Estanciero, Senador suplente (Cabildo Abierto)
¿En qué situación estaba cuando me enteré de la consumación del golpe?
Vamos a empezar por ahí, porque fue una especie de drama en más de un acto. El primero fue —que hoy en día por razones de conveniencia no se dice— en febrero: ahí fue el quiebre, ahí se hizo lo ulterior bastante inexorable. En febrero hubo un desconocimiento flagrante, a la autoridad; el desacato de las fuerzas armadas, al Presidente y al Poder Ejecutivo.
Y luego se empezaron a precipitar los asuntos, después de los hechos de febrero me acuerdo que habíamos ido a Montevideo, precipitadamente, por un acto que hubo en la Plaza Matriz frente a la Catedral, frente a la Casa del Partido, y ya por el tono de todo lo que dijo mi padre yo me di cuenta que las cosas estaban prácticamente por acontecer, los dados echados arriba de la mesa. De ese acto volví a la estancia porque tenía cosas que hacer: fuimos con Irineu Riet Correa, en un clima tan tenso que se cortaba con una tijera.
El 27 de junio yo estaba en la estancia. Recuerdo que de madrugada, instintivamente prendí una radio transoceánica que tenía, y al prender la luz oigo esa marcha tan linda, la Diana de Palleja. “Qué raro”, pensé, y cambié de estación, y seguía la misma marcha, y cambié, y lo mismo., “Acá hay cadena”, me dije. . .
Y en ese momento recuerdo que tuve que hacer un esfuerzo enorme para bajar las piernas de la cama y ponerme las bombachas y las botas. Me pesaban toneladas las piernas; como que tenia ganas de seguir durmiendo.
Me pregunté ¿en qué termina esto?, ¿cómo voy a amanecer en el día de hoy? Y bueno, sentí un gran abatimiento, porque me di cuenta que se había consumado el golpe de estado. Ahí en el medio del campo. . .
No los vi más a los viejos hasta unos días después, cuando ya estaban en Buenos Aires.