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Editor responsable: Rafael Franzini Batlle
sábado, diciembre 20, 2025

ESE BRETE LLAMADO COALICIÓN REPUBLICANA

El camino de la libertad

No sé si tendría ocho años, pero recuerdo el día que crucé la calle Chaná y fui a jugar con mi amigo Guillermo. Él estaba haciendo sus deberes domiciliarios de lo que por aquel tiempo llamaban catequesis. Me mostró una ilustración que había hecho: una encrucijada de caminos que le habían mandado dibujar, por un lado el camino del bien, por el otro el del mal.

Recuerdo que volví medio angustiado a casa, consciente de que, si el del bien era el camino indicado, yo no estaba muy bien orientado hacia ese paraíso que Guillermo había incorporado al final del dibujo.

Mi madre, atea rabiosa, me tranquilizó pronto, con su racionalidad y su carácter laico radical. Mi viejo, agnóstico y romántico, me miró por encima del diario y se limitó a decirme que caminos había muchos, y que cada cual elegía. Me quedé muy tranquilo. Supongo que ese día empecé a hacerme colorado, que es, en esencia, lo mismo que hacerse liberal.

Constitución de una coordinadora política de la llamada coalición republicana

Sobre el fin de esta semana se informó la constitución de una coordinación política de la auto denominada coalición republicana.

De acuerdo a La Diaria, el líder del Partido Independiente, Pablo Mieres, subrayó que tienen una idea en común “de cómo llevar adelante el país y de cómo actuar siendo oposición”. El presidente del Honorable Directorio del Partido Nacional, Álvaro Delgado, insistió en que cada partido de la coalición tiene su perfil, pero que “hay un objetivo común”, con un programa que los une y un rumbo que comparten. Por su parte, el secretario general del Partido Colorado, Andrés Ojeda, indicó que, bien lejos de la próxima campaña, comenzaron a planificar su propia narrativa, para fortalecer una identidad de coalición que “en nada ataca la identidad de los partidos”.

Así, con matices y ya en los descuentos de 2025, se expresaron algunos de los principales dirigentes que alientan esta estrategia política. 

¿Es esto lo que precisamos?

¿Es esto lo que la ciudadanía no frentista espera de los partidos de oposición: que se unan para sacar al Frente Amplio del gobierno? Sin dudas hay una fracción que sí cree en ello.

También vale preguntarse si eso es realmente lo que espera la mayoría de esa ciudadanía de su dirigencia. Porque es probable que muchos esperen algo más que un acuerdo político tejido entre dirigentes, de espaldas a las orgánicas de sus partidos.

Por otra parte, no es claro cuáles son las líneas rectoras que motivan esta alianza, más allá del propósito primario y manifiesto de acumular votos para un eventual balotaje y gobernar juntos.

Y esa es la primera cosa llamativa: la creencia en la acumulación cuantitativa, en sumar partidos como si eso supusiera automáticamente sumar electorados. Se define que más adelante se verán cuáles serán los marcos de acuerdo fundamentales, mientras se sostiene, al mismo tiempo, que los partidos no perderán su identidad.

La segunda cosa llamativa es la creencia —algo ingenua, a la luz de la realidad— en el disciplinamiento opositor, mediante el cual se tendería a conformar un bloque uniforme, con el propósito de ir construyendo un relato común y un fortalecimiento identitario compartido.

La tercera cosa llamativa es que no se termina de aclarar, ni siquiera se adelanta una posición, sobre los fines electorales concretos de esta coordinación, restándole importancia al formato de comparecencia en las próximas elecciones y presentándolo como una cuestión meramente operativa.

En política, no siempre las sumas funcionan como en matemáticas.

Existe una ley de la física y la química que sostiene que el paso más lento es el que determina la velocidad general de una reacción. Aplicada al campo de las ciencias sociales y de las organizaciones, esa ley indica que el miembro más conservador, el más temeroso o el menos imaginativo termina pautando el perfil general de una asociación.

Cuando una iniciativa como la que nos ocupa se conforma sin garantías claras de propósito y sin un respeto explícito por las definiciones partidarias —máxime cuando flota en el aire la pretensión de algunos de suspender las elecciones internas— vale preguntarse qué arraigo popular puede cosechar, más allá de los antifrenteamplistas cerrados, que sin dudas existen.

También corresponde preguntarse cuál será el precio a pagar por precintar extemporáneamente a los partidos en una movida que parece orientada, antes que nada, a un reordenamiento de liderazgos y de conducción política en torno al lacallismo, más que a la construcción de una alternativa plural y con identidad propia.

¿No será otro el camino? ¿No habrá que hablar más de ideas y de cómo hacer las cosas en el país, en lugar de pretender que mágicamente todos marchen detrás de un proyecto personal o sectorial, forzado por algunos dirigentes?

La alternativa no es la disgregación ni el seguidismo, sino una oposición plural, con identidad, que coopera sin disolverse.

Los países —y las oposiciones— no crecen desde la lógica deportiva de desplazar al rival del poder, sino desde la dinámica de construir, proponer y convencer para que la gente elija en democracia.

Afortunadamente, en la vida no existen solo dos caminos: ellos o nosotros, el bien o el mal.  A veces es necesario forjar caminos nuevos y propios, especialmente cuando el sistema político pretende cerrar alternativas y embretar a los ciudadanos en confrontaciones forzadas.

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