El índice de democracia de la Unidad de Inteligencia Económica de The Economist, cuya versión final correspondiente a 2023 vio la luz pocos días atrás, no está bueno. En general, en un reporte titulado “Age of Conflict” (Era de conflicto), se han registrado retroceso en la democracia alrededor del mundo. Los peores casos en un mundo cuyas democracias han sido incapaces de “prevenir el surgimiento de guerras alrededor del mundo y poco hábiles para manejar conflictos internos”.
No obstante las malas noticias, para los uruguayos hay novedades a destacar. Dice la publicación de The Economist que los números negativos en la generalidad del índice se deben a “ reveses en todas las regiones del mundo con la excepción de Europa Occidental”. En particular, nota el reporte, “cada una de las regiones registraron un decline en sus resultados promedio, con los retrocesos mayores en América Latina, y el Caribe, y en Oriente Medio y Africa del Norte”.
A pesar de lo anterior, es grato hacer notar que Uruguay es uno de los 24 países considerados “democracias plenas”; el único de América Latina y de América del Sur, y, junto con Canadá y Costa Rica, los exponentes de la mejor calidad democrática en las Américas.
En tiempos críticos este logro de los uruguayos —al cabo es la ciudadanía y sus representantes la que construye democracia— es encomiable. EL DÍA lo destaca sin disimulado orgullo, a pesar de que, desde el año pasado a éste, hayamos perdidos tres puntos en el ranking.
Es remarcable, además, la composición del puntaje final por el cual el país se encuentra entre las mejores democracias del mundo. El proceso electoral y el pluralismo llegó a la máxima puntuación, con 10 puntos; el funcionamiento del gobierno a 8.93 —sólo superado por Noruega, Nueva Zelandia, Islandia, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Suiza y Taiwan— y las libertades civiles a 9.71, la segunda puntuación debajo de los 10 puntos obtenidos sólo por Australia y Nueva Zelandia.
Nada mal. Y como para dejar la vida en la cancha tratando de guardar, proteger y mejorar lo logrado. Lo cual no es una meta disparatada si se tiene en cuenta que en los sucesivos informes publicados por la misma entidad, desde el año 2006 hasta 2023 (con la excepción del período 16-17 y 22-23), Uruguay ha mantenido o subido continuamente su puntaje.
Y ya que la mirada al futuro es imprescindible, no lo es menos la afirmación en el pasado, del cual el trabajo de The Economist dice, refiriéndose a Latinoamérica: “La región es donde se encuentran algunas de las democracias más fuertes del mundo, como Uruguay y Costa Rica, pero también los regímenes autoritarios más duraderos, como Cuba, Nicaragua y Venezuela”.
Esta descripción —lo diremos hasta el hartazgo—, halagadora, es buena además para poner ciertos relatos en perspectiva. Sobre todo aquellos nacidos de sectores que pretendidamente salieron a la defensa de la democracia (en un país que ni presidente tenía) cuando la verdad pura, de la cual no quieren dar cuenta, es que la atacaron hasta lograr su fin. Y, como no podía ser de otra manera, inspirados y apoyados por uno de los regímenes más autoritarios y más duraderos, de los cuales sí da cuenta el reporte que inspira estas líneas.