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El chivito es cultura y Punta del Este
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Fuerzas vivas de Punta del Este lanzaron el viernes una campaña a los efectos de declarar al chivito, un plato que de forma casual se creó en el balneario en los años 40 y desde entonces es el deleite de uruguayos y visitantes extranjeros, como Patrimonio Cultural Inmaterial del país.

La iniciativa fue presentada en la Liga de Punta del Este, donde expusieron, entre otros, autoridades locales y representantes de la Corporación Gastronómica del balneario y del Instituto Nacional de Carnes (INAC) y se inició una campaña de recolección de firmas a modo de petitorio.

Andrés De León, encargado de la Unidad de Patrimonio de la Intendencia de Maldonado, dijo a El Día que el objetivo es que el chivito sea declarado Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional de nuestro país, tras iniciarse hace un año y medio el expediente ante la Comisión Nacional de Patrimonio del Ministerio de Educación y Cultura.

El plato ya había sido declarado como bien patrimonial departamental por la Intendencia de Maldonado.

“El chivito es un plato que nació en Punta del Este y es tradicional de Uruguay”, señaló De León, quien agregó que “se sirve en cualquier boliche o restaurante del país y que ha trascendido fronteras”.

Apuntó que “es algo que es uruguayo, que no es compartido con Argentina como el asado, el dulce de leche o el mate”. “Este es un plato típico uruguayo y no hay turista extranjero que visite nuestro país que no se vaya sin comer un chivito”, añadió. 

Con la declaración de Patrimonio Cultural Inmaterial “se busca preservar la identidad de ese plato que reúne la sencillez, la autenticidad de ese sándwich de carne, que es un producto uruguayo que nos identifica”, subrayó De León.

La solicitud “es para preservar la identidad y la cultura de ese plato típico para las futuras generaciones, porque uno no sabe lo que va a pasar dentro de 20 o 30 años”, concluyó.

“El chivito se creó para darle un servicio a la gente”, relató con orgullo a El Día, Antonio Carbonaro, hijo  del homónimo empresario gastronómico, que sin quererlo, inventó un delicioso plato que hoy es conocido en buena parte del mundo.

Carbonaro recordó que en una madrugada de 1946, una turista cordobesa se acercó a El Mejillón Bar de su padre, situado en la ochava de las calles 31 y 32 de la península y pidió carne de chivito.

El dueño del bar se vio sorprendido por el pedido, el cual no podía satisfacer por no contar con ese producto, pero no estaba dispuesto a que la mujer se fuera del lugar sin comer.

Es así que Carbonaro fue a la cocina y sin mucho pensar, con los ingredientes que tenía a mano, tomó un pan de roseta –francés- al que untó con manteca y lo rellenó con un bife de lomo y jamón, dando nacimiento de esa forma al primer “chivito”.

Agradecida por el empeño y la hospitalidad del barista, la turista comió dos chivitos y llevó otro, pero quizás lo más relevante de esta historia es que fue la primera en degustar un plato cuya aceptación y popularidad no conoció límites.

Carbonaro ilustró que llegaron a venderse en El Mejillón unos 1.000 chivitos por día y entre quienes tuvieron el privilegio de probarlo se cuentan presidentes, el actor mexicano Mario Moreno “Cantinflas”, que se llevó la receta escrita en una servilleta y el mismísimo Ernesto “Che” Guevara, en ocasión de visitar Punta del Este en representación de Cuba para participar de la cumbre del CIES (Consejo Interamericano Económico y Social), en agosto de 1961 y con sede en el casino Nogaró.

Incluso, Carbonaro comentó que Lorenzo Batlle Pacheco, uno de los tres hijos varones de don Pepe Batlle y Ordóñez, senador y periodista de fuste desde las páginas del diario El Día, donde fundó en 1932 el suplemento cultural color sepia, solía frecuentar El Mejillón y comer chivitos durante sus estadías en su casa del balneario, ubicada en la rambla de la Playa Brava que hoy lleva su nombre.

Ya hoy no sólo con lomo y jamón, sino además con lechuga, tomate, panceta, huevo frito, papas fritas y aceitunas, así como en sus modalidades “al pan” y “al plato”, es un plato tan clásico para los uruguayos como un buen asado, la pizza con muzzarella y los ravioles del domingo.

El Mejillón, fundado el 25 de diciembre de 1944, en medio de calles de arena y expuesto a los vientos del Río de la Plata a su frente y del Océano Atlántico a sus espaldas, donde nace la península y en la parte más estrecha de la misma, no existe más desde la década del 70.

Actualmente, una casa de equipamiento para el hogar ocupa su lugar en la planta baja del edificio de la ochava, construido también en los 70 por el boxeador argentino Carlos Monzón, pero el plato que allí se originó está presente siempre como simple y apetecible excusa para una salida con amigos o familiares.

Como señaló la antropóloga Leticia Canella, “el chivito es amigo, es confiable, es honesto, es sencillo y no nos importa quedar con las manos y la cara sucia después de comerlo”.

Carbonaro falleció en 2003 a los 83 años, tras ser diputado por el Partido Colorado, edil departamental y primer director de Turismo de la Intendencia de Maldonado.

Una plazoleta con su nombre y una placa en la ochava, rinden hoy homenaje a quien sirvió con dedicación y humildad a miles de turistas y vecinos y que por su creatividad y vocación de servicio, cambió hace casi 80 años el atractivo gastronómico de nuestro balneario internacional.

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