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Da tranquilidad
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En medio de unas semanas ajetreadas para los medios, desde donde desfilaron en letra de molde, fotos o vídeos, ex ministros, ex viceministros, ex senadores, ex fiscales de Corte, todos ellos relacionados con casos públicos o privados complicados, una buena noticia.

“En este período no se registraron hechos graves que afectaran la libertad de prensa. Tampoco existen restricciones legales que ataquen el derecho la información o limiten la actividad de los medios y periodistas”.

La cita que El Día transcribe con satisfacción es parte del informe sobre Uruguay considerado en la 79 Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que se lleva a cabo en México durante el 9 al 12 de noviembre.

Es bueno para los medios referirse a la libertad de prensa, no para reclamarla sino para ejercerla, sobre todo cuando el gobierno ha pasado por una crisis política que le ha costado el cargo a dos ministros y a sus respectivos subsecretarios, todo dentro de un mismo caso —la expedición de un pasaporte a un narcotraficante en circunstancias extraordinarias, o, por lo menos, dudosas. También lo es cuando el gobierno ha sido sacudido por las acciones privadas de un exsenador, Gustavo Penadés, legislador clave para el oficialismo.   

Obviamente, los asuntos ventilados por los medios de comunicación sin cortapisa en el ejercicio de informar y opinar —y, si se quiere, hasta con un exceso de datos provistos por quienes están obligados a no divulgarlos por mandato legal— no producen el mínimo regocijo, salvo para quienes posando de una actitud vigilante del poder, los han usado de una forma que recuerda a la desviación de poder, esto es, no ilegítimamente, pero espuria.

No obstante, a pesar de lo sombrío de los episodios, es bueno que los mismos hayan sido divulgados y que sobre los mismos se opine sin otro límite que la honestidad intelectual, el decoro, o el  buen gusto. 

“El caso ‘Marset’ también ha sido el detonante de una crisis política con renuncias de dos ministros y otros funcionarios de jerarquía. El público ha recibido una amplísima información sobre el tema y no hay denuncias de que se haya limitado la actividad periodística”, se puede leer en el reporte, no sin cierta paz.

Y si la libertad de prensa es resguardo y prueba de la existencia de todas las otras, la casa está en orden. Es bueno que visiones desapasionadas den certeza y tranquilidad al colectivo, cuando algunas veces, en el fragor de la acción política, se generan corrientes de preocupación, como si viviésemos en algún otro país (*), del cual la SIP dice lo siguiente:

“Las libertades de prensa y expresión continuaron deteriorándose debido al alto nivel de represión en el país, por lo cual internet quedó como el único refugio ciudadano para criticar la difícil situación social en el país.

“ Las detenciones arbitrarias, el arresto domiciliario, la vigilancia y el hostigamiento a través de citaciones son las formas de represión más comunes contra el periodismo independiente.”

Es decir, lo que los uruguayos nos hemos enterado sobre la mala gestión de uno o dos ministerios con la responsabilidad de expedir o no un pasaporte, da la pauta de la idoneidad — o la falta de ella— de jerarcas que han dejado sus cargos, y, al mismo tiempo, permite con total conciencia y conocimiento, juzgar y valorar las acciones del gobierno. Eso se llama libertad. No, como en la siguiente cita referida a otro estado latinoamericano (**)

“Igual que por muchos años, el periodismo libre fue censurado durante este período. El constante y sistemático  régimen de censura genera autocensura entre los medios que mantienen su propiedad tradicional

“El Alto Comisionado de Naciones Unidas por los Derechos Humanos manifestó su preocupación por la falta de transparencia y acceso a la información pública. Y pidió al Estado un plan de regularización que permita a las emisoras de radio acceder al uso del espectro radioeléctrico en condiciones la pluralidad informativa  la seguridad jurídica”

En fin, en un mundo que se viene acostumbrando —lamentablemente— más que a la difusión informativa, a una suerte de propalación binaria de contenido no comprobado, por actores no siempre bien intencionados, no es poca cosa vivir en un estado donde acceder a los hechos es todavía posible.

O sea, tenemos la felicidad de no habitar allí(***) donde pasa esto:

“El régimen intensificó sus ataques contra las libertades de prensa, expresión y religión. Mas de 200 periodistas han salido al exilio y ya no existen medios independientes, por la draconiana Ley Especial de Ciberdelitos. La ciudadanía  usa cada vez menos las redes sociales para denunciar casos de corrupción , abusos de poder o agresiones, por temor a las represalias. Los periodistas  independientes en el país informan desde la clandestinidad.”

Da tranquilidad escribir en Uruguay. Y vale la pena —y deberíamos sentirnos obligados a—desearles a los periodistas de países vecinos y queridos, la misma tranquilidad y suerte nuestra, en el ejercicio de su función.

(*) Cuba; (**) Venezuela; (***) Nicaragua

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