1814: Sarratea, Belgrano y Rivadavia quieren secuestrar a un infante para coronarlo Rey de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
La preocupación privativa de los integrantes de la Logia Lautaro consistía en establecer una forma monárquica de gobierno, a cuya sombra conservasen de un modo permanente las posiciones adquiridas. Era tan imperioso este deseo, que no les importaba la persona en quién debiera recaer la elección y sus condiciones propias, con tal que proveniese de estirpe regia.
El Director Posadas encabezaba este movimiento reaccionario, justificándolo en carta suya al general Rondeau, jefe entonces del ejército del Alto Perú, con los siguientes términos:
¿Qué importa que el que haya de mandar se llame Rey, Emperador, mesa, banco o taburete? Lo que nos conviene es que vivamos en orden y que disfrutemos de tranquilidad, y esto no lo conseguiremos mientras fuésemos gobernados por persona con la que nos familiaricemos.
A Alvear no le preocupó el caso en aquel instante. Sus designios, completamente personales, le llevaban a Buenos Aires para asumir el mando de un fuerte ejército, con el que se proponía invadir el Perú y atacar la dominación española en aquel centro de poderío. En tal supuesto, es de creerse que atribuiría escasa importancia práctica a la combinación que acababan de urdir Posadas y Herrera, para coronar un príncipe europeo en el Río de la Plata, poniendo al servicio de semejante plan a Belgrano y a Rivadavia, nombrados negociadores en Europa.
Don Nicolás Herrera, Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del Directorio, y cabeza pensante de aquella situación sin ideales confesables, se encargó de redactar las instrucciones, llenándolas de rodeos que abrían una puerta de escape a las responsabilidades futuras.
Autorizaban a los comisionados, a negociar el establecimiento de monarquías constitucionales en América, ya fuese coronando un príncipe español, ya uno inglés o de otra casa poderosa.
Debían los negociadores, al encaminarse a su destino, procurar el acuerdo con Lord Strangford en Río de Janeiro, para captarse por su intermedio la benevolencia del Gabinete Inglés, que se consideraba indispensable al éxito y después trabajar de forma mancomunada con Sarratea en Londres.
El 18 de diciembre de 1814, Rivadavia y Belgrano se embarcaron en Buenos Aires con dirección a Río de Janeiro. Luego de convencerse que no podían contar con el apoyo de Lord Strangford, pasaron a Londres, residencia de Sarratea. Este manifestó tener un plan acertadísimo, el cual consistía en llevarse consigo para coronar en América, al infante Francisco de Paula, quien probablemente estaba ajeno a cuanto se tramaba en su nombre.
La historia es contada por Felipe Pigna en la Revista Viva de Clarín (*). Un intrigante del séquito de Carlos IV al que Manuel de Sarratea había conocido en Londres, Domingo Vicente Cabarrús y Gelabert, propuso una idea inimaginable. Se le ocurrió secuestrar al príncipe Francisco de Paula, embarcarlo rumbo a Buenos Aires y coronarlo a todo trance.
Fernando VII le prestó atención al pedido cuando se enteró por sus servicios secretos en Roma de los planes de secuestro de los “rebeldes subversivos” del Río de la Plata, y lo urgió a viajar a Madrid.
Rivadavia, Belgrano y Sarratea estaban totalmente olvidados, dice Bauza, de las veces que como miembros de la Junta de Gobierno o del Triunvirato, habían sostenido en decretos y proclamas la legítima autoridad del Sr. D. Fernando VII, declaraban ahora que:
…el pueblo de las Provincias del Río de la Plata no había tenido parte en el movimiento de Aranjuez, que provocó la renuncia de los derechos de Carlos IV, y siendo notoria la nulidad de dicha abdicación, ellos protestaban y juraban no reconocer de presente ni de futuro otro soberano legítimo que al mismo Señor Don Carlos IV, para quién imploraban la protección divina.
Para llegar a semejantes conclusiones, no habían vacilado en repudiar el movimiento de mayo de 1810 y todas sus consecuencias, atribuyendo aquél y éstas a los trabajos de españoles desnaturalizados y monopolistas sin pudor.
Los acontecimientos que motivaron la caída de la autoridad del Virrey en 1810 y el establecimiento de la primera Junta Provisional en Buenos Aires, no fueron originados por americanos, sinó por un partido interesado de españoles europeos de Buenos Aires, íntimamente relacionados con los monopolistas y traficantes políticos de Cádiz, que han estado impulsándolo por mucho tiempo, como un medio de apoderarse del Gobierno del país con miras personales, por medio de la circulación de noticias exageradas de la Península, y preparando el espíritu público para la ruina de la Monarquía.
Para que no cupiese duda de la aserción antecedente, la confirmaban en tres proposiciones bien netas:
… ninguna otra forma sino la monárquica es adecuada a los hábitos de los pueblos.
Ningún príncipe extranjero puede asegurar la felicidad y prosperidad como uno de la familia de Vuestra Majestad.
Que si lo que siempre se ha considerado de los otros arreglos más ventajosos, no puede realizarse, se mantenga todavía la integridad de la Monarquía, simultáneamente con una administración independiente de los asuntos internos de esas provincias, con más o menos latitud, como puede arreglarse por medio de una negociación en cualquier tratado definitivo.
(*) 20 de diciembre de 2021.
Lectura: Bauza Francisco, Historia de la Dominación Española en el Uruguay, Tomo VI.