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Editor responsable: Rafael Franzini Batlle
sábado, diciembre 20, 2025

Gandhi y las relaciones laborales.

En 1917, Anasuyabehn Sarabhai fundó en el gran centro textil de Ahmedabad, Guayarat, India, la TLA – Textile Labour Associatión-. Era el tercer año de la Primera Guerra Mundial y la suba de precios  había desecho los salarios.  El conflicto laboral estalló un año después. El fundador del sindicato convocó a Mohandas Karamchand Gandhi, abogado, pensador, activista y político indio, mejor conocido como Mahatma (“alma grande” en hindi) Gandhi.  

La huelga duró 22 días y el abogado pacifista impulsó armonizar el conflicto con sus principios de Truth and No Violence.  

Gandhi propuso –y fue aceptado– un convenio colectivo. Entre sus puntos y comentarios se estipula :

No se deben rebajar los sueldos hasta que las fábricas se queden sin reservas, viéndose obligadas afectar  el capital que necesitan para seguir funcionando.  

No debe producirse ninguna disminución en los salarios hasta llegar al nivel adecuado que permita al trabajador mantenerse. No es imposible imaginar el día en que los trabajadores consideren como propia la empresa en que trabajan por lo cual estarían dispuestos a sacarla de las crisis trabajando día y noche y contentándose con lo mínimo para vivir, esto es, un pedazo de pan. Ese sería un acuerdo voluntario, pero ello no es aceptable en el presente conflicto.

La necesidad de modernizar la planta industrial no puede servir de argumento para disminuir los salarios.  Es  como si un hombre quisiera cortarse los pies para curar un malestar estomacal.  ¿Acaso los accionistas venderían la maquinaria para repartirse su producido?  ¿Los recursos humanos valen menos que la maquinaria?

Es vital para el buen funcionamiento de la empresa que se considere a los trabajadores en un pie de igualdad con los accionistas y que, por lo tanto, gocen del derecho de conocer exactamente cuáles son los resultados que arroja la actividad empresarial. Si los trabajadores son copartícipes en la propiedad de la misma, a su sindicato debería permitírsele el mismo acceso que tienen los socios a la información económica. En realidad, los obreros no pueden sentir confianza si se les veda el material informativo.  El sindicato es tan legítimo como la patronal y no un mal necesario.

Evitar el conflicto entre el capital y el trabajo – algo que creo que puede y debe ser hecho- supone concederle al trabajador el mismo nivel y la misma dignidad que se le concede al accionista. ¿Por qué ha de ser más significativo un millón de rupias que un millón de varones y mujeres? ¿No son infinitamente más valiosos que el metal? ¿O quizás los poseedores del metal suponen que los trabajadores no pueden organizarse y juntarse como hacen las cámaras empresariales?

Debe llevarse un registro de todos los trabajadores disponibles reconocidos por ambas partes. Asimismo debe cesar la costumbre de tomar trabajadores por medio de cualquier agencia que no sea la TLA.

Estos enunciados, dice Gandhi, no son visionarios, por el contrario, al analizarlos se encuentra que son absolutamente esenciales para la existencia y desarrollo de la gran empresa, en cuyo interés han sido humildemente sugeridos.

La patronal aceptó llegar a un convenio colectivo que  fue homologado por el Juez Govindrao Madgavkar. Duró 18 años en los cuales, según Gandhi,  los capitalistas y trabajadores de Ahmedabad vivieron bajo el supuesto de que no existía un conflicto inherente entre ambos.

Lectura: Hacia un socialismo no violento. Editorial La Pleyade, Buenos Aires, 1977.

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