Washington DC.- Entre el lunes y el martes, tan solo 48 horas después que el presidente Joe Biden anunciara su salida de la competencia presidencial, la vicepresidenta Kamala Harris, quien contó desde un inicio con la aprobación y apoyo del presidente, se afirmó como la candidata demócrata que competirá contra Donald Trump en las próximas elecciones de noviembre.
Si bien al principio referentes demócratas de la talla del expresidente Barak Obama y la congresista Nancy Pelosi —ex speaker de la Cámara Baja—, habían sugerido una competencia interna, opinión compartida por los analistas que opinaron que Harris saldría fortalecida de la misma, el martes la vicepresidenta se aseguró el apoyo de los delegados partidarios y encabezará la fórmula demócrata.
“Trabajaré pare merecer la nominación, y la ganaré” había asegurado Harris, quien apenas enterada de la decisión de Biden montó un equipo en la residencia oficial de la vicepresidenta, en el Observatorio Naval, desde donde se puso en contacto con líderes de su partido, incluyendo, —además de expresidentes, excandidatos, gobernadores y legisladores— potenciales rivales por la nominación.
Como si fuera poco, consiguió recaudar una cifra millonaria para la campaña y no trepidó en lanzar sus primeros ataques a su contenedor. El entusiasmo de los demócratas, luego de la crisis posterior a la desastrosa actuación de Biden en el debate con Trump, parece justificado. Mientras tanto la campaña de Trump no estaría muy feliz —el martes presentó una queja a la Comisión Federal Electoral acusando a Biden y Harris de violar las leyes de campaña, por la transferencia de los fondos de la campaña del presidente a la de su vicepresidenta.
Las noticias sobre Harris Harris, que en las últimas horas compartió espacio noticioso con la caída de la directora del Servicio Secreto estadounidense, Kimberly Cheatle por los errores de su organización en el atentado contra Trump, se centran ahora en quien será su vicepresidente en el ticket de su partido.
Al mismo tiempo, estrategas de ambos partidos se reacomodan ante una panorama totalmente cambiado. Trump ha pasado a ser el “viejo” de la contienda, con 78 años, mientras que la prensa debate acerca de los pros y los cons de postular una candidata mujer, hija de un jamaiquino de color y una asiática.
De acuerdo a una noticia aparecida en The New York Times, desde el domingo, cuando Biden se bajó de la campaña, “más del 11 portento de las menciones relativas a Harris en X involucrado ataques relativos a su raza o género, de acuerdo a datos aportados por la firma PeakMetrics”.
No menos importantes son los análisis sobre las personalidades de los candidatos. Trump, a quienes los analistas le atribuyen actitudes chauvinistas y misóginas ha recibido el consejo de no hacer una cuestión denigratoria del género de su opositora, mientras que a Harris se le augura la posible reconquista de los votantes desencantados con Biden: los jóvenes, las mujeres y los afro-descendientes.
Por lo demás, los analistas destacan el pasado de Harris como fiscal penal en San Francisco y luego de su estado natal, California. En momentos en que Trump enfrenta una condena criminal en Nueva York, su experiencia en el tema puede resultarle favorable en los argumentos de debate y campaña.
No obstante la nueva candidata demócrata no las tiene todas consigo. La mala imagen de su jefe, a quien está indisolublemente unida en el gobierno, podría actuar como un ancla. El recientemente nominado como vicepresidente en la fórmula repúblicana, el senador de Ohio JD Vance ya lo ha puesto de manifiesto: “el récord de Kamala Harris es el mismo que el de Biden”. La vicepresidenta tendrá que lidiar con puntos negativos como la inflación y la inmigración descontrolada, flancos atacables de la administración Biden.
La carrera, entonces, inició a ritmo vertiginoso. Sea porque electores de ambos partidos estaban en vilo por una decisión a la que indefectiblemente se iba empujando a Biden, sea porque Harris se movió con una rapidez abrumadora —la prensa reporta que para asegurar su posición la vicepresidente hizo 100 llamadas telefónicas en 10 horas.
Pero parece faltar, aunque varios analistas entienden que las nominaciones vicepresidenciales van perdiendo importancia en términos electorales, completar la fórmula de la nueva candidata. Aunque se descuenta, por aquellos de las compensaciones de todo tipo, que el ticket se completará con un hombre, blanco, con un pasado “ganador” que complete un momento de inercia triunfalista.