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Editor responsable: Rafael Franzini Batlle
viernes, diciembre 19, 2025

La Ecuación del Constitucionalista Desorientado

 o cómo Pereira y Ojeda lograron que la Constitución tuviera más rating que el Clásico

La política uruguaya es hermosa. Hay semanas donde nadie se pelea y todos se aman, y hay otras —como esta— donde Fernando Pereira y Andrés Ojeda convierten al artículo 124 de la Constitución en un combate de UFC, pero con menos músculos y más susceptibilidad. Lo que pasó, lo resumo así: Ojeda, flamante senador colorado y abogado penalista, presentó un escrito en Fiscalía. El Frente Amplio vio eso y dijo: —“¡¡Violación de la Constitución!!” Y Pereira, que estaba tranquilo tomando un café, escuchó el grito y salió como bombero voluntario a apagar el incendio… pero terminó echándole más nafta.

Según Ojeda, él actuó como abogado, no como senador. Llevó un escrito, pidió un reexamen, se ajustó al Código Penal… y siguió con su día como si nada. Pero claro: Uruguay es un país donde ser abogado y senador a la vez es un deporte extremo. Cualquier gesto puede ser interpretado como lobby, como abuso, como interferencia o como “andar metiendo la cuchara donde no te llaman”. Ojeda pidió un informe jurídico al Parlamento, lo mostraron, y el documento decía básicamente: —“Está todo bien, no rompió nada.” Ojeda salió feliz, se acomodó la corbata y dio una conferencia anunciando: —“Se terminó el tema.”

Ay, Andrés. Qué inocencia más tierna…

Fernando Pereira apareció como quien entra tarde a una fiesta y pregunta qué hay de comer.
Pero en este caso, preguntó: —“¿Y quién dice que esto está cerrado? ¿El propio Ojeda? Bueno, yo no firmé nada.” Y ahí arrancó el show. Porque Pereira tiene ese talento único que sólo tienen los presidentes de partidos grandes: lograr que una discusión aburrida se convierta en un espectáculo en vivo. Dijo que el caso seguía abierto, que el FA no recibía órdenes de nadie, que la Constitución era clara, que había que “ver más insumos”, y que no porque el Parlamento le dijera que estaba todo bien ellos iban a dejar de sospechar. Pereira no es de soltar fácil cuando algo le huele raro. Es como un perro con un chorizo: puede morderlo hasta convertirlo en una esencia metafísica.

Para hacer la escena más pintoresca, apareció Sabini, que probablemente estaba calentando el agua para el mate, vio el lío y dijo: —“Yo no permito que nadie le diga al FA cómo actuar.” El país entero se miró y dijo: —“¿Pero quién te estaba diciendo algo, Sebastián? ¿Vos viste alguna voz? ¿Una sombra? ¿Un fantasma colorado?” Pero bueno, la política es así: por cada problema, hay tres ofendidos preventivos.

Mientras tanto, Ojeda estaba enojado. Ofendido. Molesto. Con el ego saltándole como una alarma de incendio. Dijo que el FA hacía un circo, que él había actuado bien, que ya había un informe jurídico, que el tema estaba saldado y que todo lo demás era “ruido político”. Lo cual es cierto. Pero también es cierto que en Uruguay no existe el tema saldado. Si Roma ardió en un día, Uruguay discute cómo se encendió el fósforo durante veinte años.

Todo esto nos deja las siguientes certezas:

  • Ojeda cree que la Constitución lo ama.
  • Pereira cree que la Constitución lo llamó por teléfono para avisarle que no.
  • Sabini cree que lo estaban retando sin motivo.
  • Y el resto del país mira esto como si fuera un capítulo de >MasterChef pero con abogados en vez de cocineros.

Lo más divertido es que los tres tienen razón… y los tres exageran. La política uruguaya es tan pequeña que dos personas peleándose por una coma constitucional generan noticia nacional por tres días.

Yo, como colorado batllista de alma y militante de la ironía, cierro esta columna recordando la célebre frase que Don Pepe jamás dijo pero que le calza justo a este episodio: “En Uruguay, cuando hay dudas sobre la Constitución… la Constitución duda de nosotros.”

Y así estamos.
Hasta la próxima pelea.

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