Las interpelaciones al ministro de Ganadería, Alfredo Fratti, y de Ambiente, Edgardo Ortuño, dejaron recientemente sabor a poco en la ciudadanía, que tuvo que asistir a un cruce de insultos y amenazas entre los legisladores y pocos resultados concretos al finalizar esas instancias.
La primera, debió suspenderse ante la reacción del senador blanco Sebastián Da Silva, quien tildó de “puto de mierda” a Nicolás Viera senador por el Frente Amplio, luego que éste lo vinculó a la estafa de Conexión Ganadera.
En los días posteriores, se levantaron voces condenatorias sobre Da Silva que giraron en torno al señalamiento de un insulto homofóbico o como un improperio más.
La sesión del Senado fue levantada.
Días después, la interpelación en la Cámara de Diputados a Ortuño terminó después de 21 horas de debate, sin pena ni gloria al aprobarse una moción que declaró su exposición “ni satisfactoria ni insatisfactoria” y que contó con el voto del cabildante Alvaro Perrone.
La maratónica sesión también tuvo un momento de tensión cuando el diputado colorado Walter Cervini intercambió amenazas con Perrone.
Se dirá que los insultos, salidas de tono e incluso intercambio de puñetazos entre los legisladores, no son nuevos y que siempre se dieron estos casos.
Al igual que la violencia en el fútbol o a la salida de las discotecas, no se pueden naturalizar estos episodios bajo el argumento de que “siempre hubo” incidentes en el Parlamento.
Los legisladores son muy bien pagos y fueron electos para legislar y controlar al gobierno, no para que en salidas de tono y mala educación confronten en un bajo nivel discursivo.
Sobre el fondo de la cuestión, cabe señalar que el exceso de interpelaciones desgasta un instrumento que puede ser muy útil si se lleva a cabo en el momento preciso, no como desfile de ministros por los cámaras, cuando dada la conformación del Parlamento, difícilmente tengan consecuencias.
Podemos estar orgullosos del Parlamento que el pasado 12 de agosto aprobó en su Cámara de Diputados la Ley de regulación de la eutanasia, o del que tiene más de 200 proyectos a estudio en diferentes áreas, no del Parlamento que baja su discusión a un nivel “de barro”.
Por pronto entonces, levantar el nivel, se puede.
