Desde fines de los años veinte el fascismo fue bien recibido por distintos sectores políticos. En el Partido Colorado, el Riverismo liderado por Pedro Manini Ríos y Julio María Sosa (sosismo), mientras que en el nacionalismo figuras emblemáticas como Luis Alberto de Herrera se acercaban a dicha ideología. Inmediatamente después de la “marcha sobre Roma” en 1922, dirigentes políticos del Partido Nacional y el Partido Colorado (antibatllistas) medios de prensa y grandes empresarios comenzaron a ver viable para el Uruguay algunas políticas desarrolladas por Benito Mussolini
Luis Alberto de Herrera fue uno de los líderes más importantes del Partido Nacional y uno de los dirigentes de mayor influencia en el Uruguay del siglo XX. Fue candidato a la presidencia de la República en, 1922, 1926, 1930, 1942, 1946, 1950 y 1958. Integró por la minoría el Consejo Nacional de Gobierno entre 1955 y 1959. Tuvo una larga trayectoria intelectual como historiador y ensayista. Herrera nunca vaciló en definirse como un “conservador-antijacobino”, lo que le hacía enfrentar las ideas batllistas. Herrera no tuvo problemas en apoyar el golpe de Estado del dictador Gabriel Terra en 1933. Ese golpe de Estado, protagonizado por Gabriel Terra y apoyado por Manini Ríos y Herrera fue realizado para combatir al reformismo batllista. César Charlone, ministro de Terra, enfatizaba en la necesidad de introducir el corporativismo italiano en la legislación uruguaya. Varios medios de prensa se dedicaron a mostrar las “bondades” del nuevo régimen totalitario: “La Tribuna Popular”, “La Mañana”, “El Diario”, “El Imparcial”, “Libertad” y “El Pueblo”.
Tampoco, Herrera disimuló en los años 30 su simpatía por el falangismo y fascismo. “Su actitud nacionalista contraria a asumir un alineamiento pro aliado durante la guerra, llevó a que lo calificaran desde distintos sectores políticos de nazi o fascista…. Los españoles falangistas sabían o presuponían, que Herrera sentía profundas desconfianzas hacia el proyecto ilustrado fuese liberal o político. En efecto, Herrera era miembro de la Falange en el Uruguay”, refiere Alfredo Alpini en «Uruguay en la Era del Fascismo».
Fue afiliado junto con su esposa, Margarita Uriarte y su hija María Hortensia de Herrera a la Falange Española en el Uruguay y defendió el régimen franquista durante toda su vida. En el año 1937, fue declarado huésped oficial de la Italia fascista. En ese mismo momento fue condecorado con la Gran Cruz de la Orden de la Corona de Italia. Durante su visita a Italia es famosa su intervención en radio italiana hablando del “Nuevo Riorgimiento “de la Italia fascista. Herrera dijo a la prensa italiana, “la Italia que vi es muy distinta a la de 15 años atrás…. El gran cambio fue obra de su jefe “. Esta nueva Italia que admiraba Herrera no era el producto de una “noble” democracia, era la elaboración de políticas creadas por el Gran Congreso Fascista. “Las ideas nacionalistas que siempre defendió lo llevaron a abrazar la causa falangista en España y cosechar unas actividades nada liberales, junto a los argentinos nacionalistas Manuel Gálvez y Carlos Ibarguren que no sentían demasiado entusiasmo por la democracia”, indica Alfredo Alpini en la obra ya citada.
“A fines de 1929 el diario herrrerista El Debate publicaba textualmente los discursos contra los judíos del padre Iribarren, que eran trasmitidos por la vieja radio Jackson. Esta emisora, hoy Radio Sarandí, pertenecía a la Iglesia Católica y su director era el sacerdote Ramón y Puyal. (Santiago Tricànico, El Nazismo en el Río de Plata 1933-1945, Ed. Rumbo 2018 página 87)
Desde el golpe de Terra de 1933 y hasta su culminación en 1938 las posturas profascistas tuvieron carácter público. El fallecido ex ministro de Educación y Cultura del gobierno del Dr. Luis Alberto Lacalle, Antonio Mercader, sostiene en su libro “El Año del León”, que Herrera salvó la soberanía nacional de las pretensiones estadunidenses de construir una base militar en la laguna del Sauce en Maldonado. En Uruguay tuvimos un amplio espectro de ideas antiliberales y que las ideas de aquel tiempo se mantienen como un peligro siempre latente.