Desde España.- Las elecciones generales españoles de mañana, inusuales por realizarse en verano, ya mostraron una excepcionalidad: en medio de las vacaciones y de olas de calor intenso, las solicitudes de voto postal superan los dos millones y medio, y los ya depositados alcanzaron un porcentaje superior al 95 por ciento.
Un electorado de más de 37 millones —un crecimiento de medio millón respecto a las elecciones generales de 2019— decidirá la suerte política de la madre patria con un antecedente fuerte. La oposición de derecha tan solo dos meses atrás, el 29 de mayo, venció sin discusiones en las elecciones municipales y autonómicas.
El presidente del gobierno de coalición, el socialista Pedro Sanchez, sin embargo, parece confiado en una remontada que desmienta a las encuestas que dan como claro ganador al candidato del Partido Popular (PP) Alberto Núñez Feijóo, quien obtendría entre 130 y 150 escaños. Sólo el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) —cuyas encuestas han sido cuestionadas por considerarse tendenciosas— le da ventaja al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) con el 32.2% de las preferencias, frente al 30.8% del PP.
Las mediciones de intención de votos sí coinciden en que Sumar, la nueva fuerza de izquierda heredera de Podemos, liderada por la ministra de Trabajo Yolanda Díaz, tiene posibilidades ciertas de constituirse en la tercera fuerza política del país.
El PSOE y Sumar, de obtener los 176 escaños necesarios para gobernar –algo que el CIS da como un hecho– ya anunciaron una coalición que daría continuidad al actual gobierno.
Lo que no es claro es si el PP de obtener la victoria, lograría una alianza a nivel nacional con Vox —el partido a su derecha dirigido por Santiago Abascal— como ya lo han hecho ambas fuerzas en Extremadura y Valencia. Feijóo, que dirigió durante cuatro períodos a Galicia con mayoría absoluta, propuso a los socialistas que se abstuviesen en el proceso de investidura, lo que le permitiría al PP gobernar sin coaliciones.
La carta que juega Sanchez es recuperar a los desencantados del PSOE que reconoce haber perdido, y para ello el jefe del Gobierno apeló a mostrar los peligros de una coalición de derechas. “Esto va de Sánchez o de un Gobierno con Feijóo y Abascal”, ha repetido en el trecho final de la campaña.
Por su parte Díaz — una negociadora pragmática que logró reunir tras suyo a 15 fracciones de izquierda y consiguió bajar el tono a algunas propuestas radicales– también mostró un discurso emotivo en sus últimos actos: “Vamos a salir a defender la libertad para que no regrese lo peor de nuestra historia”, reclamó.
El PP, a través de su candidato y de La Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) que dirige el ex presidente José María Aznar, no se ha quedado atrás en las críticas al gobierno y sus integrantes. Un editorial publicado por FAES describió a Díaz como un “figurín neocomunista confeccionado con retales de Dior” y tildó a Sanchez de mentiroso. Más moderado, como es su estilo, Feijóo pidió “romper con los bloques” y lograr “pactos de Estado” en lugar de “coaliciones vergonzantes”.
Los comicios, en los que habrá que elegir entre más de mil candidaturas presentadas a la diputación y al Senado, podrían ser de bandera verde a pesar de que el PP cuenta a su favor con el desgaste del gobierno, sobretodo por sus desavenencias al interior de la coalición ( las encuestas parecen confirmar esa tendencia).
Pero Sanchez no es un oponente fácil. No sólo puede mostrar una situación económica estable luego de la pandemia, que incluye crecimiento e inflación controlada, sino que la fama de sus antecedentes políticos le precede: llegó al gobierno en 2018 sin pasar por las urnas y se mantuvo en la presidencia tras un pacto con Podemos en el 2020
¿Será que en el 2023 podrá demostrar que el llamado a elecciones generales que nadie esperaba fue una estrategia acertada?