Su nieto Gabriel, es candidato a Presidente por el Partido Colorado, Lista 15. Fue entrevistado por el comunicador Fredy —Petinatti— Nieuchowicz en el legendario programa “Malos Pensamientos”. Trajo a colación uno de los recuerdos de su niñez, en el que su padre, Máximo, le contaba haber vivido una experiencia surrealista cuando su abuelo, Carlos María, era embajador de Uruguay en Países Bajos(*).
Mario Sinay, que durante los años 2007-2011 fue Director del departamento de habla hispana de La Escuela Internacional para el estudio del Holocausto en Yad Vashem, en Jerusalem, Israel, al presentar su libro, “Latinomericanos bajo las garras nazis,” miró a la asistencia y preguntó, “¿qué esperan para proponer a Carlos María Gurméndez como Justo entre las Naciones?”, un título honorifico concedido por el instituto mencionado, en nombre del Estado de Israel, a los no judíos que salvaron vidas durante la Shoá.
La historia ya la había difundido el periodista Isac Gliksberg, en su libro “La lista Gurméndez”. Ésta comienza en mayo de 1940: El gobierno de los Países Bajos se hallaba refugiado en Londres, los nazis se estaban encargando, sin éxito, de establecer un gobierno títere y finalmente el nazi austríaco Arthur Seyss Inquart deviene como hombre fuerte.
Carlos María Gurméndez, con su esposa Blanca Guillemette y cinco de sus seis hijos no sabía holandés, solo francés.
Cuando un holandés de apellido Beffie le solicitó asilo, ya había otros quince refugiados, la mayoría judíos holandeses viviendo en la residencia diplomática uruguaya.
Nuestro embajador tenía el propósito de llevarlos consigo cuando tuviese que abandonar el país, cosa que era inevitable. La manutención de los asilados fue favorecida porque uno de ellos era propietario de una fábrica de conservas.
A esa altura de la guerra, los alemanes no hacían problema para la emigración de ciudadanos de países neutrales a excepción de holandeses y alemanes.
El 29 de mayo, Gurméndez dirigió una carta a las legaciones de Argentina, Cuba, Brasil, Perú, Chile, Venezuela y México. Expresaba :
“… que el derecho de asilo debe ser aplicado por los países sudamericanos no sólo en nuestro continente, sino donde quiera que existan perseguidos o delincuentes políticos, por razón de una contienda interior o internacional.
Que era un principio esencialmente humanitario destinado a apartar y salvar vidas de los excesos de la pasión política, actuando interna como externamente, por fuerza no puede admitirse diferencias de categoría ni por razón de raza, ni por razón de nacionalidad, ni por razón de creencias religiosas o filosóficas.
Este vasto concepto de asilo —escribió— fue sostenido por los representantes de la mayoría de los países sudamericanos en las reuniones que se celebraron en la Cancillería argentina en mayo de 1937 con motivo de la guerra civil en España.
En esas reuniones quedó establecido que el derecho de asilo debía ser aplicado ‘sin limitaciones’ y fue, en virtud de esta terminante declaración, que los países sudamericanos cumplieron en España, a pesar de no estar reconocido en Europa aquel derecho, una misión humanitaria que será recordada siempre con respeto y admiración”.
El 3 de julio de 1940 el gobierno nazi decidió que las representaciones diplomáticas ante los Países Bajos debían asentarse en Berlín.
Un día, inesperado día, después de tantas clausuras de información, se les intimó la salida a título de que solo eran representantes diplomáticos acreditados ante gobiernos fugitivos.
Para el personal de la embajada, como se llamaba a los refugiados, la primera demanda formulada fue la de que se les proporcionara pasaportes acordando ciudadanía uruguaya. Gurméndez rechazó la exigencia por cuanto la misma solo podía ser dada a extranjeros por el Presidente de la República, por ello recurrió a otras fórmulas aceptadas por el uso diplomático: el salvoconducto, el laisser passez, etc. Los nazis las aceptarían siempre y cuando estuviesen escritas a máquina y con apariencia de pasaportes con la contrapartida de perder los pasaportes originarios.
Dice Isac Gliksberg, que el embajador uruguayo aplicó una norma diplomática que dice que en caso de ruptura de relaciones diplomáticas, si el Jefe de Misión debe abandonar el país, puede llevar consigo a los asilados.
Durante dos meses vivieron los refugiados en la Embajada. El 17 de julio debían abandonar Holanda, atravesando Alemania para llegar a Suiza. El tren de la libertad tuvo la vigilancia de oficiales de las SS. En Alemania se le ordenó que los judíos que no continuasen el viaje a lo que el uruguayo expresó:
“Si los judíos que me acompañan en el viaje deben bajar del tren y quedar aquí, yo me bajo también con toda mi familia y me quedo con ellos hasta que se defina nuestro destino.
Cada uno de ellos tiene la respectiva documentación oficial uruguaya y debe respetárseles, Si ellos no siguen el viaje, mi familia y yo, quedaremos aquí con ellos”.
Los nazis consultaron respecto al embrollo diplomático a Berlín. Los hombres fuertes de Alemania no querían perder la polémica neutralidad uruguaya. El tren estuvo detenido varios días hasta que finalmente los alemanes le permitieron continuar hacia la libertad.
A Portugal viajaron por Francia no ocupada, en ómnibus. Cruzaron a Portbou en España y luego a su vecino ibérico. El viaje duró 10 días desde que salieron de Holanda.
En 1953, Gurméndez contó estos hechos en una conferencia en París.
“Venía de una nación sin otra credencial que la de su potencia espiritual. César Beccaria entendió, en efecto, que el asilo es contrario a la idea de la soberanía del Estado y, que también, lo es con respecto a las leyes, que en toda extensión de un Estado político, no debía existir un solo lugar independiente de la ley.
Con insistencia se habla de una discriminación de soberanías, las absolutas que pertenecieron a los tiempos iniciales de la humanidad y las actuales sujetas a limitaciones graduales. ¿Podría siquiera, concebirse una comunidad internacional a base de soberanías absolutas?
Resulta inconcebible que se pretenda negar a los gobiernos la acción de amparo para aquéllos que, acusados de delitos no escaparán, al fin, al imperio de las leyes, pero que esperan la tutela preliminar de estas para evitar el exceso, el agravio, la condena injusta, despiadada o irreparable.
Un mundo de problemas, problemas de raza, problemas de religión, problemas sociales en toda la extensión de complejidad, crearon por un lado, la vacilación y, por otro, la perplejidad. Fue en esas condiciones que muchos ciudadanos acudieron a las Legaciones para amparar sus vidas los difíciles días de 1940 en La Haya”.
Realmente una historia emocionante que destaca la nobleza de espiritu,la valentia y el heroismo del Sr Embajador Don Carlos María Gurméndez.
Me pregunto si se ha realizado algun homenaje perdurable a este precioso ser humano,tanto en Uruguay como en Israel.
Sin duda se merece ser recordado con todos los honores.