En este agitado escenario educativo de bullicio constante de los últimos días a propósito de la pertinencia de la asignatura filosofía, donde las olas de la reforma educativa chocan contra las orillas del conocimiento, surgen algunas voces resonantes desde otros tiempos que nos invitan a una mirada más allá de los límites y la superficie de las cosas.
En este sentido, Antonio Grompone, otrora fundador del Instituto de Profesores Artigas (IPA), alza su voz con la filosofía como un faro en la oscuridad en los laberintos de la educación secundaria, reivindicando que la educación no debe ser una simple transferencia de datos, sino un acto de formación de personalidades. Grompone no era un mero reloj que tictaquea conocimientos, ¡no! Él sabía que en el crisol de la educación, los corazones y las mentes de los estudiantes se forjaban. “Educamos para crear almas críticas, independientes, listas para actuar”, solía decir. Ahí es donde la filosofía alza su bandera. No es solo un cúmulo de frases pomposas; es el lugar donde los jóvenes se convierten en exploradores de ideas, cuestionando el cosmos y descifrando los entresijos de la moralidad y la sociedad. La filosofía, como una brújula que siempre señala al norte, nos brinda la capacidad de argumentar con solidez, destilar falacias y construir castillos de lógica que resisten cualquier tormenta intelectual.
Suele hablarse muchas veces de la educación como un mero escenario, ¡Ah, el escenario de la educación! ¿No es acaso una sinfonía donde cada instrumento tiene su solo? La filosofía en este contexto se convierte en el intérprete maestro, dirigiendo el concierto del debate respetuoso y la danza desde perspectivas diversas. El estudiantado, como actores en este teatro del saber, aprenden a escuchar con oídos atentos y a expresar sus propias melodías de pensamiento. Pero la historia no termina ahí. Grompone tenía en su mochila la idea de una educación integral, un festín donde la mente se nutre tanto con conceptos como con experiencias culturales y artísticas. Aquí es donde la filosofía se convierte en el menú degustación. Nos invita a saborear las palabras de los antiguos filósofos, a paladear los debates de las mentes brillantes de todos los tiempos y a disfrutar de la danza de las ideas en la pista del pensamiento humano. Es un banquete que nutre el alma y nos invita a reflexionar sobre quiénes somos y cómo encajamos en este mundo tan enigmático.
Otra de las voces que resuenan como ecos, es la de José Pedro Varela, porque él también creía que la educación debía ser un faro que ilumina la mente, no solo con hechos, sino con el poder del pensamiento crítico y la reflexión profunda. Así, la filosofía se convierte en la musa que inspira a los estudiantes a explorar los recovecos de la moralidad, la sociedad y la existencia misma. No se trata de meros pensamientos abstractos, sino de herramientas para navegar por las aguas turbulentas de la vida con un ojo crítico y un corazón empático.
Por otro lado, Carlos Vaz Ferreira (el filósofo por excelencia de nuestras tierras), el maestro de la estructura del pensamiento, se une al coro con sus acordes de argumentación sólida y nos viene a decir que la educación secundaria no solo debe transmitir conocimientos técnicos, sino también cultivar la capacidad de cuestionar, analizar y reflexionar. La filosofía, al promover el pensamiento crítico y la indagación constante, forma mentes capaces de enfrentar los desafíos intelectuales y éticos de la vida moderna, es decir, desarrollan una comprensión más profunda de sí mismos y de la sociedad en la que viven. Así como el arte enriquece el alma y la educación física fortalece el cuerpo, la filosofía nutre la mente y el espíritu.
Por último, Rodó, el defensor de la formación integral, también levanta su voz. La filosofía se convierte en la ventana a través de la cual los estudiantes pueden contemplar la vastedad del pensamiento humano a lo largo de la historia. Las palabras de los filósofos clásicos y contemporáneos se convierten en los colores en el lienzo de la mente, pintando una imagen vívida de las diferentes formas en que la humanidad ha abordado las cuestiones fundamentales. Es un festín para el alma, un banquete de conocimiento y cultura que nutre la mente y el corazón.
La filosofía en la educación secundaria no es solo un capricho académico; es un faro que ilumina el camino de la autonomía mental y la responsabilidad ética. El filosofar es un llamado a abrazar el poder del pensamiento crítico, la habilidad de argumentar y analizar, el arte del diálogo respetuoso y la apreciación de la riqueza del pensamiento humano a lo largo del tiempo. Siguiendo los pasos de nuestro legado intelectual que convergen en un coro de razón y poesía, es menester el abrazarnos a la filosofía como una compañera de viaje, una brújula que nos guía a través de los mares agitados del conocimiento, mientras nos maravillamos con las constelaciones de la reflexión profunda y la apreciación cultural.
¡Basta de Filosofía! Basta de esa mirada hacia la filosofía como una cosa de intelectuales ¡Basta! La filosofía no es un lujo, sino una necesidad imperiosa en la educación secundaria. ¡Construyamos a través de la filosofía, puentes hacia un horizonte de conocimiento infinito, hacia un horizonte de plenitud y libertad!
¡¡¡EXCELENTE Nico!!!
Gracias Luis por tu comentario, se lo haremos llegar a Nicolás Martínez