En la primera mitad del siglo XIX, en El Cairo, la ruptura del equilibrio del poder local provocada por la invasión francesa llevó a la conquista del poder a Muhammad Alí (1805- 1848), un turco de Macedonia que había llegado a Egipto con las fuerzas otomanas enviadas por los franceses, quien al poco tiempo se impuso como gobernador – Jedive-.
Alrededor de su persona formó su propio grupo gobernante otomano local constituido por turcos y mamelucos. Creó un ejército moderno y una élite de funcionarios educados. Los usó para imponer su control sobre la administración y la recaudación de impuestos. Hubo un esfuerzo constante por formar oficiales, médicos, ingenieros y maestros, todos ellos educados en Europa. Con los sucesores de Alí, sobre todo con Ismaíl (1862-1879), continuó el intento de crear una sociedad moderna. Se difundió la educación, se abrieron algunas fábricas, y sobre todo se desarrolló el proceso en virtud del cual el país se convirtió en una plantación que producía algodón para el mercado inglés.
Egipto ingresó en 1850 en la era de los ferrocarriles y por allí se inició la construcción del canal de Suez, inagurado en 1869. En 1882 fue invadido por Gran Bretaña por motivos del cobro de la deuda soberana. Esa invasión causó gran preocupación en Uruguay, quien atravesaba incumplimientos de igual naturaleza a la hora de devolver a los accionistas londinenses lo invertido en el Ferrocarríl Central. La resistencia a la ocupación hizo nacer el nacionalismo.
En 1914 el Imperio Otomano se une al lado de Alemania y Austria en la Primera Guerra Mundial.
El 16 de mayo de 1916, ante la inminencia de la derrota turca en Medio Oriente, se celebró el convenio secreto entre Mark Sykes representando el Ministerio de Relaciones Exteriores británico y Georges Picot su homólogo francés, concertado en Versalles el 16 de mayo de 1916. Bajo los términos de dicho acuerdo reservado, la sucesión del Imperio Otomano supondría el siguiente reparto entre las dos potencias victoriosas: Francia recibiría directamente el control de las zonas que posteriormente comprenderían Siria (hasta Mosul), Líbano, el sureste de Turquía y la Alta Galilea. Gran Bretaña reclamaba para sí las zonas que pronto se convertirían en Transjordania, Irak, el golfo Pérsico y el desierto del Neguev. De acuerdo a dicho convenio, Eretz Israel- Palestina se dividiría en tres partes. La septentrional que incluiría los ríos Litani, Jordán superior y Jarmok, quedarían en poder de Francia. La costa que va desde Acre a Haifa pasaría a Inglaterra y los Santos Lugares serían Internacionalizados.
Tenemos que recordar que en aquel momento el mundo no era consciente de la existencia del Acuerdo Sykes-Picot. No fue hasta 1918, cuando los bolcheviques se apoderaron del Ministerio de Asuntos Exteriores zarista, que tomo estado público este reparto colonialista.
Finalmente en diciembre de 1916 David Lloyd George se transformó en primer ministro británico y Arthur James Balfour (1848-1930) fue su secretario de Relaciones Exteriores. Ambos estaban descontentos con el Acuerdo Sykes-Picot.
El 2 de noviembre de 1917, Balfour emitió la famosa carta dirigida, no a la Federación Sionista de ese reino, que presidía Jaim Weizmann (1874-1952) sino a Lord Walter Rothschild. Dicha declaración consigna que el Gobierno de Su Majestad británica contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un Hogar Nacional para el pueblo judío y que pondrá su mejor empeño en facilitar el logro de ese objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ( Eretz- Israel- Palestina y la actual Jordania) , o los derechos y el status político de que gozan los judíos en cualquier otro país. El General británico Edmund Allenby se apoderó de Jerusalém, derrotando a Turquía, un mes después de la mencionada declaración.
Turquía había perdido sus provincias del Medio Oriente. La estructura política en la cual la mayoría de los árabes había vivido durante cuatro siglos se había desintegrado. Las guerras, dice Albert Hourani, son catalizadores que infunden conciencia a sentimientos que antes carecían de estructura, y además crean expectativas de cambio.
La idea de un mundo que debía formularse sobre la base de la autodeterminación de las entidades nacionales había sido alentada por las declaraciones de Woodrow Wilson. En Egipto, una declaración británica puso fin a la soberanía otomana en 1914 y colocó al país bajo el proteccionismo británico. El Jedive asumió el título de Sultán.
En 1919, la negativa del gobierno británico a permitir que un gobierno egipcio expusiera su defensa de la independencia en la conferencia de paz desencadenó un alzamiento nacional generalizado; allí nació el partido Wafd bajo la jefatura de Sad Zaglul ( 1857 – 1927).
En 1922, los británicos aceptaron la independencia egipcia con control de los europeos. El Sultán se convirtió en Rey y se promulgó una constitución. Ese partido regiría los destinos de su país hasta 1952, cuando los militares destituyen al Rey Faruk e inician un régimen anti-británico.
Entre los trabajadores argelinos, en Francia y en la propia Argelia, durante la década de 1930 se difundió un movimiento popular, la Etoile Nord Africaine, dirigida por Messali al Hayy, una corriente más nacionalista que los de la elite educada en idioma francés, y que apelaba abiertamente al sentimiento islámico.
Tuvo un significado más general un movimiento egipcio que serviría como prototipo de movimientos análogos en otros países musulmanes: la Hermandad Musulmana. Fundada en 1928 por un maestro de escuela, Hassán al Banna (1906-1949), creía que el Islam había decaído por influencia de Occidente, el cual a pesar de sus virtudes sociales había traído valores ajenos, inmoralidad, la actividad misionera y la dominación imperial. El comienzo de la cura era que los musulmanes retornasen al verdadero islam, el del Corán interpretado por una auténtica iytihad – doctrina-, que intentase seguir sus enseñanzas en toda la esfera de la vida; Egipto debía convertirse en un Estado islámico basado en la sharia –ley islámica– reformada.
Este paso tendría consecuencias en todos los aspectos de la vida egipcia. Se educaría a las mujeres y se les permitiría trabajar, pero debía mantenerse cierto género de distancia social entre ellas y los hombres, la educación debía basarse en la religión, y también debía reformarse la economía a la luz de los principios deducidos del Corán. Solo se reconocería como gobernantes legítimos a los que se comportaban de acuerdo a la sharia. Les interesaba la situación de Egipto pero su enfoque se extendía a todo el mundo musulmán, y su primera participación activa en política llegó con la rebelión de los árabes palestinos en 1936.
Hamás fue fundado en 1987 por el jeque Ahmed Yasin, que militaba en los Hermanos Musulmanes, durante el primer levantamiento palestino contra el control militar israelí de Cisjordania y Gaza. La lista Cambio y Reforma, ligada a Hamás, se presentó a las elecciones generales palestinas de 2006 obteniendo la mayoría absoluta, lo que le otorgó la potestad de formar el gobierno que lideró Ismail Haniye, que generó sanciones por parte de algunos países occidentales y árabes que consideraban terrorista a dicha organización de cuño islamista.
Tras una serie de enfrentamientos y tensión creciente con su rival Fatah, en 2007 las organizaciones armadas leales a Hamás en la Franja de Gaza terminaron por expulsar del territorio a los partidarios de Fatah y se hicieron con el control total de la Franja. Desde entonces, Hamás asumió el gobierno de la Franja de Gaza, mientras su rival político Fatah mantiene el control de Cisjordania.
Volviendo a Egipto, luego de la caída de Hosni Mubarak y la Primavera Arabe, en 2012 los Hermanos Musulmanes obtuvieron la mayoría de los escaños del Parlamento egipcio y en 2013 la Presidencia. Su amplia popularidad, creada especialmente a partir de la década de los sesenta, se debe a una tradición de aporte social como construcción de escuelas, centros de salud u hogares para adultos mayores en los sectores más necesitados; un modelo copiado por otros grupos islamistas como Hamás, en Palestina, o Hezbolá, en el Líbano.
El 3 de julio de 2013 el hoy presidente de Egipto, Abdelfatah al-Sisi, lideró, apoyado por el Ejército, un golpe de Estado con el objetivo de derrocar al primer mandatario elegido democráticamente en la historia de Egipto, Mohamed Morsi, líder de los Hermanos Musulmanes.
No hay porqué explicar entonces, que el conflicto entre Israel y el Hamás no es territorial sino un choque de civilizaciones. Tampoco de qué lado está el gobierno de Egipto, para desgracia de la población civil de Gaza que no puede refugiarse en la vacía y conflictiva Península del Sinaí, dominada en el norte por las bandas de ISIS. La presencia multitudinaria de palestinos podría desequilibrar la frágil balanza que liga al país de las pirámides con Occidente.
Lectura: Hourani Albert- La Historia de los Arabes.