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El hombre más feliz de todos
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Solón era uno de los siete sabios de Grecia. Nació en el 640 antes de Jesús. Era hijo de un comerciante   al cual su generosidad le hizo perder buena parte de su fortuna.  

En el año 594 antes de la era común, los atenienses le dieron un poder ilimitado.  Presentó su programa político en forma de poemas donde condenaba la injusticia y el deseo inmoderado de riquezas.

 ¿Cómo procedió Solón para resolver los problemas sociales de Atenas?  Atenuó las leyes de Dracón, siendo la pena de muerte aplicable solo a los delitos más graves. 

 Otra de sus medidas fue anular definitivamente todas las deudas que abrumaban las modestas propiedades agrícolas.  Ordenó que todos los esclavos por deudas sean liberados.   

Creo un nuevo sistema de castas en base a la riqueza.  A la clase superior le impuso el servicio militar obligatorio.  Derogó los impuestos directos.  Concedió derechos políticos a los más pobres pero estos no podían ser elegidos arcontes.  Cualquier ateniense podía participar de las asambleas.  

Como suele ocurrir no fue popular, hizo enojar tanto a ricos como a pobres.  A estos últimos les   irritó que nunca ordenara  fraccionar los latifundios.  Le preguntaron si sus leyes eran las mejores y contestó que eran las que podían aceptar los atenienses. 

Solón se cansó de los reproches y realizó un viaje de diez años al extranjero que coincidían con la limitación reformativa impuesta a sus leyes. 

Así llegó a Sardes, hoy Anatolia.  Conoció al Rey Creso de Lidia. Este lo hospedó en su palacio y al tercer o cuarto día le mostró las cámaras del tesoro con todas las riquezas que allí se encontraban.  

Cuenta Herodoto que luego de que las hubo visto y observado todas por el tiempo que quiso, Creso le interrogó: 

Huésped de Atenas: como es grande la fama que de ti me ha llegado, a causa de tu sabiduría y de tu peregrinaje – ya que como filósofo has recorrido muchas tierras para contemplar el mundo-, por eso se ha apoderado de mí el deseo de interrogarte si has visto ya al hombre más feliz de todos.  Esto preguntaba esperando ser él el señalado.  

Solón respondió: Telo de Atenas. 

Creso: ¿por qué motivo?  

El ateniense dijo que lo era por vivir en una hermosa ciudad, por haber concebido hijos hermosos.  Por haberse transformado en abuelo y por haber perdido la vida como un héroe en la batalla de Eleusis. 

El  lidio pensó que bueno, sino había obtenido el primer lugar en el ranking de felicidad, por lo menos le tocaría la medalla de plata. 

Solón tampoco le concedió tal privilegio.  Para él Cléobis y Bitón  habían sido los vicecampeones.  Estos argivos poseían hacienda suficiente y tal vigor físico que ambos a la par habían triunfado en la olimpíadas. También se refiere de ellos esta historia: como en una fiesta que los argivos hacían a la diosa Hera había absoluta necesidad de que su madre fuera llevada al templo en un carro tirado por bueyes, y éstos no llegaron al campo a la hora precisa, lo arrastraron ellos mismos con su  progenitora como pasajera. Pasaron por cuarenta y cinco estados hasta llegar al templo. Tal hazaña les segó la vida.  

Creso le preguntó:   Huésped de Atenas, ¿tan poco valoras mi prosperidad? 

Solón replicó, si un hombre vive 70 años, ello implica  veintiseis mil doscientos días y no hay uno solo que traiga sucesos enteramente idénticos.  Así, pues, Creso, el hombre es todo azar. Bien veo que tienes grandes riquezas y reinas sobre muchos pueblos, pero no puedo responder  todavía  a lo que me preguntas antes de saber que has acabado felizmente tu existencia. 

El hombre muy rico no es más feliz que el que vive al día, si la fortuna no le acompaña hasta acabar la vida en toda su prosperidad.  

Muchos hombres opulentos son desdichados, y muchos que tienen hacienda moderada son dichosos. 

El que es muy rico pero infeliz, en dos cosas aventaja solamente al que es feliz pero no rico, mientras éste aventaja a aquél en muchas.  El rico pero infeliz es más capaz de satisfacer sus deseos y de hacer frente a una gran calamidad. Pero el otro le aventaja en muchas cosas: si no es tan capaz frente al deseo y la calamidad, su fortuna se los aparta; no tiene achaques ni enfermedades, está libre de males, es dichoso en sus hijos y es hermoso, si además termina bien su vida, he aquí el hombre que buscas, el que merece llamarse feliz; pero antes de que llegue a su fin, suspende el juicio y no le llames feliz sino afortunado. 

Es imposible que siendo mortal reúna nadie todos estos bienes; porque así como ningún país produce cuanto necesita, antes abunda en unas cosas y carece de otras, y se tiene por mejor aquel que en más abunda, del mismo modo no hay hombre alguno que de todo lo bueno se halle provisto ( que unas cosas tiene y otras le faltan); y cualquiera que constantemente hubiese reunido la mayor parte de aquellos bienes, si después acaba agradablemente su vida, éste, rey, es para mí quien merece con justicia el nombre de dichoso. 

En toda cosa hay que examinar el fin y acabamiento, pues a muchos a quienes Dios había hecho entrever la felicidad, los destruyó de raíz. 

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