En lo que parece ser una situación crónica, se vuelve a hablar de una nueva intervención de tropas internacionales en Haiti. El miércoles pasado durante una cumbre en el Caribe, el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, planteó la idea para estabilizar la creciente crisis humanitaria en la nación.
El Departamento de Estado estadounidense manifestó que «comparte el compromiso sentido en toda la región de ayudar al pueblo haitiano a dar forma a su futuro para restaurar el orden democrático del país a través de elecciones libres y justas» e informó que Blinken y el actual primer ministro de Haiti, Ariel Henry, «acordaron la urgencia de desplegar una fuerza multinacional autorizada por las Naciones Unidas o una operación de mantenimiento de la paz».
La crisis actual comenzó con la elección de Jovenel Moïse, quien llegó al poder en 2016, después de unas elecciones en las que solo participó el 21% de los votantes elegibles y se llegó a descalificar una décima parte de las papeletas.
El gobierno de Moïse se volvió cada vez autoritario hasta clausurar el congreso legislativo, lo que provocó una dura disidencia en la población. El presidente fue asesinado en su hogar en una operación con ribetes fílmicos en la que participaron mercenarios extranjeros, y eso dejó al país en una situación de completo caos, con extrema pobreza generalizada, una hambruna extendida y pandillas locales que se apoderan de cada vez más territorio sin presencia estatal.