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Extravagancias
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La situación creada por el asalto a la sucursal en Rancagua de la empresa de transporte de valores Brink’s ha provocado toda clase de reacciones en el imaginario popular. La más socorrida, desde luego, ha sido la de compararla con la “Caja de Pandora”, aunque algunos más prosaicos han igualado la calidad del episodio con el celular de Luis Hermosilla.

Lo cierto es que, como de la Caja de Pandora o del celular de Hermosilla, de ese peculiar asalto han brotado los más diversos y en la mayoría de los casos bizarros efectos. Para decirlo en breve: una verdadera colección de extravagancias. Desde luego que una treintena de individuos, equivalente a un pelotón en cualquier ejército, haya sido protagonista del hecho, lo convierte ya en una total extravagancia. Reunir y organizar a un grupo tan grande de facinerosos debe haber sido una tarea ímproba y ponerlos a funcionar del modo que lo hicieron es algo que parece todavía más prodigioso. Como haya sido, lo concreto fue que esa multitud en acción fue capaz de dividirse el trabajo para lograr entrar al local utilizando una escalera de mano que les permitió superar una pared; luego pudieron vulnerar el lugar en el que estaban los sacos con el dinero, realizar una verdadera cadena humana para llevar los sacos hasta la pared y pasarlos al exterior, hacer llamados telefónicos con distintas voces y mensajes para distraer a Carabineros y quemar los automóviles para no dejar huellas. Lo dicho: un prodigio.

Y lo que siguió a su operación de comandos ha sido aún más espectacular: en pocas horas ya habían sido atrapados dieciocho (sí, más de la mitad de la banda). Pero luego el Ministerio Público acusó a la PDI nada menos que de no haber entregado información que poseía acerca de la posible comisión del robo antes de que éste se produjera, algo que en cualquier otro lugar del mundo habría cimbrado el sistema de seguridad pública. Aquí no cimbró nada y sólo provocó un igualmente extravagante descargo de la PDI de Rancagua: sí, habían tenido información de un robo a una empresa transportadora de caudales… ¡pero era otra empresa! ¿Sería por eso que no informaron? En todo caso sí hubo un damnificado: el prefecto de la PDI de Cachapoal pasó a retiro. Espectacular sanción, ¿verdad? Pero la seguidilla de hechos extravagantes no acaba ahí: en el marco de la acusación del Ministerio Público una policía, Carabineros de Chile, entró a las dependencias de otra policía, la Policía de Investigaciones de Chile ¡e incautó equipos! Y ya para terminar de aparecer toda clase de cosas extrañas de esta Caja de Pandora, en el momento de escribir estas líneas la empresa, que se dedica a la honorable tarea de proteger dineros ajenos, no era capaz de decir cuánto dinero le habían robado.

Hace algunos años habríamos dicho “estas cosas no pasan en Chile”, pero ya nos estamos acostumbrando a que todo pase en Chile. Una extravagancia llama la atención, una legión de extravagancias convierte a la extravagancia en normalidad y ya no llama la atención. Yo mismo estuve a punto de caer en el letargo que provoca la normalización de las extravagancias de no haber sido por una situación que logró arrancarme de la indiferencia.  Y es que ocurre que un arma, aparecida en la cintura de uno de los asaltantes apresados ¡había sido percutada en contra de Izkia Siches! Sí, ocurrió cuando ella perpetró su propia extravagancia a horas de haberse instalado como ministra del Interior del, en ese momento, recién inaugurado gobierno de Gabriel Boric y pretendió entrar a la “tierra liberada” de Temucuicui a dialogar con sus ocupantes.

Hay que reconocer que la capacidad de demostrar en pocas horas los antecedentes de esa arma, habla muy bien de la eficiencia técnica de quienes encontraron, en un espacio de varios kilómetros cuadrados, el proyectil originalmente disparado en Temucuicui. Y también de la eficiencia de los laboratorios forenses que permitieron establecer la asociación entre ese proyectil disparado hace dos años y el arma que el asaltante llevaba en su cintura. En su momento yo reconocí debidamente esos talentos y capacidades, pero más me llamó la atención la presencia del arma de Temucuicui en Rancagua. ¿Será que un hermano mapuche decidió abandonar su territorio liberado para buscar nuevos territorios que liberar más al norte? ¿O es que, como se ha demostrado hasta la saciedad, el territorio liberado de Temucuicui no es más que un emporio para el negocio de la droga y otros delitos? Misterios que, para que todo no quede como una cuenta más en este collar de extravagancias, es de esperar que la autoridad esté estudiando cuidadosamente.

Y tampoco dejé de pensar en la extravagancia de Izkia Siches. Algo así como la medalla de oro en la olimpiada de la… ingenuidad eso de creer que, porque decía Wallmapu en lugar de Araucanía, los hermanos insurrectos la iban a invitar a tomar un tecito en lugar de recibirla a balazos. Aunque hay que recordar que, en ese momento, todo en el país era una excentricidad. Se instalaba un gobierno de jóvenes animados de un discurso y una vocación de acción en los que competían las ansias refundacionales y las ínfulas identitarias. Un gobierno que, con ese sello, era totalmente ajeno a la mayoría del país.

Y ese extravagante gobierno siguió ese rumbo hasta que finalmente la mayoría del país lo detuvo en el plebiscito de septiembre de 2022. A partir de ahí el gobierno cambió, por lo menos en parte. Salieron quienes tenían que salir y entró el Socialismo Democrático y, a juzgar por su comportamiento del último período sobre todo en materias internacionales, también cambió el Presidente: maduró.

Pero el mal de la extravagancia sigue presente: basta mirar la prensa de la semana que pasó. Creo y es mi última reflexión, que debemos hacer un esfuerzo por impedir que la extravagancia se convierta en algo normal.

No nos acostumbremos a que en Chile todo pueda pasar… de nuevo.

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