Exponentes de la izquierda uruguaya y del mundo sindical saludaron el pasado 1 de enero los 65 años de la Revolución Cubana, en la que las fuerzas comunistas al mando de Fidel Castro derrocaron al dictador Fulgencio Batista e instalaron, para desilusión de muchos y el apoyo también hasta hoy de otros tantos, una nueva tiranía y un régimen que además de persecuciones y presos políticos, mantiene a la población de la isla en condiciones de vida penosas.
Uno de los disparadores de los saludos, fue un mensaje del presidente Miguel Diaz-Canel, en el que señaló que “al 2024 con la pasión y alegría que necesita y merece la gran tarea de cambiar todo lo que deba ser cambiado”.
Uno de quienes destacó esa “gran tarea de cambiar todo lo que deba ser cambiado”, fue el senador y precandidato presidencial por el Frente Amplio, Mario Bergara, quien apuntó en un posteo en X (ex Twitter) que “si lo logran, Cuba dará al mundo una segunda gran lección”.
“La primera fue que la dignidad no se negocia por poderoso que sea el adversario. Quizás la segunda sea que corregir el rumbo y aceptar la realidad no implica renunciar al patriotismo ni a la utopía. La emoción es irrenunciable, pero también la racionalidad política y económica”.
En declaraciones posteriores, el ex ministro de Economía y ex presidente del Banco Central del Uruguay, sostuvo que “hubo una revolución hace 65 años que claramente en su momento fue conmovedora, emocionante, digna. Estamos muy lejos de eso y creo que los propios cubanos hace más de una década tienen planteada la necesidad de reformar de manera sustancial un montón de aspectos vinculados al funcionamiento económico, social y político del régimen”.
Además, opinó que “los avances han sido insignificantes” y que “la vida en la isla es cada vez más dura, por un montón de motivos, incluido ni que hablar siempre el injusto y abusivo bloqueo estadounidense, que es además funcional al status quo”.
Bergara se negó a calificar al régimen castrista de dictadura y en cambio señaló que “obviamente el modelo de partido único no es con el cual yo me identifico, de ninguna manera, ni me identifico con la represión de la oposición. Por lo tanto, no creo que funcione de manera amplia un sistema democrático como el que uno tiene en mente o como el que uno ve que funciona aquí en Uruguay”.
Más allá de las críticas lógicas, el senador debería de explicar que entiende por “dignidad”, “patriotismo”, “utopía” y “emoción irrenunciable”.
Sin dudas que es difícil de entender de que dignidad, patriotismo, utopía, emoción irrenunciable e incluso “segunda gran lección” habla Bergara, cuando más allá de los 1.062 presos políticos que mantiene actualmente en sus cárceles y la represión a toda oposición, que de por si nos debe indignar, la realidad de Cuba indica que según el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, el 88% de sus ciudadanos vive en extrema pobreza y la asistencia social cayó entre 67% y 86% entre 2006 y 2021.
Por otra parte, el desempleo real alcanza, como mínimo, al 30,4%, si se toma en cuenta el desempleo oculto en las empresas estatales con pérdidas que son subsidiadas.
El Salario Medio Real Estatal cayó un 50% de 1989 a 2020 y la inflación en 2021-2022
superó ampliamente el aumento salarial nominal que, debido al gran incremento de los alimentos,
es insuficiente para cubrir las necesidades básicas alimenticias.
La Jubilación Media Real cayó un 42% de 1989 a 2020 y es totalmente insuficiente
para cubrir las necesidades básicas alimenticias.
El déficit del sistema jubilatorio crece desde 2018 y seguirá esta tendencia por la insuficiencia de la reforma de 2008, que elevó la edad de retiro a 65 años para los hombres, y la aceleración del envejecimiento.
Los indicadores claves de salud se deterioraron y las tasas de mortalidad infantil y
materna crecieron hasta 145% desde 2007.
Por último, la construcción de viviendas cayó un 83% entre 2009 y 2021 y se aceleró la caída en 2022.
Para superar la crisis, Cuba deberá abordar cambios radicales como controlar y reducir la hiperinflación, aumentar la producción nacional, en particular los alimentos, renegociar la deuda externa, eliminar la planificación central y el monopolio estatal del comercio exterior, aumentar la inversión extranjera, poner fin a las restricciones al sector privado, aumentar la competencia, recuperar el poder adquisitivo del salario, restaurar la producción eléctrica y reducir la emigración, todo dentro del reconocimiento de la existencia real y objetiva del mercado.
De lo mencionado, es muy difícil pensar que el régimen cubano alcance tal “racionalidad política y económica”, más allá de las intenciones e insuficientes reformas ya introducidas, para concretar tales cambios hacia un régimen decididamente capitalista.
Quizás una mirada a algunas realidades que se dieron durante los tres gobiernos del Frente Amplio, impensables en 1971, tales como pagarle la deuda al Fondo Monetario Internacional, cederle a los bancos el suculento negocio de la bancarización obligatoria, aumentar los topes en las tasas de interés que se cobran por los créditos, contemplar de forma pasiva el período de mayor extranjerización de tierras de la historia y aceptar de buena gana las pasteras, con una multimillonaria inversión estatal en infraestructura para la instalación de UPM 2, le pueden servir de guía.