La antesala
Ayer no fue un día más; fue especial, un día impregnado de expectativa intelectual. Las horas transcurrían con una cadencia diferente, como si el tiempo mismo estuviera ansioso por presenciar lo que estaba por venir. En el aire flotaba una electricidad palpable, una energía que vibraba en sintonía con el latir de los corazones expectantes. Las calles de Montevideo, normalmente bulliciosas, parecían estar en silencio, como si la ciudad entera estuviera aguardando en suspenso. Las miradas se encontraban y se apartaban, cargadas de emoción contenida y anticipación.
Fue un día en el que el conocimiento parecía fluir en el aire, como si estuviera al alcance de la mano, esperando ser tomado y absorbido por mentes ávidas de comprensión. Cada conversación, cada gesto, estaba impregnado de un sentido de importancia, como si todos fueran conscientes de que estaban siendo testigos de algo extraordinario, de una suerte de ritual que cambiaría la forma en que veían el mundo.
Las puertas de la Aula Magna de la Universidad Católica se abrieron lentamente, como si desvelaran un mundo de misterios por descubrir. Con pasos seguros y una aura magnética, entró al escenario al mejor estilo rock star, desatando un murmullo de expectativa. Cada gesto suyo parecía una nota musical, cada palabra un verso que encendía la imaginación de los presentes. Su presencia era un espectáculo en sí mismo digno de admiración, eclipsando momentáneamente la majestuosidad de la bóveda celestial que lo rodeaba. Era como si las estrellas mismas hubieran descendido para iluminar su camino…
El rock star
Eric Sadin es un destacado filósofo y escritor francés contemporáneo, reconocido por sus análisis críticos sobre la intersección entre la tecnología y la sociedad. Nacido en 1973, Sadin ha cultivado una reputación por su perspicacia en la exploración de los efectos de la tecnología en la vida moderna, particularmente en áreas como la inteligencia artificial, la robótica, y la cultura digital.
Su obra abarca una amplia gama de temas, desde la transformación de la economía hasta las implicaciones éticas y sociales de la tecnología en la era digital. Entre sus obras están: “La humanidad aumentada. La administración digital del mundo”, “La silicolonización del mundo. La irresistible expansión del liberalismo digital”, “La inteligencia artificial o el desafío del siglo. Anatomía de un antihumanismo radical”, “La era del individuo tirano. El fin de un mundo común”, “Hacer disidencia. Una política de nosotros mismos” y “La vida espectral. Pensar la era del metaverso y las inteligencias artificiales generativas”.
El presagio de un futuro devastador
En el vasto y complejo universo de la inteligencia artificial, nos encontramos en un momento crucial de nuestra historia. La evolución de estas tecnologías ha sido constante y, en muchos aspectos, hasta la podríamos advertir como revolucionaria. Sin embargo, ¿hasta qué punto estas innovaciones están moldeando nuestra realidad y, más preocupante aún, nuestra humanidad misma?
Eric Sadin, en su perspicaz análisis de la contemporaneidad y sus reflexiones a propósito de la inteligencia artificial, nos extiende una propuesta de cuestionar el impacto profundo y, en ocasiones, perturbador que estas tecnologías están teniendo en nuestras vidas. En un mundo donde la IA se ha vuelto parte integral de nuestro día a día, desde asistentes virtuales hasta sistemas de recomendación personalizados (como Waze por ejemplo; aplicación de navegación y mapas que proporciona información sobre el tráfico en tiempo real, rutas recomendadas y sugerencias para evitar el tráfico, todo ello basado en datos generados por los propios usuarios), es crucial el poder detenernos a reflexionar sobre el rumbo que estamos tomando como sociedad. Como bien señaló el entrañable personaje de Quino, Mafalda, “¡paren el mundo que me quiero bajar!”
Sadin nos advierte sobre el quiebre histórico que representó la llegada de Chat GPT en noviembre de 2022; un sistema capaz de generar lenguaje humano de manera autónoma (pseudo lenguaje dirá el filósofo). Este “avance” marca un punto de inflexión en nuestra relación con la tecnología y el lenguaje, convirtiéndose en un desafío civilizatorio que nos aleja de manera gradual de actividades fundamentales como crear, pensar y participar en la política y la lucha por la construcción de un mundo mejor.
En este sentido, la aceleración tecnológica de los últimos años, desde la proclamación del metaverso por Mark Zuckerberg en octubre de 2021, hasta la irrupción de Chat GPT, nos confronta con una realidad vertiginosa en la que la tecnología no solo nos comenzó a acompañar, sino que comenzó a tomar decisiones por nosotros. Esta “colonización algorítmica”, como la describe Sadin en uno de sus libros, plantea serios cuestionamientos sobre la independencia, la autonomía, la libertad y la propia esencia de lo que nos hace humanos.
Uno de los aspectos más inquietantes es la creciente capacidad de las tecnologías de sugerirnos acciones y definir qué es verdad y qué no. La idea de verdad, en manos de algoritmos, puede tener efectos performativos que moldean nuestras decisiones y, en última instancia, nuestra realidad. Esta advertencia plantea serias preocupaciones éticas y políticas sobre quién tiene el control sobre nuestras vidas y cómo se ejerce ese control.
Ante este panorama, la pregunta inevitable es: ¿qué podemos hacer? Sadin nos insta a movilizarnos como sociedad y a poner sobre la mesa los riesgos de ceder el control de nuestro lenguaje y nuestra representación. Un ejemplo reciente de esto es la última huelga de actores, donde vimos cómo la movilización colectiva puede ser una herramienta poderosa para cuestionar y cambiar el status quo. Es necesario además, un debate público informado y una reflexión ética profunda sobre el rumbo que queremos tomar como sociedad en esta era de la inteligencia artificial, a movilizarnos y a poner sobre la mesa los riesgos de ceder el control de nuestro lenguaje y nuestra representación.
Como bien señala Sadin en otro de sus libros, la dependencia creciente de la tecnología y la mediación algorítmica también plantea preocupaciones sobre el impacto en nuestras interacciones sociales y nuestra noción de comunidad. El “hiperindividualismo” promovido por la tecnología que nosotros mismos creamos, puede llevar a una pérdida de la solidaridad y la cooperación que son fundamentales para una sociedad cohesionada y justa.
En este sentido, es fundamental promover una educación crítica que nos permita comprender y cuestionar el funcionamiento de los algoritmos y la veracidad de la información que consumimos. Asimismo, se necesitan marcos legales y regulaciones adecuadas que garanticen la transparencia, la responsabilidad y la protección de los derechos individuales en el contexto del creciente avasallamiento de la inteligencia artificial.
En última instancia, el desafío que plantea la inteligencia artificial no se limita a la esfera tecnológica, sino que nos confronta con una redefinición fundamental de nuestra humanidad y de la sociedad en su conjunto. No estamos simplemente ante sistemas que mejoran nuestras acciones, sino que ahora podemos delegar en ellos facultades humanas fundamentales, como el lenguaje y la representación visual.
Esta transformación, según Sadin, implica un cambio civilizatorio de proporciones antropológicas, en el que el estatuto mismo del ser humano se ve alterado y cuestionado. ¿Qué se espera de nosotros como seres humanos en un mundo donde las IA pueden asumir responsabilidades antes reservadas exclusivamente a nuestra especie? Esta pregunta, no se ha planteado con la seriedad y la profundidad que merece, siendo presentada mayormente como una evolución natural del curso histórico.
Nos encontramos, por lo tanto, en un momento crítico en el que debemos cuestionar las narrativas dominantes sobre el progreso tecnológico y sus implicaciones para nuestra existencia. ¿Estamos dispuestos a permitir que las máquinas definan nuestro papel en el mundo, o debemos tomar medidas activas para asegurar que los valores humanos fundamentales, como la creatividad, la empatía y la autonomía, sigan siendo los pilares de nuestra sociedad?
La inmediatez del presente nos desafía a considerar el futuro que queremos construir y a tomar decisiones colectivas que garanticen un camino hacia una era que preserve nuestra humanidad y valores éticos. Es hora de reconocer que el impacto de la inteligencia artificial va más allá de la eficiencia y la conveniencia, y que su avance plantea preguntas fundamentales sobre quiénes somos y quiénes queremos ser en este mundo cada vez más dominado por la tecnología.
La pregunta final es: ¿Estamos dispuestos a dejar que un grupo de ingenieros tengan la capacidad de influir tanto en el rumbo de la humanidad? ¿No resulta aún más alarmante cuando este poder se les otorga con un trato privilegiado, en lugar de ser sometidos a un escrutinio riguroso y una evaluación crítica de sus acciones y decisiones? ¿Qué humanos queremos ser? ¿Qué mundo vamos a dejar?