De todos los partidos políticos que están entrando en la tierra derecha de la carrera electoral que se inaugura este año con las elecciones de autoridades regionales y municipales y termina el próximo con la elección presidencial y parlamentaria, el Partido Socialista de Chile es, quizás, el que enfrenta los dilemas más angustiosos.
En su fecunda vida, que se inició con el arribo a posiciones de gobierno no mucho después de su fundación, ha sido protagonista activo prácticamente de todos los episodios importantes de nuestra historia política y de nuestro desarrollo como nación durante el pasado siglo y lo que va del presente.
Después de ser el ala izquierda del gobierno de Salvador Allende y, aprendida la lección que ese episodio entregó, fue decisivo en la constitución de la Concertación de Partidos por la Democracia. Cuando el derrotero señalado por esa coalición fue desvirtuado por Michelle Bachelet durante su segundo mandato, al incorporar al Partido Comunista a su gobierno y adoptar una política inspirada por el reclamo de una izquierda que exigía cambios más radicales, para el PS se inauguraron años de confusión y malas decisiones que comenzaron con el absurdo rechazo a una segunda candidatura presidencial de Ricardo Lagos para apoyar en su lugar ¡a Alejandro Guillier!
A partir de entonces, ha oscilado en sus preferencias entre la Izquierda Democrática de una parte y el Partido Comunista y el Frente Amplio de otra, aunque ha sabido mantener la continuidad de su apoyo al gobierno de Gabriel Boric, del cual ha terminado por convertirse en principal sostén y probablemente en el administrador de lo poco de cordura que este gobierno ha podido demostrar.
Pero el gobierno de Gabriel Boric está tocando a su fin dos años antes de que expire su período natural de vida y corresponde que las huestes que lo han acompañado hasta aquí -así como el propio Presidente- comiencen a pensar en el futuro. Y es en ese futuro en dónde se presentan los dilemas que debe afrontar el Partido Socialista. Son dilemas que no afligen a los otros partidos del oficialismo. Para el Partido Comunista y el Frente Amplio no hay más futuro que seguir siendo el extremo de la izquierda política de este país; algo que tendrán que hacer juntos o separados durante los próximos años. Y así, juntos o separados, deberán acostumbrase a no superar por mucho el 25% que obtuvieron en la pasada elección presidencial, aunque seguramente son conscientes que ampliar ese margen depende de mantener su alianza con la Izquierda Democrática y en particular con el Partido Socialista. De ese modo, con los votos socialistas y lo que queda de la Izquierda Democrática, podrían alcanzar una votación alrededor del 38% que obtuvieron en la última elección en que se enfrentaron partidos: la que eligió el Consejo Constitucional.
Para el socialismo las cosas son diferentes. Puede seguir atado al actual oficialismo hasta enfrentar la elección presidencial y de parlamentarios y aspirar, incluso, a competir con una candidatura propia en una primaria de esa coalición. Si la candidata fuera Michelle Bachelet podría incluso ganar esa elección, pero como no es probable que la ex Mandataria quiera cometer suicidio, probablemente decline el honor y prefiera terminar su vida pública como la primera mujer que fue dos veces Presidenta de Chile y no como la señora que perdió una elección. Y es que hay una gran diferencia entre una cosa y otra; por ejemplo, la ONU, que es pródiga en ofrecer trabajos de máxima importancia a ex Presidentes, nunca los ha ofrecido a candidatos derrotados. Y por cierto que a todos los chilenos y chilenas nos enorgullecería mucho verla convertida en la primera mujer chilena que ocupe el cargo de Secretaria General de la ONU y a algunos nos apenaría mucho verla terminar su vida política como una candidata derrotada.
El PS podría presentar otra candidatura que no fuera la de Bachelet. Durante algún tiempo se mencionó a Mario Marcel y ahora entre sus filas ha comenzado a cundir el entusiasmo por Oscar Landerretche. Este último sin duda reúne todos los atributos de un buen candidato… pero no del candidato de una coalición en la que los socios mayoritarios son el PC y el Frente Amplio, entre cuyos electores seguramente Landerretche es considerado, por lo menos, un neoliberal. En ese mundo no tiene ninguna oportunidad de ganar una primaria y, a decir verdad, con la excepción de Michelle Bachelet, no la tiene ningún candidato del socialismo. Así, pues, de permanecer en esa coalición hasta el final, no tendrían más alternativa que apoyar una candidatura presidencial nacida del PC y el Frente Amplio e ir con ellos a unas parlamentarias en la que, en tales circunstancias, seguramente van a perder parlamentarios aun cuando mantengan los votos que tienen ahora.
Tanto Marcel, como quizás con mayores posibilidades Landerretche, sin duda sí tendrían electores dispuestos a apoyarlos en el mundo al cual pertenecen, el mundo de la centro izquierda. El socialismo podría plantearse una candidatura en solitario con la Izquierda Democrática, y seguramente es una opción que por lo menos algunos socialistas deben estar considerando en este momento. Pero una candidatura levantada desde la centroizquierda no va a tener más éxito que la de Yasna Provoste en la anterior elección presidencial y probablemente el resultado sea peor, porque los socios del PS en esa coalición han perdido votos de manera clamorosa y más bien están en trance de desaparecer. Nuevamente, en ese caso, la posibilidad de vivir en la oposición, pero con menos parlamentarios que en la actualidad, se asomaría como una perspectiva probable para el socialismo.
Así, pues, el dilema del Partido Socialista dentro del oficialismo ha terminado por parecerse penosamente al dilema del hidalgo del poema de Rubén Darío, aquel que herido por un dardo se moría si se lo quitaban y lo mataban si se lo dejaban. A menos, claro, que se decida finalmente a buscar su propio camino y honrando la definición social demócrata de su Declaración de Principios, se aleje definitivamente del extremo de la izquierda representado por el PC y el Frente Amplio. Pero no para transitar solitario por el desierto de la política, quizás acompañado de los actuales integrantes de la Izquierda Democrática que quieran acompañarlo en esa triste aventura, sino que para buscar revivir una alianza amplia como fue la Concertación de Partidos por la Democracia; una alianza que en este momento sólo puede encontrar en el centro y la centro derecha.
Hacia el centro político el PS tiene un ancho camino abierto y no es tarde para emprenderlo… ¿Se atreverán los socialistas a hacerlo o elegirán la noble muerte del hidalgo?