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Krause y la Shoá. 
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Krause y la Shoá. 

 

El académico argentino Martín Krause que atribuyó la Shoá a la eficiencia  germana, debería tener en cuenta algún elemento más, antes de banalizar el  hecho y endiosar la eficiencia de sus perpetradores. El comentario se hizo en un país, que desde el crimen antes descrito, tiene el triste privilegio de haber asesinado, mediante similares procedimientos, a la mayor cantidad de judíos no israelíes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.  

Krause debe saber que sus  eficientes ejecutores de programas cuestionables por la moral eran corruptos. Una rica e influyente mujer judeoeslovaca, Gisi Fleischmann, quien organizó una cadena de sobornos tendientes a salvar a los últimos resabios de la judería europea  tuvo una iniciativa sin precedentes. En el último tercio de la Segunda Guerra Mundial, se dirigió al Jefe de las SS en Eslovaquia, Dieter Von Wisliceny, haciendo una pregunta arriesgada, ¿Cuanto se debe pagar para poner fin a las deportaciones de judíos eslovacos? El Hauptsturmfüherer dio la respuesta: 50 mil libras. Quedaban 25 mil judíos en dicho país, así que el precio era dos libras por vida. Diversas organizaciones judías internacionales, a instancia de Gisi, juntaron dicha suma y hasta la rebelión de los eslovacos que puso fin al mandato de Wislinceny, las deportaciones de judíos a las cámaras de gas, se enlentecieron.

Durante esos negocios inmundos, Wisliceny les hizo saber a los militantes judíos que con solo dos o tres millones de dólares, se pondría fin a la matanza de judíos europeos, siempre que no se hallaren en el Reich o en la Polonia ocupada ya que allí el exterminio era una cuestión irrevocable, pero las confundidas organizaciones judías de beneficencia, básicamente norteamericanas, prefirieron no creer en la proposición. Dicha propuesta se conoció como el ” Plan Europa”.

El 19 de marzo de 1944, los alemanes ocuparon Hungría antes de que se rinda unilateralmente al ejército rojo. Allí se traslada Eichmann y su plana mayor incluido Wisliceny para culminar la tarea de limpiar a Europa de judíos. La comunidad judía húngara que se sentía inmune al genocidio cercano, se vio conmovida, pero la presencia del alcanzable Wisliceny les generó la esperanza de reflotar, ahora con sus propias vidas en juego, el ” Plan Europa”. En Hungría se hallaba también el Obersturmbannführer Becher quien estaba perpetrando el plan de cambiar la vida de los poderosos empresarios judíos por la propiedad de sus empresas. De esta manera la poderosa familia Weiss entregó su conglomerado empresario a cambio de salvoconductos.

El 25 de abril de 1944, un integrante húngaro de los grupos de acción clandestina en materia de salvataje de judíos, Joel Brand, sionista, empresario textil, empleador del judío uruguayo Erwin Tessler – ZL-, recibió una invitación del mismísimo Adolf Eichmann. Este le propuso un negocio escalofriante: la venta de un millón de judíos a cambio de mercaderías. Esta gestión era conocida por Himmler quién poco tiempo después daría la orden de destruir las cámaras de gas y de usar a los judíos sobrevivientes de moneda de cambio a la hora de evitar rendir cuentas a las potencias vencedoras. En la segunda reunión con Brand, Eichmann fue más concreto, un camión por cada cien judíos. Como muestra de la buena fe, Eichmann ofrecía un adelanto de cien mil judíos, previo al pago de la primer entrega de mercadería. El desesperado militante judío, conciente de las anteriores negociaciones en Eslovaquia y su seriedad macabra, viajó con pasaporte falso y avión correo suministrado por Alemania a Constantinopla donde se entrevistó con dirigentes sionistas. Luego, bajo la tutela inglesa se dirigió a Siria donde informó la propuesta a un confundido Moshé Shertok. Finalmente fue apresado por los británicos en Egipto. La agencia Reuters hizo pública la bochornosa propuesta nazi y todo quedó en la nada para desgracia de la judería húngara que fue exterminada en tiempo record, pese a que los rojos ya recuperaban Rumania. Cuando Alemania se quedó sin trenes, Eichmann pretendió trasladar a los últimos judíos húngaros a pie en las macabras marchas de la muerte.

Himmler se suicidó al ser apresado por los ingleses. Gisi Fleischmann capturada en uno de sus últimos intentos desesperados de salvar vidas, perdió la suya en Auschwitz. Adolf Eichmann fue ejecutado en Jerusalem. Dieter Von Wisliceny fue juzgado y ejecutado en Praga. Becher fue exonerado en Nuremberg gracias al testimonio de Kastner y murió como un feliz empresario. Joel Brand fue uno de los testigos del juicio a Eichmann en Jerusalém. 

Los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, como los militares argentinos en los años setenta, asesinaron no porque fuesen eficientes sino porque las víctimas eran indefensas. Además, por un proceso mental incomprensible, ambas élites perpetradoras consideraron que la moral ya no los afectaba. 

En la probanza presentada por el Fiscal soviético Román Rudenko en el juicio de Nuremberg (Heydecker- Leeb) se adjuntaron las anotaciones de Hermann Rauschining, presidente del Senado nazi de Danzig. El político confesó que Hitler le habría dicho que libraría a los seres humanos de la sucia, denigrante y venenosa locura llamada » la conciencia y la moral». Alfred Rosenberg, principal ideólogo del nazismo, ajusticiado en Nuremberg, escribió en 1930, en su libro el Mito del Siglo XX :

El nacionalsocialismo, no admite ningún otro centro de fuerzas a su lado, ni el amor cristiano, ni tampoco el humanitarismo de los masones. Tampoco la filosofía romana. Por consiguiente ¡debemos aniquilar definitivamente al amor cristiano! Nuestra historia supuso la desintegración del occidente por causa de los vapores que han caído sobre este en las diversas formas de humanidad, democracia, caridad, humildad y amor.

El Papa católico Pío XII descubrió en el Domingo de Pasión de 1937, en su Encíclica, » Con viva preocupación», lo que era el nacionalsocialismo: la negación de Jesús y de sus enseñanzas. El culto a la violencia, la adoración de la raza, la sangre. La negación de las libertades y de la dignidad humana.

Martín Bormann, secretario privado de Hitler escribió el 7 de junio de 1941 que en la filosofía del nacionalsocialismo no cabe ningún sentimiento de humanidad. En una orden secreta dirigida a todos los Gauleiter, es decir los líderes de zona del partido, expresó que no pueden conciliarse los puntos de vista nacionalsocialistas y los cristianos. Nuestra filosofía está muy por encima del cristianismo. Bormann señaló: » Cuando en el futuro nuestra juventud deje de oír hablar sobre el cristianismo, este desparecerá. Propuso la redacción de un catecismo nacionalsocialista para crear de este modo el fundamento de la nueva moral y paulatinamente sustituir a la cristiana, unificando alguno de los diez mandamientos con el catecismo nacionalsocialista y añadir otros mandamientos nuevos. Por ejemplo: has de ser valiente, has de mantener pura tu sangre, etc. La Fiesta Germánica debía sustituir a las Navidades y en lugar del bautizo inventaron una nueva ceremonia, el nombramiento.

De 1940 a 1945 fueron internados en Dachau dos mil ochocientos sacerdotes de todas las nacionalidades, entre ellos el obispo de Wladeslawa, que murió allí de tifus. Cuando fue liberado el campo sólo quedaban cuatrocientos ochenta con vida. En el verano del año 1942 estaban internados en ese campo sacerdotes de lengua alemana, de los cuales cuarenta y cinco eran protestantes y el resto católicos. Había también un gran número procedentes de los países ocupados: Holanda, Bélgica, Francia, como el Obispo de Clermont, de Luxemburgo, Eslovenia e Italia. En algunos casos, el odio de esos individuos sin fe a los religiosos, dicen Heydecker y Leeb, llegó al extremo de colocarles coronas de espinas.

En el juicio de Nuremberg declaró el sacerdote Bruno Theek que habló sobre Dachau. Expresó que en dos barracones, previstos en su origen, para albergar a doscientos hombres, habían sido internados tres mil sacerdotes de todas las religiones y de todos los países europeos, en unas condiciones infames e indignas. Muchos sufrieron una muerte infamante.

En un documento que presentó el fiscal Shorey en el juicio de Nuremberg habla de la intervención de la RHSD y de la Gestapo, expresando que uno de sus objetivos era el aniquilamiento y la destrucción de la Iglesia. El 12 de mayo de 1941 se ordenó la vigilancia y el control policíaco de los recintos religiosos. El 22 y 23 de septiembre de 1941, se celebró en la Oficina Central de Seguridad del Reich. una conferencia de los llamados comisarios para asuntos eclesiásticos, que habían sido adscritos a las oficinas de la Gestapo. De las notas tomadas en dicha reunión se lee:

Todos ustedes han de dedicarse a esta labor con verdadero fanatismo y de todo corazón a la principal tarea de enfrentarse siempre y en todo momento con decisión, voluntad y eficaz iniciativa al enemigo que es la Iglesia. Esta no debe recuperar ninguno de los puntos que ya ha perdido. Otro de los objetivos es acusarla de alta traición en la lucha que el pueblo alemán lleva para sobrevivir.

En marcado contraste con la mayoría de los miembros de la Iglesia católica y protestante durante el Holocausto, el prebistero católico de Santa Eudevigis de Berlín, Bernhard Lichtenberg pensó desde el principio, que como sacerdote católico estaba obligado a ayudar a los judíos que estaban siendo despojados de sus derechos civiles y humanos. En agosto de 1938, Lichtenberg, que había sido elegido catedrático [Domprobst] el año anterior, fue puesto a cargo de la Oficina de Asistencia del episcopado de Berlín, que ayudó a muchos católicos de ascendencia judía a emigrar del Tercer Reich.

Impresionado por el pogróm de la Kristallnacht del 9 al 10 de noviembre de 1938, mientras que las iglesias alemanas -incluyendo las disidentes, mantuvieron su silencio, Lichtenberg levantó su voz públicamente y sin temor contra la brutalidad nazi. «Sabemos lo que pasó ayer, no sabemos lo que nos espera mañana. Pero hemos experimentado lo que ha sucedido hoy.

Desde esa noche hasta su detención el 23 de octubre de 1941, continuó orando diariamente desde su púlpito en la catedral de San Hedwig por los judíos, muchos de ellos convertidos al cristianismo así como por las otras víctimas del régimen.

La postura anti-nazi de Lichtenberg y sus continuas protestas contra la persecución de los judíos lo pusieron en conflicto directo con la maquinaria de opresión del estado nacionalsocialista. Dos mujeres estudiantes que lo habían escuchado orar públicamente por los judíos y los presos de los campos de concentración lo denunciaron a la policía. En la búsqueda que la Gestapo llevó a cabo en la casa del Obispo, el 23 de octubre de 1941, encontraron una proclama que Lichtenberg tenía la intención de leer. Esta fue elaborada en respuesta al folleto nazi distribuido por el Ministerio de Propaganda de Goebbels en el que se advertía a los alemanes que no ofrecieran ayuda a los judíos. En la declaración, Lichtenberg escribió: «Una hoja anónima calumniosa contra los judíos se está distribuyendo a las casas de Berlín. No seamos engañados por esta forma de pensar no cristiana, sino que sigamos el estricto mandato de Jesús: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

Durante su interrogatorio, Lichtenberg se negó a retractarse de sus palabras e incluso intensificó aún más sus declaraciones. Cuando se le preguntó acerca de una copia anotada de Mein Kampf encontrada en su poder, declaró que el manifiesto de Hitler, contradecía al cristianismo y él, como sacerdote católico, estaba obligado a oponerse al mismo. También estaba dispuesto a tomar todas las consecuencias que su oposición a las políticas estatales le provocarían:

«Esto es porque rechazo en mi interior la evacuación [deportación de los judíos] con todos sus efectos porque está dirigida contra el mandamiento más importante del cristianismo: «Amarás a tu prójimo tanto como a ti mismo y reconozco al judío también como mi prójimo, que posee un alma inmortal, moldeada según la semejanza de Dios. Sin embargo, como no puedo evitar esta medida gubernamental, me he decidido a acompañar a los judíos convertidos al cristianismo para darles ayuda espiritual. Quisiera aprovechar esta oportunidad para pedir a la Gestapo que me diera esta oportunidad. «

En mayo de 1942, el Tribunal de Primera Instancia de Berlín condenó a Lichtenberg a dos años de prisión por abuso del púlpito y actividad insidiosa [» Heimtücke «] .» Hacia el final de la prisión de dos años, el obispo de Berlín de apellido Prysing, lo visitó en la cárcel de Tegel y le entregó una propuesta de la Gestapo que le permitiría permanecer libre si prometía abstenerse de predicar durante la guerra. Sin embargo, Lichtenberg pidió que se le permitiera acompañar a los judíos convertidos al cristianismo deportados a Lodz para servir allí como su ministro pastoral. Prysing, que estaba profundamente preocupado por el estado de salud de Lichtenberg, trató en vano de disuadirlo de la idea. Frente a la inflexible oposición del sacerdote, el Servicio de Seguridad nazi [SD] ordenó su internamiento en el campo de concentración de Dachau. Mientras esperaba ser deportado, el hombre de 67 años cayó gravemente enfermo y murió el 5 de noviembre de 1943.

El 7 de julio de 2004, Yad Vashem, el centro israelí para la investigación y recordación del holocausto, reconoció a Bernhard Lichtenberg como un Justo entre las Naciones.

Por último, Krause parafrasea a la Policía del Reich respecto a que el crimen en Italia no pudo cometerse en virtud de la ineficiencia. Vivían allí unos cincuenta mil judíos cuyos orígenes se remontan al Imperio Romano. En septiembre de 1943 la burocracia alemana llegó al país. Roma con su comunidad de 11.280 miembros fue el primer objetivo. El Rabino en Jefe, Israel Zolli, quién después de la guerra se convirtió al Cristianismo, instó a la comunidad a que cerrase la sinagoga, destruyera el registro de miembros e hiciera lo posible por dispersar a la comunidad en monasterios y conventos, pero ello no aconteció y esa afirmación del ex Rabino fue desmentida por otros dirigentes comunitarios. 

A su llegada, el plenipotenciario general alemán Ostubaf Kappler le pidió a la comunidad cincuenta kilos de oro o se haría de doscientos rehenes. El dirigente comunitario Renzo Levi, le pidió ayuda al Papa quien prometió 15 kilos, que no fueron necesarios por cuanto los italianos de a pie lograron juntar 80 kilos. Del 15 al 16 de octubre de 1944 los alemanes obtuvieron mil judíos que fueron enviados a Auschwitz. La gran mayoría de los judíos romanos lograron, con ayuda del Vaticano, esconderse, sin embargo el Papa guardó silencio en público. En Florencia el prefecto fascista había advertido a los judíos que se oculten.

La RSHA alemana informó que las redadas no tuvieron éxito por culpa de la ineficiencia italiana que generó retrasos y ocultamientos. En la primavera de 1944, cuando el Ejército Rojo había ocupado ya Rumania y los aliados se disponían a entrar en Roma, los alemanes transportaron a Auschwitz más de siete mil quinientos judíos italianos de los que tan solo sobrevivieron unos seiscientos. A pesar de la tristeza que provoca sus muertes, ellos no representaban ni siquiera el veinte por ciento de los judíos italianos. 

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