Los encuentros entre el expresidente José Mujica y el presidente brasileño Luiz Inácio “Lula” Da Silva resultan casi rutinarios. Sin embargo, generalmente incitan al pensamiento.
“Cuiden lo que tienen. Lula es grandioso, pero no es mago. A los gobiernos populares no solo se les pide, se les ayuda, porque los obstáculos que tienen por delante no son sencillos. Fácil es reclamar, pero también hay que comprometerse y dar”, dijo Mujica a los estudiantes brasileños reunidos en su congreso.
Más allá del juicio que nos merezca Lula y su grandiosidad —no creemos que el oprimido pueblo venezolano se la reconozca— le asiste total razón a nuestro expresidente en aquello de “comprometerse y dar”. Más aún en el pedido que les hizo a los jóvenes, “cuiden la democracia” ya que “es fácil perderla” y “difícil volverla a ganar”.
Las palabras de Mujica fueron dichas a menos de un mes en que los uruguayos recordamos —para nunca más volverlo a vivir— la concreción del golpe de estado, el 27 de junio de 1973 cuando el dictador Bordaberry disolvió las cámaras.
No vamos a entrar nuevamente en el análisis de la teoría de los dos demonios. Entendemos que la misma quedó confirmada cuando el expresidente Jorge Batlle fue detenido en octubre de 1972. Sí, en cambio, nos resulta difícil imaginar el desafío que supone para los estudiantes brasileños contrastar las palabras de Mujica cuando otros estudiantes —más al norte— mueren asesinados o terminan presos, justamente, por defender la democracia. . . y su propio presidente Lula se refiere “a la narrativa con respecto al autoritarismo y la democracia venezolana que los otros han creado”.
Todos los días nos enteramos qué tan fácil es perder la democracia, y cuánto más difícil volverla a ganar. Le toca ahora a Guatemala pasar por la incertidumbre de esa amenaza.
Este miércoles, un juez ordenó la suspensión del partido político Semilla, de Bernardo Arévalo, que había dado días atrás un batacazo a las aspiraciones de la ex primera dama Sandra Torres, candidata asociada a la continuidad del gobierno.
Si se ratifica la suspensión del partido su candidato quedaría inhabilitado de facto, a pesar de los votos obtenidos en las elecciones de primera vuelta del 25 de junio, para avanzar a la segunda vuelta programada para el 20 de agosto.
De acuerdo a los analistas, si estas fueran elecciones normales, Arévalo es el favorito para ganar la segunda vuelta contra Torres. Pero parece claro que la realidad Guatemalteca no termina de mejorar y la realidad —que es terca— habla por si sola.
Y si bien el Tribunal Supremo Electoral de Guatemala (TSE) certificó los resultados de la primera vuelta y eso implicaría que Arevalo competirá en la segunda, el optimismo es moderado; un candidato de Semilla que es investigado por el Ministerio Público abandonó el país y la investigación ya llegó al TSE, cuyas oficinas fueron allanadas. Todo podría pasar, entonces.
De eso se trata perder la democracia, o que la misma subsista —mortecina— como un reflejo de luz inalcanzable. De eso se trata la dificultad de volverla a ganar.
Conservarla, cuidarla, corresponde a todos, no solamente a los estudiantes, quienes, al fin y al cabo, tienen una responsabilidad limitada y una posibilidad casi nula frente a la fuerza.
Le toca a otros con más fuerza y prédica cuidar la democracia, sobre todo a los líderes que tienen la posibilidad de denunciar y condenar su vulneración, más allá de intereses puntuales que les lleven a inventarse narrativas que sólo existen en sus cabezas.