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Entre la espada y la pared, Bullrich
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Entre la espada y la pared, Bullrich

En los últimos días se alzaron voces críticas ante declaraciones del Secretario General del Partido Colorado, el ex presidente Julio María Sanguinetti, contra Javier Milei, candidato a la presidencia de Argentina y líder de La Libertad Avanza, así como a su apoyo a la postulante de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, un “tomar partido” que en este caso significa el rechazo a una visión de sociedad y resalta una identidad histórica en común entre la colectividad de Fructuoso Rivera y la Unión Cívica Radical (UCR), hoy parte de la coalición opositora argentina.

La del 22 de octubre, no será una elección más para Argentina, sino que estos comicios, junto con una eventual segunda vuelta en noviembre, constituyen un verdadero cruce de caminos, donde está en juego, no sólo el futuro económico del país, y eso no es poco, sino su institucionalidad y el normal devenir de la democracia, tantas veces atropellada allende el río.

En las elecciones internas (PASO) del 13 de agosto, quedó configurado un escenario político hacia los comicios del mes que viene en el que competirán Milei, quien se llevó un sorpresivo 30% de votos en las primarias y es favorito para la primera vuelta, el ministro de Economía, Sergio Massa, por el oficialista Unión Por la Patria y Bullrich, ex ministra de Seguridad del gobierno de Mauricio Macri (2015-2019).

Sanguinetti dijo a Subrayado que “Argentina está de nuevo en una cruz de caminos” porque de un lado “tiene el fracaso del proyecto kirchnerista” y del otro “la aventura de Milei”, sobre quien apuntó que “ni borracho puede decir tamañas cosas”. Señaló además que Bullrich, “más allá de las figuras personales, es la opción para un cambio posible”.

Días después, el dos veces presidente uruguayo participó de una disertación de Carlos Melconian, quien será ministro de Economía en caso de ganar Bullrich, en la Casa del Partido Colorado. Allí el economista sostuvo la necesidad de mayores “grados de libertad” en el Mercosur para que se puedan realizar acuerdos uno a uno con países que no integran el bloque regional, así como “alguna firma” con la Unión Europea.

Hoy los argentinos se debaten entre darle el respaldo, por un lado, a un candidato, Massa, que junto con sus mentores, el presidente Alberto Fernández, y la vicepresidenta, Cristina Fernández, son responsables de una de las mayores crisis económicas y sociales del país, y por otro, a un economista libertario, que llega a definir la elección en medio de una carrera política meteórica, sustentada en un discurso populista de ultraderecha basado en el ataque a la “casta” política, a cuyos integrantes trata de “parásitos” y “ladrones”, pero que él mismo ahora integra como diputado.

Como tercera opción está Bullrich, una dirigente política experiente –inició su militancia en 1973 con 17 años en la Juventud Peronista-, con una agenda audaz de reformas estructurales y que derrotó a su contrincante interno, de perfil más “dialoguista”, Horacio Rodríguez Larreta, Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Bullrich muestra a sus equipos técnicos como una garantía de solvencia y de que su eventual gobierno no será un salto al vacío.

La herencia del kirchnerismo es una Argentina con 40% de pobres, con 6 de cada 10 niños y adolescentes bajo la línea de pobreza, con una inflación anual de 124,8% y cerca de 300% proyectada a 12 meses, 8 millones de trabajadores en la informalidad, una inseguridad desbordada que hace que Rosario o el conurbano bonaerense sean el lejano oeste, corrupción y sindicatos que co-gobiernan y hasta intermedian en los planes sociales.

Milei, en cambio, representa una propuesta refundacional nunca antes vista en Argentina y busca implementar un modelo ultraliberal, que es ofrecido a los votantes, hastiados de sus gobernantes y de los pésimos resultados de su gestión, con un discurso radical, agresivo en sus formas y hasta acompañado con gestos destemplados y un lenguaje que no es propio de un aspirante presidencial, en el que caen en la misma bolsa aquellos políticos, periodistas y medios de comunicación que no comparten su visión.

No es sensato pensar que es posible llevar a cabo un recorte del gasto de 15% del PIB (la llamada motosierra), dolarizar un país sin dólares, eliminar ministerios claves en el desarrollo humano como Educación, Trabajo o Desarrollo Social, o romper relaciones con China y Brasil por ser países “comunistas”. Menos sensato aún es declararse a favor de la venta de órganos y de niños –aunque después diga que eso no está en el programa- o sostener que la justicia social promueve “el robo y el trato desigual ante la ley”, lo cual “va en contra de los diez mandamientos”.

La “cosa pública” de Argentina hace a una gran parte de la política y la economía de Uruguay, dado que con el país vecino, además de los obvios lazos históricos y culturales, tenemos profundos vínculos económicos, desde integrar el Mercosur a los flujos turísticos recíprocos y las inversiones argentinas en el país, por lo cual no se puede permanecer indiferente ante el devenir de los acontecimientos en la vecina orilla.

Grandes crisis económicas en Argentina como la de 2001 o la diferencia cambiaria existente actualmente, no tienen efecto neutro sobre Uruguay, que en mayor o menor medida recibe los embates de esas desestabilizaciones.

Más allá de estos aspectos, la crítica de Sanguinetti a Milei y el apoyo a Bullrich, está ciertamente influida en la identidad del Partido Colorado y en raíces hondas de amistad, ideales compartidos y visión en común de la sociedad entre la divisa de Rivera y la UCR argentina, que hoy integra la coalición Juntos por el Cambio, y tiene a exponentes como su presidente, Gerardo Morales, gobernador de Jujuy, o el senador y ex ministro de Economía, Martín Lousteau.

¿Cómo defender entonces, un modelo que pretende la reducción al mínimo del Estado en nombre de una libertad que se traduce en libertad para los más fuertes, sin considerar que ese principio, tan caro para los colorados y batllistas, no puede estar disociado del principio de justicia social, conformando entonces dos caras de una misma moneda? ¿Cómo desconocer el rol del Estado como garante de los equilibrios sociales, aun cuando sea impostergable su reforma? 

Pero además, unen a colorados y radicales lazos históricos que se remontan a los gobiernos de Hipólito Irigoyen en Argentina y José Batlle y Ordóñez en Uruguay, estadistas que llevaron a cabo en las dos primeras décadas del siglo XX y en forma casi contemporánea, reformas sociales y económicas de avanzada, como la legislación laboral, el dominio industrial del Estado, etc.

El devenir del pasado renovó los vínculos entre colorados y radicales en defensa de la libertad y del reformismo, con la relación amistosa entre los presidentes Marcelo T. de Alvear y Baltasar Brum, las ideas desarrollistas y de industrialización de Arturo Frondizi y Luis Batlle Berres y el trato estrecho entre los presidentes Raúl Alfonsín y Sanguinetti, en tiempos en que la prioridad era la restauración democrática y la afirmación de las instituciones, tras los años aciagos de las dictaduras que sufrieron ambos países en la década del setenta y ochenta.

Hoy Bullrich, aunque puedan existir matices amplios sobre su propuesta política y diste de ser una candidata óptima, es entre los tres candidatos quien está más cerca de los principios del Partido Colorado y quien puede llevar a cabo las reformas profundas que la Argentina necesita, sin mesianismos ni extravagancias, al tiempo de poder mantener a salvo una institucionalidad democrática que suma 40 años ininterrumpidos.

Una relativa paz social no será fácil de mantener, en medio un peronismo y un sindicalismo que prometen no dar tregua si la elección les es adversa y de corrientes golpistas dispuestas a soluciones de facto ante la inestabilidad política y social, siempre más o menos latentes a lo largo de la historia argentina.

En 1983 Argentina recuperó la democracia, pero ella no es una conquista que esté asegurada de forma permanente, sino que es preciso mantenerla y fortalecerla en las acciones y los mensajes cotidianos, principalmente de sus líderes políticos, y eso es, quiérase o no, parte de lo que se juega en estas elecciones.

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