que no era universitaria, pasé a apoyar y a acompañar un número importante de ocupaciones en el centro de Montevideo, especialmente la de OSE y la del Banco República, en donde nosotros asistíamos a los trabajadores que, como todo el mundo sabe, resistieron 15 días en esa huelga general, y en esa ocupación que, desde mi punto de vista, marcó un hito en la dictadura.
El golpe tuvo en nuestra vida, además del político, un impacto en lo personal; mi marido y yo fuimos inmediatamente echados de nuestros trabajos sin ningún tipo de indemnización, recién casados, siendo muy jóvenes. Obviamente, lo vivimos diferente a otras personas porque la familia nos asistió, pero también fue un momento desde ese punto de vista muy duro, y que nos marcó. Nos marcó para siempre.
Nosotros seguimos siendo militantes en contra de la dictadura todo el tiempo, en actividades que no era públicas; hay documentos que muestran lo que hicimos nosotros. Imprimimos un periódico clandestino que luchaba contra el régimen con un gran sentido democrático.
Fue un momento bien duro de nuestras vidas. Pero también nos mostró lo mejor del ser humano: mucha solidaridad. Y después, a lo largo de los once años que duró la dictadura, sí, vivimos muchos momentos dolorosos; tuvimos muchos amigos presos muchos años. Nosotros no estuvimos presos por el calvario que vivieron muchos de nuestros compañeros, que se comportaron y no delataron nuestras actividades. Y tenemos familiares y amigos todavía hoy desaparecidos. Ojalá el recuerdo ayude a la memoria y al nunca más.