12 de noviembre de 1922: por primera vez un discurso político en radio. Surgía «RADIO PARADIZABAL» y Batlle fue el primero.
«Correligionarios:
Voy a hablaros hoy, de nuestro programa de acción. ¿De qué podría hablaros con más oportunidad, en estos días en que nuestra preocupación principal la constituye el triunfo de nuestras ideas?
Pero nuestro programa es vasto y no podría hablaros de todo él en una sola noche, ni en muchas. Véome forzado, pues, a restringir mi tema.
Os hablaré del niño. Nuestro Partido, escudo de los débiles, no podría haberle negado su protección. El niño es débil como una flor.
La solicitud que sentimos por él, duplica la que experimentamos por otro ser que también reclama nuestra ayuda: la madre.
En el número 52 del programa de acción de nuestro Partido, solemnemente se proclama el propósito de declarar, por ley, que la madre cualquiera sea su estado civil, esto es, casada o soltera, merece bien de la República.
Nos interponemos, así, entre ella y el prejuicio social que pretende abatirla cuando no ha cumplido los ritos de la religión o los preceptos del código, para ser madre; y la declaramos sagrada; siendo un mandato que recibe de la Naturaleza, el de perpetuar la especie.
Resolvemos sostener, así, a la mujer cuyo aniquilamiento, injustamente, se quiere y garantir al niño su primer derecho esencial: el derecho al calor, al perfume, al pecho próvido, al cariño y al amparo de la madre, al pan y al abrigo. Numerosos niños se crían privados de lo más indispensable para su salud y su desarrollo. El proletario provecto cuando ya no puede trabajar más se encuentra muchas veces en el desamparo.
¿Hay que esperar a que estos males crezcan para ocuparse de ellos? ¿O, al contrario, debemos preocuparnos de solucionar todos los problemas de la vida nacional, sin exceptuar los que se refieren a las clases más numerosas?… Plantear la cuestión es resolverla. Y efectuaremos la obra, por lo mismo que el mal será atacado antes de que se desarrolle, sin el apuro angustioso de otras naciones populosas y sin el gasto de fuerzas que exige, a veces, en ellas. País de inmigración el nuestro, cuyo rápido progreso depende, en gran parte, del concurso de elementos de trabajo que nos llega del Exterior, el esfuerzo que se haga para mejorar las condiciones de la vida de éstos, no dejará de ser compensado en un aumento de la población y del bienestar que es su consecuencia. Incurriríamos por otra parte en una manifiesta incongruencia, si nos resistiéramos a hacer al proletariado las concesiones que ya se les otorga en las naciones mejor organizadas y lo invitáramos al mismo tiempo a establecerse en nuestro país.

La instrucción pública será una de mis preocupaciones capitales. Un pueblo no puede ser libre y feliz si no es instruido, y la grandeza que suele buscarse aún en la conquista, no debe consistir para una nación verdaderamente civilizada, sino en su adelanto en las ciencias, en las artes, en la industria, en el comercio y en el bienestar y la cultura moral que son su consecuencia. No podremos sobresalir por la extensión de nuestro territorio, ni nos distinguiremos, ni querremos distinguirnos, por la prepotencia de la fuerza: pero podremos y querremos enaltecernos por la intensidad y brillo de nuestra cultura en todas las ramas de la actividad humana y por el puesto que ocupemos en el con- cepto de las otras naciones.
Propenderé, pues, con ardor, a la difusión de la escuela primaria y al perfeccionamiento de sus programas; a la creación de liceos de enseñanza más elevada en todas las capitales departamentales y a la de institutos de enseñanza superior en la capital de la República, en los que, agregados a los ya existentes, puedan dedicarse a todas las carreras, especulativas o prácticas, con arreglo a sus vocaciones, la juventud nacional, y especialmente y sostenida por el Estado, aquella parte selecta de ella, que en los institutos inferiores, haya rendido prueba excepcionales de una gran capacidad y dedicación.
La escultura, la pintura y la música, descuidadas hasta ahora, deben ser el objeto de una atención preferente. La claridad de nuestro cielo, el temperamento de nuestro pueblo, su origen principalmente español e italiano, nos aseguran de que esas artes encontrarán entre nosotros un medio apropiado a su existencia y rápido desarrollo. Pienso que no puede diferirse por más tiempo la creación de escuelas de pintura, escultura y música en Montevideo, y que las capitales departamentales tienen también derecho a la atención del Estado a este respecto.
El arte teatral tampoco tiene manifestaciones entre nosotros. Depende casi por completo de la producción extranjera, en cuanto a las obras que se ponen en escena, y de los artistas extranjeros que periódicamente nos visitan, en cuanto a la representación de esas mismas obras.
La acción pública debe hacerse sentir también en este orden de actividad y es necesario crear escuelas de declamación y de canto y destinar sumas de alguna consideración al sostenimiento de uno o varios teatros de artistas nacionales, cuyos resultado serán escasos en sus comienzos, pero que florecerán al fin y harán que el País tenga compañías propias de teatro como las tienen todas las naciones definitivamente constituidas.
La protección del Estado permitirá, desde el principio, poner las representaciones al alcance de todas las clases y aun, con frecuencia, darlas gratuitamente, como lo hacen algunas municipalidades europeas, considerando, con razón, que ellas constituyen un eficaz medio de cultura de los más humildes elementos sociales.
El vigor físico es un poderoso auxiliar del vigor salud de una raza y de su capacidad para el trabajo. Siempre fueron activos y emprendedores los pueblos vigorosos. Y, los más avanzados, practicaron, y honraron los juegos atléticos que dan a los organismos la plenitud de su agilidad y de su fuerza.
Los gobiernos, la prensa, la multitud de sociedades creadas con ese fin y la simpatía popular, los estimulan con empeño en las naciones actualmente más avanzadas. Y, si es cierto que la previsión de posibles conflictos bélicos ha fomentado su desarrollo, es, sin embargo, en el goce de los bienes de la paz y en su conquista, donde las razas fuertes y sanas demuestran su aptitud para la vida.
Nuestro pueblo ha tenido, también, sus juegos atléticos, que robustecían sus músculos. Consistían ellos en las rudas labores de sus tareas campestres. Los progresos de la industria van suprimiendo ahora esos ejercicios y nada se haría que pudiera sustituirlos si la iniciativa Individual no hubiese creado numerosas instituciones que tienen por fin el desarrollo de las energías del organismo y cuyos benéficos resultados ya se palpan.
El Estado debe agregarles su concurso, a fin de que su influencia se difunda a todo el País y los ejercicios físicos se conviertan en una costumbre nacional.
Pero la base de la cultura de un pueblo es el trabajo y la riqueza que de él resulta.
La ganadería y la agricultura, fuente principal de nuestra producción, dispondrán de toda mi solicitud. A más de la instrucción técnica, que debe ser tanto más difundida, cuanto que el trabajo es más fecundo cuanto más ilustrado, habrá que implantar granjas modelos en diferentes parajes del País, a fin de que nuestros ganaderos y agricultores puedan estudiar en ellas prácticamente los perfeccionamientos de que son susceptibles sus industrias y se sientan estimulados por la evidencia de los resultados obtenidos. Podría, además, habilitar el Estado, en condiciones de fácil pago y de seguro reembolso, a los jóvenes agrónomos y veterinarios, formados en el País, que hubiesen obtenido notas especiales de su competencia, en la rendición de las pruebas requeridas para recibir sus títulos.
Las manufacturas y, especialmente, las que tienen sus materias primas en el País, deben ser objeto de la más viva atención. La protección aduanera, en primer término y, en segundo, todos los esfuerzos que pueda hacer el Estado para difundir el conocimiento de las artes útiles, serán los medios más eficaces de determinar su desarrollo.
Pienso, también, que es necesario preocuparse de la formación inmediata de una marina mercante nacional. Una acción pública decidida en ese sentido nos permitiría lanzar al mar muchas naves, y los fletes que ahora se pagan a empresas completamente extrañas a nosotros, nos proporcionarían los recursos necesarios para su sostén. Habríamos encontrado así, una fuente de riqueza en ese océano, que, al bañar nuestras playas y costas, parece insistentemente invitarnos a que dilatemos nuestras miradas y nuestra acción.
Y no solamente en las esferas de la Industria y del comercio se deben hacer esfuerzos para que el País se baste a sí mismo. El régimen de las grandes obras públicas que se efectúen en lo sucesivo debe ser modificado en cuanto sea posible. Han pasado ya los tiempos en que, ora por nuestras convulsiones internas, ora por la carencia de capitales y de elementos técnicos, teníamos que entregar a compañías exóticas su construcción, su administración y sus utilidades. Actualmente los gobiernos son capaces de la gestión de los intereses públicos, el orden está definitivamente radicado, disponemos de un numeroso personal científico y el crédito de que goza la República le permitirá obtener los capitales que necesite. Por conveniencia pública, pues, para que su costo sea menos oneroso y nos pertenezcan sus utilidades, y por amor propio nacional para no denotar una constante incapacidad, debemos, salvo casos excepcionales, esforzarnos en ejecutar nuestras obras públicas bajo nuestra cuenta».